martes, 20 de febrero de 2007

Publirreportajes y basura, por Mauricio Pombo

Una táctica de mercadeo que no nos permite encender las alarmas.
En todos los medios vemos, oímos o leemos propaganda política pagada cuando están próximas unas elecciones. Gracias a que es política dicha propaganda, las antenas del ciudadano, por lo general, están alerta y ponen sus defensas en guardia contra las mentiras que va a ver, oír o leer. En el colombiano medio, todas las promesas escritas o arengadas caen en el vacío. Él sabe de lo que se trata y está ya sicológicamente preparado para rechazarlas de antemano.
Hay también otro tipo de propaganda política no pagada (al menos eso creemos, tal vez de manera ingenua), que consiste en entrevistas o columnas que se les conceden a los políticos o a los miembros del Gobierno, para que expliquen algunas cosas sobre el acontecer nacional, aclaren un penúltimo escándalo, un proyecto de ley con su mico tití u orangután a cuestas.
En estos casos, igualmente, el ciudadano está acorazado e impermeabilizado y le escurre toda la carreta que -por lo general- ve u oye, pues ya está acostumbrado a la manera reiterada como estos políticos explican o justifican sus proyectos o sus autodefensas (no me refiero a la 'parapolítica', sino a las defensas que ellos hacen de sí mismos).
En todos los casos mencionados, los mecanismos de defensa suelen funcionar gracias a nuestro escepticismo generalizado. No sucede lo mismo con la propaganda no política, pero también pagada, que conocemos como los publirreportajes. Estos últimos -a diferencia de la propaganda tradicional- se suelen disfrazar de algo que no son, como por ejemplo, de noticia.
Para la propaganda privada pagada, como para la política (una vez más no me refiero a la 'parapolítica'), estamos preparados y podemos discernir y detectar las mentiras que se esconden tras de ellas. Como se dice popularmente, una buena cantidad de gente ya sabe que 'de eso tan bueno no dan tanto'. Sin embargo, las antenas de las defensas contra los publirreportajes no han sido desarrolladas suficientemente todavía.
En el caso de la prensa escrita, al menos hay indicios de que lo que sigue puede ser un encantador de serpientes. Bien sea porque la 'noticia' sale dentro de un recuadro o porque la palabrita publirreportaje está por ahí en alguna parte. No es lo mismo en la radio y es precisamente allí donde encontramos los casos más aberrantes de confundir al público, que, por lo general, no puede diferenciar entre aquello que es información o noticia y lo que es vil propaganda.
En el caso de la música -que considero leve o, al menos, no tan grave- no se sabe a ciencia cierta si se está pagando la promoción de un disco o si, sencillamente, el periodista está revelando su gusto por tal o cual autor. El asunto es de otro color cuando el periodista hace lo que aparentemente es una entrevista científica, y en realidad se trata de vil propaganda engañosa.
Me puse en la masoquística tarea de oír un programa radial de dos horas, en la tarde de un día común y corriente. Varias veces, en el transcurso del mismo, las o los periodistas entrevistan a personajes que se refieren a las bondades de la baba de caracol para evitar el envejecimiento o las arrugas o qué sé yo; todo tipo de artefactos (yesos) o suplementos alimenticios para adelgazar (como el denunciado en estos días por la W).
Este tipo de programas está dirigido a estratos medios y bajos. Fácilmente, el empaque de la propaganda disfrazada de noticia o informativo confunde al oyente, pues cree en los supuestos doctores que recomiendan sus productos.
Como creen en el caso de la prensa escrita, en las fotos de los antes y después. Muchos de estos productos pueden ser inocuos, pero no por ello dejan de ser inicuos; otros tantos -tal como parece- pueden revestir peligro. Pero, aunque sean inofensivos, me parece que esta táctica de mercadeo es ofensiva éticamente, ya que, en muchos casos, no nos permiten encender las alarmas o sacar las antenas de las que hablaba anteriormente.

Mauricio Pombo, EL TIEMPO.COM, jueves 29 de marzo de 2007

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