Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Nada que arranca la fase pública
del proceso de negociación política
pactado entre el Gobierno de Santos y la dirigencia del ELN. El asunto de los
civiles secuestrados o retenidos es, de tiempo atrás, una de las razones para
no avanzar en la negociación pública.
El 27 de octubre no se dio la
instalación de la Mesa, en Ecuador, por cuenta de la no devolución del ex
congresista Odín Sánchez, a pesar de que ese grupo insurgente devolvió a sus
hogares a otros dos civiles que permanecían en su poder. El Presidente en
particular exigió el regreso del ex congresista, señalado por la dirigencia del
ELN como corrupto y patrocinador de grupos paramilitares en el Chocó.
Por qué, entonces, no avanza, el
proceso de negociación con el ELN? Aventuro una respuesta a esa pregunta, con la siguiente tesis, que bien podría servir
para explicar las razones por las que no se da inicio a la fase pública, en la
que se discutirá una agenda ya pactada. Por tratarse de dos actores políticos,
la tesis propuesta confiere responsabilidades tanto al Gobierno, como a la
comandancia del grupo armado ilegal. He
aquí la tesis:
El Gobierno de Santos no reconoce
al ELN como una guerrilla con el suficiente peso político-militar, de allí el
posible desinterés por responder con celeridad y atino a los obstáculos
presentados en este largo proceso de pre negociación. A pesar de la capacidad
del ELN para atacar la infraestructura
económica (petrolera) del país, el Gobierno podría considerar a esa guerrilla
como un actor armado de menor valor político y de mínimo reto militar, si se
compara con el poder de daño demostrado por las Farc a través del secuestro
masivo de militares y la toma sangrienta de pueblos.
En lo que corresponde al ELN, se
propone como tesis, que subsiste un resquebrajamiento en la unidad de mando del
COCE. Esta situación coadyuvaría a que el Gobierno aprovechara cualquier hecho
para desconocer el valor y el lugar político-militar que requiere tener un
actor armado con el que se pretende negociar asuntos complejos y determinantes
para esa parte del Establecimiento que no apoya este tipo de negociaciones. La
unidad de mando es un asunto clave y definitivo a la hora de entablarse una
negociación política. Si el COCE no
garantiza que el ELN sea una estructura monolítica, entonces será difícil
avanzar en la etapa de negociación.
Con todo y lo anterior, actores
comunitarios y sociales insisten en la necesidad de que Gobierno y ELN superen
los obstáculos, con el firme propósito de avanzar en una negociación que, a
juzgar por la disposición de la Mesa Social y Política, y lo que ello significa
en lo que concierne a las transformaciones que deberán implementarse mientras
transcurre la negociación.
Otro elemento que se suma a la ya
compleja situación, tiene que ver con el proceso de ajuste del Acuerdo Final
firmado en La Habana y ratificado en Cartagena. Quizás la dirigencia del ELN y
el propio Gobierno, consideren prudente esperar a ver qué sucede con el “nuevo”
Acuerdo que salga de la mesa de La Habana. Es decir, si ese nuevo documento
deja satisfechos a los líderes del NO, que reclamaron el triunfo electoral y
político en la jornada del 2 de octubre, o si el Presidente asume el costo
político de implementar lo acordado en La Habana, a través de decretos-ley o
con el concurso del Congreso.
Mientras se aclara el panorama
político nacional, se superan los obstáculos y los voceros de los equipos de
negociación logran deponer vanidades y actitudes arrogantes, el proceso con el
ELN y el Gobierno, poco a poco, se torna desesperante e insufrible.
Ojalá la tesis propuesta no tenga
asidero alguno, en especial en lo que concierne a la falta de unidad de mando
en la estructura del ELN. Sería muy grave y profundamente riesgoso y
desgastante que el Gobierno inicie la esperada fase pública, con una agrupación armada
ilegal cuyo mando deviene fragmentado o fraccionado.
Imagen tomada de Semana.com
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