YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 6 de mayo de 2009

PROYECTOS POLÍTICOS ANACRÓNICOS

Por Germán Ayala Osorio, profesor Asociado y politólogo de la Universidad Autónoma de Occidente

Por cuenta de los anacrónicos discursos populistas y proyectos civilizatorios (disciplinantes) que agencian Uribe (Colombia), Chávez (Venezuela), Correa (Ecuador) y Ortega (Nicaragua), esta parte de la región revive apuestas ideológicas que recuerdan episodios propios de la guerra fría vivida entre Estados Unidos y la URSS, cada nación con sus respectivos satélites.

La carrera armamentista es un elemento distintivo de ese penoso regreso a circunstancias en donde se hizo evidente que las confrontaciones entre izquierda y derecha poco aportaron para que grandes mayorías de ciudadanos en el mundo alcanzaran un anhelado y esperado bienestar. La implosión de regímenes como la URSS y Yugoslavia (la de Tito) son ejemplos tangibles y espejos en los cuales podrían mirarse quienes le apuestan, por ejemplo, a ese poco claro socialismo del siglo XXI. Y la actual crisis económica mundial se eleva como el mejor ejemplo de lo pírrico que resultó el triunfo de este capitalismo deshumanizante. Un espejo en el cual pueden mirarse los neoliberales de marras que rinden culto fervoroso al Mercado.

Otro elemento distintivo se soporta en la elección entre Estado o Mercado. Quienes creen a ciegas que el Estado debe copar todas las dimensiones humanas, hasta lograr estatizar el comportamiento ciudadano, olvidan el dinamismo de la sociedad y del propio Estado, que no son más que inacabadas ideas que no se paralizan por la imposición de un régimen político que pretende controlar lo que se presenta cambiante y por lo tanto, difícil de dominar.

En el otro lado están los que creen a pie juntillas en que el Mercado lo arregla todo y que su mano invisible no sólo dinamiza las variables económicas, sino que es capaz de hacer felices a amplías mayorías, con el solo hecho de generar positivas expectativas para el consumo.

Cada uno de los arriba mencionados jefes de estado, a su manera, exalta su proyecto político y revive la lucha entre izquierda y derecha, confrontación que poco o nada ha logrado en materia de garantizar una vida digna para amplias mayorías, con el pleno ejercicio de sus derechos.

Especialmente Chávez, Correa y Uribe son defensores acérrimos de sus anacrónicos proyectos políticos en los que se destaca la persecución a sus adversarios, críticos y detractores, haciendo del Estado un factor de terror y miedo.

Quizás valga la pena recordar a Ortega y Gasset cuando señaló que “ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil. Ambas, en efecto son formas de hemiplejía moral”.1

Absurdos resultan estos regímenes políticos que se afianzan a pesar de las inequidades que brillan a lo largo y ancho de los territorios que desean controlar. Incapaces de generar cambios sustanciales en las circunstancias históricas que han garantizado la ilegitimidad de sus Estados, gobiernan con el miedo que generan sus ejércitos y policiales, dispuestos a dominar, castigar, convencer o desaparecer a quien señale equívocos cuando ejercen su poder para consolidar minorías aglutinadas en partidos únicos al servicio de contadas elites.

En lugar de buscar consensos lo suficientemente fuertes para establecer órdenes sociales legítimos, en los cuales sean posibles el disenso, la confrontación de las ideas, en los que sea posible que cada uno de sus ciudadanos, de acuerdo con su esfuerzo, alcance a llevar una vida digna, con acceso efectivo a servicios de salud, educación, vivienda y recreación, entre otros, estos populistas buscan un lugar en la historia, repitiendo los errores de otros que también se creyeron salvadores y libertadores. Ello significa que la hemiplejía moral de la que habló Ortega y Gasset es un asunto histórico del que pueden sufrir aquellos que insisten ubicarse a la izquierda o a la derecha.

Adenda: la paz es el escenario, es el estadio en donde menos se nota la estupidez humana; lo contrario sucede cuando guerreros y guerreristas conciben escenarios o estadios de guerra, para exponer cuán estúpidos y perversos podemos ser los seres humanos. Por ello, hay que rechazar a quienes han hecho de la guerra una forma de vida. Ellos son: guerrillas, paramilitares, militares y gobiernos, que aunque civiles, le hacen el juego a los guerreros.
1. ORTEGA Y GASSET. La rebelión de las masas. España: Tecnos, segunda edición. p. 102.

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