Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Una vez reelecto, Juan Manuel Santos Calderón reconoció que
en su primer gobierno no se comunicó a la opinión pública, de la mejor manera,
los logros alcanzados por su administración. En especial, no se informó y se
comunicó con claridad y suficiencia sobre los avances y alcances de un proceso
de paz considerado como la última
oportunidad para alcanzar la tan anhelada paz. Dijo el Presidente que en su
segundo periodo se iba a mejorar en este aspecto.
Desde esa circunstancia se puede comprender la decisión tomada
por negociadores de Farc y Gobierno de ‘desclasificar’ los acuerdos parciales
que hasta el momento han suscrito las partes que negocian en La Habana, alrededor
de tres puntos a saber: Política Agraria, Participación Política y
Narcotráfico.
Los medios televisivos, apegados a la lógica noticiosa y sin
mayor análisis[1],
abrieron sus noticieros con ese hecho convertido en la gran noticia del día: Gobierno y Farc divulgan acuerdos. Las
explicaciones del Gobierno y de los sectores afectos daban cuenta del objetivo
trazado con la divulgación de los acuerdos parciales: contrarrestar versiones
que señalan de tiempo atrás que Colombia transitaría hacia el castro-chavismo, que el modelo económico, el Estado mismo y las
fuerzas armadas se estaban negociando en La Habana, entre otras
elucubraciones que han evitado que el proceso de paz gane credibilidad en una
opinión pública que deviene manipulada y manipulable por una prensa que aún no
comprende y menos ha asumido la responsabilidad histórica que tiene frente a la
actual coyuntura política, representada en las negociaciones que se adelantan
en Cuba y en iniciativas jurídico-políticas propias de escenarios de
posconflicto como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras y el propio Marco
Jurídico para la Paz.
¿Quién hace- hará-
pedagogía de la paz y el posconflicto?
He dicho en varias ocasiones que los medios de comunicación
fungen cada vez más como actores políticos, con un poder de penetración que los
convierte en armas letales para, si es el caso, dar al traste con las
negociaciones de paz que se adelantan en La Habana. Si así lo hubieran
entendido los negociadores de las Farc y del Gobierno, muy seguramente habría hoy
en la Agenda de negociación un punto dedicado al papel del periodismo, de la
industria cultural y a la propiedad concentrada de los medios de comunicación.
Aclimatar la paz es una tarea que requiere del concurso del
periodismo, de los periodistas y de las empresas mediáticas. Y ello rebasa los
alcances de la campaña Soy Capaz, que deviene cosmética, aunque sin duda hay que reconocer que aporta. Ambientar
la paz, entendida inicialmente como la firma del fin del conflicto, y el
posconflicto, requieren de un discurso periodístico-noticioso distinto al que
la gran prensa colombiana históricamente ha usado para cubrir los hechos de la
guerra y de las negociaciones de paz.
Se requiere, entonces, de un discurso periodístico-noticioso
ya no sostenido en unos valores noticia sujetos a la falsa e inconveniente
dicotomía Buenos-Malos, en donde los buenos están en las ciudades y los malos en el monte levantados en armas.
Esa mirada moralizante, aupada y exacerbada por fuentes oficiales, como la
castrense y las fuentes autorizadas de la llamada Oposición, no ha permitido
concebir una opinión pública capaz de discernir sobre el conflicto armado
interno con mediana claridad sobre las circunstancias objetivas que permitieron
el levantamiento armado en los años 60 y menos aún, sobre las circunstancias
locales y mundiales que hoy rodean y hacen viable el proceso de negociación de
La Habana.
Mientras los medios no cambien o modifiquen sus rutinas de
producción noticiosa, ambientar la paz en una sociedad escindida y en una
opinión pública polarizada será muy difícil, especialmente en lo que tiene que
ver con la refrendación de los acuerdos a los que se lleguen en Cuba.
Allí hay un riesgo enorme de que el referendo que se diseñe
para refrendar lo acordado en La Habana fracase. Y podrá ocurrir, mientras los
medios y el periodismo no morigeren un discurso periodístico-noticioso
empobrecido, provocador y polarizante, pensado más para continuar con el
cubrimiento escabroso y morboso de la guerra, que para cubrir experiencias de
paz, reconciliación y posconflicto que sirvan de ejemplo para una sociedad que
parece acostumbrada a ver, escuchar y leer los horrores de una guerra
degradada.
La pregunta es: ¿quién asumirá la tarea de hacer una
pedagogía de y por la paz y el posconflicto? Si no son los medios de manera
directa, qué actores sociales están dispuestos a asumir el reto de posicionar otras
Representaciones Sociales, otros imaginarios y por ese camino, generar una
opinión pública distinta, que sea capaz de entender que es urgente que se firme
el fin del conflicto y el Estado y la sociedad se dispongan a transformar -reconstruir-
culturalmente una nación que exhibe procesos civilizatorios que bien pueden
calificarse como semi fallidos.
La campaña Soy Capaz es un esfuerzo importante, pero no
suficiente. Hay que llegar a las grandes mayorías. Hay que traducir, por ejemplo, el discurso de los acuerdos parciales
divulgados por la prensa, a un lenguaje fácilmente digerible para estudiantes,
amas de casa, obreros y en general gente del común, con el claro objetivo de
que entiendan qué se está negociando en La Habana, para luego generar en ellos
una opinión positiva frente a la urgente necesidad de refrendar a futuro lo que
se acuerde en la mesa instalada en Cuba. Universidades, iglesias, canales
comunitarios y otros medios alternativos, y otros actores de la sociedad civil
deben asumir la tarea de hacer pedagogía por la paz, la reconciliación, el perdón
y el respeto a la diferencia en sectores populares en donde el conflicto armado
y las negociaciones de paz aún no atraviesan las vidas cotidianas de millones
de colombianos.
Si los documentos “desclasificados” y otros que mañana se
divulguen no llegan traducidos a las
grandes mayorías, se verá comprometido el proceso electoral de refrendación de
los acuerdos y la legitimidad de unos escenarios de posconflicto que no sólo
dependerán de decisiones jurídico-políticas y económicas, sino de un profundo
cambio cultural de un pueblo que deviene acostumbrado a ver, presenciar y
sufrir expresiones de múltiples violencias, entre ellas las generadas por las
propias dinámicas del conflicto armado interno. Por lo anterior, no basta con
divulgar documentos. Hay que comunicar y convencer que es mejor vivir en paz y
no en medio de la guerra.
[1] Los medios y los periodistas no dijeron que de tiempo atrás se conocen varias versiones de
documentos que recogen los acuerdos parciales alcanzados en La Habana. Por
ejemplo, no dijeron que de tiempo atrás circula, junto a otros documentos, El Informe Conjunto de la Mesa de
Conversaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo, Farc-EP, de enero de 2014. En
este texto están consignados los puntos 1 y 2, de la cuestión agraria y
participación política. Ver foto.
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