Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Por cuenta de Nicolás Gaviria y
por el excesivo y desafortunado cubrimiento noticioso de los hechos de los que
fue protagonista este joven, la frase que da vida al título de esta columna,
dio para todo. Es viral, como se dice ahora. Tanto, que hasta el propio
Presidente dio instrucciones a la Policía Nacional para que, quien ose expresar
esa frase, ante un requerimiento policial, de inmediato deba ser detenido para
verificar de quién se trata realmente. El propio mensaje presidencial es
ambiguo. ¿Qué pasará si, dado el caso, un ciudadano trata de intimidar a un
Policía a través de la expresión de dicha frase y resulte ser un hijo o
familiar cercano de un alto funcionario del Estado? Si Gaviria, sin demostrar
quién era, logró intimidar a los dos policías, hasta el punto que se dejaron
pegar y manosear, entonces, qué sucederá cuando el requerido por la autoridad,
efectivamente esgrima su “linaje” y sus contactos, incluso, con generales o
ministros? ¿Quedará libre? o efectivamente, los policiales serán trasladados al
Chocó?
Más allá de los bochornosos
hechos protagonizados por Nicolás Gaviria, lo que podemos hacer es examinar el
lugar social y político de la frase. Ella tiene, por supuesto, un contexto. Es
decir, el sentido de esta no se reduce a la intención de Gaviria de intimidar a
los policías que lo trataban de contener.
Usted no sabe quién soy yo, guarda estrecha relación con varias
circunstancias contextuales, a saber: en primer lugar, hace carrera entre los
colombianos la idea de que para evitar el cumplimiento de las normas e incluso,
una multa, buscamos una “palanca”, un amigo, es decir, alguien que nos “ayude”
a salir del problema. Y ese alguien, puede ser un policía, un guarda de
tránsito o un funcionario, un político, que pueda intimidar a los policiales
y/o el funcionario que hace el requerimiento.
En lugar de aceptar la
responsabilidad, es común que en Colombia intentemos eludirla a como dé lugar.
Y este elemento cultural está, a su vez, asociado a otra frase típica, que nace
cuando un alto, mediano o pequeño funcionario del Estado, conoce a un
empresario, a un político o a cualquier ciudadano con el que pueda darse algún
tipo de intercambio de favores. La frase es la siguiente: “le dejo mi tarjeta para cuando se le ofrezca algo”. Allí cobra
sentido y se asienta social, política y culturalmente, la expresión Usted no sabe quién soy yo.
Todo lo anterior, en el contexto
de un ethos mafioso que hemos
interiorizado en Colombia. Desde las élites, sus hijos irresponsables, pasando
por gente de clase media que, con algún poder económico y algunos contactos, le
hace el juego a ese ethos, para
evadir responsabilidades. A las clases menos favorecidas, por el contrario, suele
caerles con mayor rigor el peso de la ley, porque la frase Usted no sabe quien soy yo, no les funciona muy bien. ¿Y por qué no
les funciona? Porque parece ir ligada a un biotipo aceptado tanto por las
autoridades, como por el resto de la sociedad: quienes la pronuncian, deben ser
“blancos”, “bonitos” y “mostrar clase”, a través de vehículos y celulares de
última gama.
Se suma a lo anterior, el origen
social de los Policías (agentes), su baja educación, la grosería de algunos y
el bajo salario que devengan. Estas circunstancias juegan en contra del
cumplimiento de la autoridad y el respeto que debemos, como ciudadanos, exhibir
frente a quienes representan al Estado. De allí que se ofrecen coimas, mordidas y por eso,
ciudadanos como Nicolás Gaviria, se aventuran a irrespetar y a desconocer a la
autoridad policial en este caso.
En el fondo de lo acontecido, es
claro que el Estado colombiano, la justicia y sus autoridades, no son hoy un
referente de moralidad y ética, que haga posible que ciudadanos con o sin
“linaje”, se vean obligados a cumplir las normas y a respetar a funcionarios
como la policía. Y mientras el Estado colombiano y sus diferentes ámbitos de expresión
y coerción, no se constituya en un referente de orden legítimo, frases como Usted no sabe quién soy yo seguirán
siendo usadas por muchos ciudadanos para intimidar a la Policía, tal y como lo
logró hacer Nicolás Gaviria.
Y en este caso, hay que examinar la legitimidad de la Policía y en este particular caso, la autoestima de los policías que se dejaron intimidar por el joven Gaviria. Y claro que hay que revisar la autoestima de Nicolás Gaviria. Los tres, sin
duda, tienen problemas. Lo que sucede es que Gaviria intenta resolverlo usando
la viral expresión y los policiales suelen manejar dicho problema, sacando su
poder y violencia, frente a aquellos que no sean capaces de enfrentar su
autoridad, con la frase Usted no sabe
quién soy yo.
Adenda: el cubrimiento periodístico termina ocultando ese contexto
cultural del que los periodistas no se pueden abstraer. Por ello, ponen el foco
en Nicolás Gaviria, para evitar cuestionar a la sociedad, y a quienes hoy hacen
parte del Estado. Y por ese camino, ocultan hechos verdaderamente importantes,
como el conflicto de tierras entre indígenas Nasa y el Ingenio del Cauca.
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