YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 14 de marzo de 2014

GUERRA, PAZ Y CIUDADANÍA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Nota aclaratoria: esta columna fue concebida en el contexto de los Foros de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente, de Cali, Colombia. Espacio académico en el que se reúnen estudiantes y profesores para discutir asuntos públicos de especial interés. El tema que nos convoca en esta oportunidad  está dado en la relación Ciudadanía y Proceso de paz.

La Columna está dirigida, en primera instancia, a los estudiantes universitarios que participarán en dichos fotos, en la semana del 17 al 21 de marzo de 2014. No obstante, lo dicho en ella bien puede ayudar a los lectores de mi Blog y a los  seguidores de mi cuenta en Twitter, a precisar el lugar que como ciudadanos deben ocupar en esta compleja coyuntura por la que atraviesa el país y nuestras vidas. 


Colombia atraviesa, en estos momentos, una especial y compleja coyuntura política y electoral, que bien puede servir para redireccionar su presente y por esa vía, plantear un futuro inmediato más prometedor en términos de bienestar social, ampliación de su democracia, consolidación del Estado como un orden viable y legítimo, así como en lo que tiene que ver con la pacificación y el mejoramiento de las condiciones de vida de los nacionales que hoy sobreviven en el campo en medio de una clara pauperización.

Una coyuntura política dada por el proceso de paz que se adelanta en La Habana, Cuba, entre la cúpula de las Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, que bien puede llevarnos al fin del conflicto armado interno, a la consecuente desmovilización de las Farc y a la posibilidad de que sus líderes hagan política dentro de las reglas de la democracia. Y una coyuntura electoral, dada por la elección presidencial, en especial por la reelección del Presidente-candidato, Juan Manuel Santos.

Pero más allá de los resultados electorales que dejó la jornada del 9 de marzo de 2014, bien la pena discutir el lugar que el estudiantado le da al conflicto armado, a la paz y al posconflicto y en general, al devenir político del país.

Para discutir, me permito señalar algunos elementos que, juntos, bien pueden constituir una tesis con la que Ustedes pueden estar o no de acuerdo. El primer elemento señala que el conflicto armado interno es y ha sido mirado como una externalidad, es decir, como un asunto lejano, que se presenta en zonas apartadas. Otro elemento señala que no es posible caracterizar el conflicto armado interno dado que se desconocen sus orígenes y las demandas de los actores que combaten. Otro más dice que se trata de un enfrentamiento entre buenos y malos, en donde los primeros son los soldados de la Patria y los segundos, son los guerrilleros que actúan como simples terroristas.

Cada uno de Ustedes sabrá valorar estos elementos y podrá ubicar su idea del conflicto armado colombiano, en uno o en varios de los elementos dados. Es posible, incluso, que para uno o para varios de Ustedes se trate de un asunto de poca importancia, debido al tipo de pregrado que se cursa, porque simplemente esos asuntos de la guerra interna poco llaman su atención, o porque el capital social acumulado no permite ocuparse de un asunto y de un problema que se escenifica muy lejos de nuestra cotidianidad urbana.

Si resulta cierto que para la mayoría de los estudiantes presentes en este foro y para los que a esta hora deambulan por el campus universitario,  la guerra interna colombiana es un asunto que poco interés despierta, entonces estamos ante un claro hecho social, cultural y político, en el contexto de una empobrecida ciudadanía. No es posible construirse como ciudadano a espaldas de los problemas sociales, ambientales, políticos, económicos y culturales, entre otros, que devienen de un largo y degradado conflicto armado interno como el que soporta Colombia desde hace ya 50 años.

Quienes piensan que la discusión de los hechos y el devenir mismo de la guerra interna de Colombia corresponde exclusivamente a ciudadanos que estudian carreras propias de las Humanidades y de las ciencias sociales, se ubican, sin saberlo, en el lugar cómodo de cientos de miles de colombianos que optan por dar la espalda a una problemática compleja, bien porque realmente no entienden qué es lo que sucede o porque simplemente no desean problematizar en torno a unos hechos que no atraviesan sus vidas como estudiantes y ciudadanos.

En cualquier sentido, alejarse de la discusión de la guerra, de la paz y del posconflicto, es una de las tantas maneras de impedir formarse desde una perspectiva integral y sistémica, de cara a un asunto que tiene múltiples variables y aristas. Es más, será imposible hablar de pensamiento crítico, cuando al desconocerse la historia del conflicto armado interno y su presente, en el marco de las conversaciones de paz que se adelantan en La Habana, evitamos proponer soluciones e incluso acciones transformadoras que terminen por mejorar el entorno de vida de amplios sectores sociales.  

Resulta política y académicamente inaceptable que estudiantes de colegios y universidades se formen desconociendo la historia de una guerra que deja millones de desplazados (por lo menos el 11 por ciento de la población total del país), cientos de víctimas fatales y el mantenimiento de un régimen de poder claramente ilegítimo e inviable desde una perspectiva ética y moral.

Si alguien de Ustedes cree a pie juntillas que los asuntos de la guerra, de la paz y del posconflicto únicamente deben y pueden ser abordados o son de interés exclusivo de sociólogos, politólogos,  y periodistas, entre otros, entonces Usted, de manera decidida, coadyuva a que el régimen político gane en legitimidad, a pesar de las evidencias y de los hechos que claramente le menoscaban dicha legitimidad, ganada más por la fuerza de la tradición, que por las realidades sociales, económicas, políticas y culturales alcanzadas por ese mismo régimen de poder.

Resulta vergonzoso y profundamente inquietante que quienes tienen la oportunidad de formarse en una Universidad, pública o privada, no puedan dar cuenta, con mínima certeza, de una guerra interna que al demandar un millonario presupuesto para librarla y sostenerla en el tiempo, reduce las oportunidades de millones de colombianos de alcanzar una mejor calidad de vida.

Es tiempo de preocuparse por el devenir de la guerra, en especial cuando se constata que de ella suelen participar y morir los más pobres. Es tiempo también de poner los ojos sobre lo que se está negociando en La Habana y por ese camino, participar activamente del diseño de escenarios de posconflicto.


Asumirse como ciudadano tiene unas exigencias muy precisas. No cumplir con éstas los hace ajenos a esa condición y por ende, los convierte en individuos incapaces de asumirse como agentes de cambio y co responsables con el devenir del Estado y de la Nación. Quizás aquellos que no se sienten cómodos como ciudadanos, por las responsabilidades que ello conlleva, se sientan más placenteros en el rol de súbditos.

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