Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y
politólogo
Finalizada la jornada electoral del domingo 25 de octubre de
2015, quedan varias conclusiones y se advierten algunos cambios en la política
electoral y en el comportamiento de los votantes. Eso sí, esos nuevos hechos
son circunstanciales, de allí que no sirvan como sólidos argumentos para señalar
que hay un “nuevo mapa político” en el
país.
Empiezo por señalar dos grandes derrotados: el mesianismo y
la polarización política. Se advierte este resultado en las contundentes
derrotas sufridas por el Centro
Democrático (CD) y su propietario, el líder de Derecha, Álvaro Uribe Vélez y
por supuesto, la que sufrió la Izquierda en Bogotá con la candidatura de Clara
López Obregón, que sin duda significa una cuenta de cobro a Gustavo Petro
Urrego por su carácter mesiánico y profundamente polarizante[1].
Así entonces, Uribe Vélez es el gran derrotado en esta
jornada electoral. Su abierta y tozuda oposición al Gobierno de Santos y al
Proceso de Paz poco a poco fue oscureciendo y debilitando su ya desgastada
imagen. Su liderazgo fue decayendo: perdió la alcaldía de Medellín y la
Gobernación de Antioquia, hechos que muestran que ya no es el gran elector[2] ni en su
tierra, así como en otras regiones del país; en especial su derrota se debe porque las condiciones
del contexto cambiaron: hoy el país habla de paz, reconciliación y
posconflicto. Y es evidente que Uribe se quedó anclado en el pasado. Es decir,
en el conflicto armado interno.
Para el caso de Bogotá, la Izquierda sufre una fuerte derrota
lo que debe obligar a los líderes del Polo Democrático Alternativo (PDA), de
Progresistas y los de la Unión Patriótica a replantear
el proyecto, especialmente porque el PDA insiste en convertirse en una fuerza
política solo en Bogotá, olvidándose de regiones en las que el
posconflicto necesitará una sólida y unida Izquierda Democrática.
De cara a lo que se viene con la participación política de
las Farc como movimiento político, es claro que la Izquierda deberá repensarse
y actuar más con sentido regional, si quiere de verdad liderar los cambios que
el posconflicto demandará. Y en particular, la Izquierda y el Polo Democrático
Alternativo deberán hacer una revisión profunda de la forma como se llevaron
las riendas del poder en estos largos 12 años al frente de la Capital del país,
en especial, evaluar con seriedad lo acontecido con Petro.
Entre tanto, la Derecha “despertó” en Bogotá y toma un
segundo aire. Y se manifestó con toda su fuerza, haciendo el 1-2 con Peñalosa y
Pardo[3], y el
4to lugar con Francisco Santos. Con Peñalosa la Derecha recupera el poder en
Bogotá y será definitiva en las elecciones de 2018. La Derecha sabe que en
perspectiva de Paz Territorial lo que el
país y las Farc como movimiento político cuestionarán y querrán modificar es el
dañino centralismo bogotano, que como práctica política y electoral de la élite
capitalina, ha impedido que la descentralización administrativa y la autonomía
regional sean una realidad. Ese mismo centralismo es responsable de que el Estado
en regiones apartadas sea históricamente
débil.
En lo que concierne a los partidos políticos tradicionales,
hay que decir que su debilidad manifiesta continúa coadyuvando a la consolidación
de proyectos políticos individuales y a dar vida a “movimientos ciudadanos o cívicos” que
solo sirven para confirmar que programáticamente dichas colectividades devienen
en una profunda crisis. Las alianzas entre movimientos políticos, partidos políticos
y movimientos ciudadanos (por firmas) consolidan el poder del clientelismo y el
de las viejas maquinarias políticas[4].
Para destacar, los triunfos alcanzados por la Alianza Verde
en varias alcaldías y departamentos[5], eso sí,
a través de alianzas con otras fuerzas políticas. Allí puede haber algo de renovación
política, sin que ello impida señalar que dicha colectividad es mas la sumatoria
de egos individuales, que la presencia de un partido con un proyecto político claro y definido temática e
ideológicamente.
La Coalición de Gobierno se consolida sin que ello signifique
que se mantendrá en las elecciones de 2018. La Unidad Nacional es un espejismo
que Vargas Lleras, con las alcaldías y gobernaciones alcanzadas por su empresa
Cambio Radical, se encargará en 2018 de develar y desaparecer. Desde ya, el
país debe aprestarse para ver a Germán Vargas Lleras como el candidato de la
Derecha que a partir de enero de 2016 reorientará los destinos de Bogotá. Él le
dirá qué hacer a Peñalosa.
Vargas Lleras será en 2018 el candidato de esas fuerzas
sociales, políticas y económicas que harán todo para impedir, desde Bogotá, que
se consoliden escenarios de posconflicto en perspectiva de Paz Territorial. El
presidente Santos lo sabe y por ello desde ya prepara la candidatura
presidencial de Humberto de la Calle Lombana. Tanto a las Farc como a Santos
les conviene que De la Calle sea el Presidente de la transición de la guerra, a
la paz; del conflicto, al posconflicto.
Otro gran derrotado que deja la jornada electoral es el
Noticiero RCN. Política, periodística y editorialmente ese medio de comunicación
se la jugó para mantener la vigencia política de Uribe Vélez. Noticias RCN le
hizo el juego a Uribe en su afán por desprestigiar el Proceso de Paz de La
Habana.
Dado que después de terminada la jornada electoral no se
advierten cambios sustanciales en la forma como actúan los votantes y los
partidos políticos, habrá que esperar las presidenciales de 2018 y la
participación en política de las Farc ya desmovilizadas, para ver hasta dónde
el país político está preparado para asumir los retos del posconflicto. Por
ahora, se jugaron los primeros 45 minutos de un partido pactado a 90. Los otros
45 minutos se jugarán a partir del 7 de
agosto de 2018. Allí sabremos si nos tomamos en serio lo de la paz y el
posconflicto.
[1] Sin duda,
Petro cometió errores y debe la Izquierda saber evaluar su gestión, eso sí, sin
dejar de considerar la “guerra mediática” que la gran prensa bogotana le
declaró desde el primer día de Gobierno. Tuvo en su contra a los noticieros
RCN, Caracol, Noticias Uno y CM&, entre otros.
[2]
Ganó la Gobernación del Casanare con Josue Alirio Barrera.
[3] Al sumar
los casi millón setecientos mil votos logrados por Peñalosa y Pardo, con los
300 mil de Francisco Santos, la Derecha alcanza dos millones de votos. Sin
duda, una fuerza electoral que en el largo plazo resultará definitiva.
[4] El
triunfo de Muarice Armitage es un claro ejemplo de ello. El empresario se
presentó por un movimiento ciudadano, pero a este llegaron los viejos
políticos, las maquinarias y el clientelismo. Hasta el Centro Democrático apoyó
el proyecto de Armitage. Sin duda, la derecha y la élite caleña mantiene el
poder que había recuperado con Rodrigo Guerrero Velasco.
[5] La
senadora Claudia López en su cuenta de Twitter aseguró que “pasaron de 3 a 7
gobernaciones, de 54 alcaldías a 61 y de 4 a 8 en alcaldías de ciudades
principales”. No se puede asegurar que estamos ante la renovación de la
política. Se trata de coaliciones y de hechos circunstanciales, producto de
intereses partidistas y de claro carácter
electoral.
Imagen tomada de www.proclamadelcauca.com
Imagen tomada de www.proclamadelcauca.com
1 comentario:
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