Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Con la controversial propuesta de
derogar la Ley de Garantías, Santos exhibe el enorme temor que tiene de perder
el control territorial y político sobre alcaldes y gobernadores, que hoy apoyan
sus esfuerzos de ponerle fin al conflicto armado interno.
Y ese temor existe porque el
Presidente sabe que la implementación de los
acuerdos de La Habana pasan, inexorablemente, por el tamiz de la Paz Territorial. Y esa circunstancia y, a la vez condición, será clave para
consolidar escenarios de posconflicto, y
por ese camino, pacificar el país.
Eso sí, el país debe saber, desde ya,
que la Paz Territorial tendrá disímiles expresiones, conectadas no solo con las
redes clientelares que deberán estar bien aceitadas para próximos eventos electorales, sino con la capacidad
política de alcaldes y gobernadores y, por supuesto, con sus niveles de
gobernabilidad, para convocar a todos
los grupos de poder e interés, para implementar lo que se acuerde en Cuba,
entre los negociadores de las Farc y del Gobierno de Santos.
Tener dichas redes clientelares bien
aceitadas, con la entrega de recursos públicos, es una condición sine quanon
que el Gobierno central debe cumplir, si realmente pretende consolidar estadios
de posconflicto y por esa vía, reconstruir la vida económica, social y política
en aquellos territorios que sintieron con mayor rigor los efectos de un degradado conflicto armado.
Por eso, las elecciones de octubre de
2015 bien pueden ser consideradas como el segundo plebiscito para la paz.
Recordemos que el primero se dio con la reelección de Santos en junio de 2014.
De allí el desespero de Santos al proponer el desmonte de una ley que para lo
único que ha servido es para aplazar la compra de conciencias con recursos
públicos.
Es posible que el talante
democrático, conciliador y la decencia de Santos no sean suficientes para
mantener la Unidad Nacional que hoy lo acompaña. La cercanía de los comicios
hace que el pegante de la mermelada se pierda, de allí el interés de comprar
las conciencias que la paz territorial exigirá.
Con el polémico e inoportuno anuncio,
Santos le dio al Centro Democrático otra oportunidad política para entronizar
en la opinión pública, con el concurso de la Gran Prensa, en especial del Canal
RCN y su producto internacional, NTN24, el imaginario de que su antecesor no
necesitó de mermelada para mantener la unidad en torno a la figura autocrática
y mesiánica de Uribe Vélez. Y el país no puede olvidar que durante ocho años
(2002-2010) el Ejecutivo de la época no solo cooptó al Legislativo, sino que
persiguió y desprestigió al poder Judicial, en particular, arremetió contra
aquellos magistrados de la Corte Suprema de Justicia que condenaron a los
congresistas uribistas por delitos relacionados con el paramilitarismo. Sin duda, en la época de Uribe se compraron muchas conciencias, así este desmemoriado país lo haya olvidado.
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