Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Esta
campaña presidencial transcurre en medio de insulsos programas y anodinas propuestas
de gobierno, en tanto que no están pensadas para provocar los cambios estructurales
que se requieren para que el Estado colombiano se consolide y se legitime.
Justamente, están pensadas para alimentar los egos de los candidatos
presidenciales y mantener la idea de que cada cierto tiempo aparecen propuestas
novedosas, cuando no es así.
Es
la inercia en la que suelen caer democracias electorales como la colombiana. Es
decir, un régimen democrático débil que sólo le quedan las elecciones para
legitimarse, a pesar de su incapacidad para garantizar condiciones de vida
digna y democrática para un país de países como lo es Colombia.
Del
lado del Presidente-candidato se insiste en un modelo de Estado justo a la
medida de las exigencias del sistema financiero internacional, en consonancia
con las fuerzas del mercado en el contexto de una globalización corporativa.
Modelo de Estado mínimo que permite, por ejemplo, la explotación no controlada
de recursos del subsuelo, con los ya conocidos desastres ambientales que viene
dejando la locomotora minero-energética y el aumento de la concentración de la
riqueza en pocas manos.
Es
decir, con Santos, si resulta reelegido, habrá más de lo mismo. Por lo tanto,
el país continuará tal y como lo recibió en 2010, después de los nefastos ocho
años de gobierno de Uribe Vélez. Santos insistirá en el modelo neoliberal, al
igual que Zuluaga, Peñalosa y Marta Lucía Ramírez, candidatos presidenciales
defensores a ultranza del libre mercado y del Estado mínimo.
Entre
tanto, la campaña de Óscar Iván Zuluaga avanza con el dudoso propósito de
alejarse de la imagen de Uribe Vélez, mentor del hoy candidato a la presidencia
por el Centro Democrático. Sus anuncios publicitarios de alguna manera logran
que las audiencias lo deslinden de la figura patronal del ex presidente que
mandó en Colombia entre 2002 y 2010. Pero todos sabemos que de llegar a la
Presidencia, no tomaría decisiones de manera autónoma, sino que Uribe estaría
detrás del poder, ordenándole qué hacer. Zuluaga, en la misma línea de Santos,
insiste en prácticas económicas propias del modelo económico neoliberal y su
correlato social, el asistencialismo. Es decir, tampoco es una real opción de
cambio.
Marta
Lucía Ramírez, con mínimas opciones de llegar al Solio de Bolívar, juega a
restar, a quitarle votos al Presidente-candidato. Se trata de una candidata comodín, para la segunda vuelta. Cumplirá,
entonces, con el propósito que se trazó el sector del insepulto partido Conservador
que en último momento abandonó la cómoda y avasallante Unidad Nacional. Se
trata de una candidatura gris y de una candidata poco carismática.
El
mismo papel juega Enrique Peñalosa, candidato de la Alianza Verde. Se trata de
una candidatura ‘comodín’, con la que se busca restar votos al
Presidente-candidato que no despega en las encuestas. Peñalosa es una especie
de ‘veleta’ ideológica. Hace unos años fue cercano amigo de Uribe y fiel
militante de sus ideas. Hoy afirma que ya no es cercano al ex presidente. El
discurso de la antipolítica lo acompaña. Dice que luchará contra la corrupción.
Lo mismo dice Marta Lucía Ramírez.
En
lo que toca a la candidata del Polo Democrático Alternativo, Clara López
Obregón, su figura acartonada, propia de la vieja élite bogotana y también con
un débil carisma, intentará mantener a la izquierda mas que como una opción
real de poder, en un factor y actor electoral que sirve para animar las
contiendas electorales. En eso anda la izquierda colombiana, debilitada por
luchas intestinas y por la incapacidad de sus propios líderes, circunstancias
éstas que han evitado que el PDA se consolidé como una alternativa económica,
social, cultural y política que haga contrapeso al modelo hegemónico impuesto
por una derecha que gobierna a sus anchas.
No
existe hoy en Colombia un líder carismático que arrastre mayorías. Hay
candidatos a la presidencia, pero no hay figuras políticas capaces de enfrentar
no sólo la alta abstención, sino el desinterés de los colombianos en esta
campaña presidencial. Y no me refiero a la figura carismática y al liderazgo
negativo de Uribe Vélez.
Justo,
lo que menos necesita Colombia es que surjan más líderes políticos con ese
carácter camarrorero, propio de un patrón o finquero montaraz. Lo que necesita
este país es un líder que sea capaz de aglutinar a todas las fuerzas políticas
y tendencias ideológicas. Uno que entienda que el Estado colombiano deviene
capturado por una élite que guarda vínculos mafiosos con empresas legales e
ilegales y con familias dedicadas a desangrar las finanzas del Estado.
Y
en medio de una campaña electoral que no logra llamar la atención de los electores,
el proceso de paz en La Habana avanza sin mayores traumatismos, a pesar del
interés de sectores económicos, políticos y militares en que las negociaciones
fracasen. La paz tampoco es el gran tema de campaña. Deviene en una suerte de
asunto que sólo interesa a un sector del Gobierno de Santos, a las Farc y a un
grupo de académicos y por supuesto, a sectores de derecha que tienen miedo a
que la paz se firme y se echen a andar exigentes escenarios de posconflicto.
Pero
así como la paz no es un tema de discusión de esta campaña electoral, el medio ambiente
tampoco hace parte de las agendas de los candidatos. Le correspondería a la
Alianza Verde y a su candidato Enrique
Peñalosa liderar el asunto, pero su pobreza discursiva y su escasa conciencia
ambiental no se lo permiten. Igualmente, no se puede esperar que Zuluaga y el
propio Presidente-candidato discutan sobre desarrollo sostenible. Le cabe sí,
toda la responsabilidad a la candidata del PDA, proponer que el modelo de
desarrollo extractivo sea revisado y reversado. Pero en eso también es tímida
la izquierda.
Al
final, el 25 de mayo de 2014 Colombia votará para elegir un nuevo presidente o
presidenta, o para reelegir a Santos. No se esperan sorpresas, pues Santos
aceitó muy bien su maquinaria política. Le aprendió a Uribe Vélez, quien apeló
a toda suerte de artimañas para reelegirse. Y a bien que lo logró. Lo más probable
es que entre 2014-2018 el país continúe en las mismas, salvo que el fin del
conflicto se firme y se tome en serio el posconflicto. Ese será el momento
definitivo para reconocernos en la diferencia y de reconocer que el Estado de
tiempo atrás deviene ‘capturado’ y ‘privatizado’, en beneficio de unos pocos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario