La indiferencia, la cobardía, el silencio que permitieron el ascenso de las mafias hace 20 años, son los mismos que amparan a la indultable mafia de ahora
Por Daniel Coronell (Revista SEMANA.COM, diciembre de 2006)
Por Daniel Coronell (Revista SEMANA.COM, diciembre de 2006)
Tenía una capacidad colosal para recordar cada detalle de una noticia pero era distraído para las cosas cotidianas. Un relámpago de su prodigiosa memoria de editor lo había condenado a muerte años atrás. Todo empezó cuando Pablo Escobar incursionó en la política. Leyendo los artículos que lo promocionaban, pensó al instante que ya había visto esa cara. Pasó horas en el archivo del periódico hasta que encontró la foto. Reconoció al 'Robin Hood paisa', en una noticia de los años 70. Registraba la captura de Escobar y su primo Gustavo Gaviria, cuando pasaron la frontera con Ecuador trayendo 29 kilos de cocaína.
Así como su memoria selló su destino, un olvido propio de su carácter despalomado le regaló unas horas adicionales de vida. Ese 17 de diciembre, a la hora del almuerzo, don Guillermo Cano escarbó en sus bolsillos, revisó cada cajón del escritorio. Buscaba las llaves del carro porque quería ir a su casa a almorzar. No las encontró y con su timidez de siempre, pidió que un carro del periódico lo llevara.
Los sicarios lo esperaban afuera, pero como iba en un carro distinto pensaron que podía ser otro y después de seguirlo por unas cuadras lo dejaron ir. Pasó plácidamente esas últimas horas en su hogar, volvió al periódico y poco después de cerrar edición a las 7:15 de la noche, agarró las esquivas llaves del Subaru y salió a encontrar la muerte.
Don Guillermo, como todo el mundo lo llamaba por el respeto que inspiraba, fue un defensor de la verdad por encima de su vida e incluso de la tranquilidad económica suya y de su familia. Con un coraje incomparable enfrentó a la mafia, a los políticos que le servían y al poder económico. Aquí sería bueno decir que ganó, pero no es cierto. Dolorosamente, don Guillermo perdió.
Releerlo es darse cuenta de que sus advertencias han sido en vano. Sus editoriales y sus 'Libretas de apuntes', donde llamaba a los narcotraficantes por su nombre, muestran que son pocas las cosas que han cambiado. La indiferencia, la cobardía, el silencio que permitieron el ascenso de las mafias hace más de 20 años, son los mismos que amparan a la indultable mafia de ahora.
Así escribió en 1985: "El Estado no puede entregárseles a quienes actúan al margen de la ley, contra la ley y a pesar del rigor de la ley. Sería tanto como entregar una fortaleza por la impotencia de luchar contra un enemigo que se está valiendo de todos los hilos para rendir a la autoridad". El hombre que denunciaba sin escudarse en eufemismos dejó su lección invaluable y una familia que ha sabido seguir su ejemplo: su viuda Ana María, sus hijos, su sobrino Fidel que hoy dirige El Espectador y también su hermano Alfonso.
Investigando para escribir estas líneas, encontré una 'Columna de un Espectador', escrita por don Alfonso Cano Isaza días antes de las elecciones del 11 de marzo de 1990. La tituló "De los nombres en mayúsculas y en minúsculas". Los que están en mayúsculas son los candidatos al Senado que merecen su recomendación.
En cambio, define así a los que están en minúsculas: "Entre los muchos que antepusieron sus personales ambiciones a los intereses de la nación. Abusaron del turismo, los viáticos y los auxilios parlamentarios. Hicieron alianzas torticeras y se lucraron de los dineros del narcotráfico o por lo menos oficiaron de voceros del chantaje del narcoterrorismo, están los siguientes: norberto morales ballesteros, maría izquierdo, jairo ortega, alberto santofimio botero, ricardo rosales zambrano, mario uribe escobar, ernesto lucena quevedo, álvaro uribe vélez, germán huertas combariza, jaime arizabaleta calderón, fabio salazar gómez, césar pérez garcía, fernando carvajalino cabrales, darío martínez, tiberio villarreal, elmo cruz, carlos pineda chillán, otto ortiz, luis vicente serrano silva, carlos muñoz paz, enrique barco guerrero, luis eduardo córdoba barahona, jorge eliseo cabrera, alfonso salamanca, lucio pabón, rodolfo rivera staffer, rafael cely, ricaurte lozada, rafael forero fetecua, josé name terán, juan slebi y varios miles de nombres más".Honrar la memoria de don Guillermo Cano es recordar cada día el valeroso ejemplo de él y de los suyos.
Así como su memoria selló su destino, un olvido propio de su carácter despalomado le regaló unas horas adicionales de vida. Ese 17 de diciembre, a la hora del almuerzo, don Guillermo Cano escarbó en sus bolsillos, revisó cada cajón del escritorio. Buscaba las llaves del carro porque quería ir a su casa a almorzar. No las encontró y con su timidez de siempre, pidió que un carro del periódico lo llevara.
Los sicarios lo esperaban afuera, pero como iba en un carro distinto pensaron que podía ser otro y después de seguirlo por unas cuadras lo dejaron ir. Pasó plácidamente esas últimas horas en su hogar, volvió al periódico y poco después de cerrar edición a las 7:15 de la noche, agarró las esquivas llaves del Subaru y salió a encontrar la muerte.
Don Guillermo, como todo el mundo lo llamaba por el respeto que inspiraba, fue un defensor de la verdad por encima de su vida e incluso de la tranquilidad económica suya y de su familia. Con un coraje incomparable enfrentó a la mafia, a los políticos que le servían y al poder económico. Aquí sería bueno decir que ganó, pero no es cierto. Dolorosamente, don Guillermo perdió.
Releerlo es darse cuenta de que sus advertencias han sido en vano. Sus editoriales y sus 'Libretas de apuntes', donde llamaba a los narcotraficantes por su nombre, muestran que son pocas las cosas que han cambiado. La indiferencia, la cobardía, el silencio que permitieron el ascenso de las mafias hace más de 20 años, son los mismos que amparan a la indultable mafia de ahora.
Así escribió en 1985: "El Estado no puede entregárseles a quienes actúan al margen de la ley, contra la ley y a pesar del rigor de la ley. Sería tanto como entregar una fortaleza por la impotencia de luchar contra un enemigo que se está valiendo de todos los hilos para rendir a la autoridad". El hombre que denunciaba sin escudarse en eufemismos dejó su lección invaluable y una familia que ha sabido seguir su ejemplo: su viuda Ana María, sus hijos, su sobrino Fidel que hoy dirige El Espectador y también su hermano Alfonso.
Investigando para escribir estas líneas, encontré una 'Columna de un Espectador', escrita por don Alfonso Cano Isaza días antes de las elecciones del 11 de marzo de 1990. La tituló "De los nombres en mayúsculas y en minúsculas". Los que están en mayúsculas son los candidatos al Senado que merecen su recomendación.
En cambio, define así a los que están en minúsculas: "Entre los muchos que antepusieron sus personales ambiciones a los intereses de la nación. Abusaron del turismo, los viáticos y los auxilios parlamentarios. Hicieron alianzas torticeras y se lucraron de los dineros del narcotráfico o por lo menos oficiaron de voceros del chantaje del narcoterrorismo, están los siguientes: norberto morales ballesteros, maría izquierdo, jairo ortega, alberto santofimio botero, ricardo rosales zambrano, mario uribe escobar, ernesto lucena quevedo, álvaro uribe vélez, germán huertas combariza, jaime arizabaleta calderón, fabio salazar gómez, césar pérez garcía, fernando carvajalino cabrales, darío martínez, tiberio villarreal, elmo cruz, carlos pineda chillán, otto ortiz, luis vicente serrano silva, carlos muñoz paz, enrique barco guerrero, luis eduardo córdoba barahona, jorge eliseo cabrera, alfonso salamanca, lucio pabón, rodolfo rivera staffer, rafael cely, ricaurte lozada, rafael forero fetecua, josé name terán, juan slebi y varios miles de nombres más".Honrar la memoria de don Guillermo Cano es recordar cada día el valeroso ejemplo de él y de los suyos.
1 comentario:
no sean tan hp
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