Por Germán Ayala
Osorio, comunicador social y politólogo
Conocidos los
resultados de la jornada electoral del domingo 25 de mayo, Colombia se prepara
para una segunda vuelta presidencial el 15[1]
de junio, con varios hechos, datos y
circunstancias que deben ser tenidos en cuenta de cara a la crucial
jornada en la que se definirá la continuidad o no del actual Gobierno.
Hay un primer
elemento en el que hay que insistir: la
sociedad colombiana es, en su mayoría, de derecha. Esta constatación se
apoya en la votación[2]
obtenida por los candidatos Zuluaga, Santos y Ramírez, todos ex funcionarios de
Álvaro Uribe Vélez[3],
responsable cultural y político del develamiento de una sociedad considerada
histórica y equivocadamente como ‘liberal’[4].
El único tema o asunto que distancia al
Presidente-candidato de Zuluaga (candidato de Uribe) y de Ramírez[5]
es la búsqueda de la paz. Por el contrario, el modelo económico neoliberal es
el eje sobre el cual se articulan tanto los proyectos políticos individuales de
los tres aspirantes, incluyendo al actual Presidente Santos, como el del ex
presidente Uribe, convertido de tiempo atrás en el gran elector[6]
del país. la única candidata que habló de revisar el modelo económico fue Clara
López del PDA.
En segundo lugar,
que el país continúa en una fuerte polarización política expresada en la
dicotomía Paz-Guerra. Con la búsqueda de la primera, a través del apoyo al
proceso de paz de La Habana estuvieron Clara López, del PDA, Enrique Peñalosa,
de Alianza Verde y por supuesto, el Presidente- Candidato. Por el contrario, en
contra de las negociaciones entre Farc y Gobierno y a favor de la continuidad de la
confrontación armada estuvieron Zuluaga y Marta Ramírez, claros exponentes de esa ‘burocracia armada[7]’
que, enquistada en sectores de la Fuerza Pública, se oponen, junto a millones
de colombianos, al fin del conflicto y a la búsqueda de una paz negociada y
consolidada por la vía del diseño de exigentes, pero posibles escenarios de posconflicto.
En tercer lugar,
quedó claro para esta primera vuelta presidencial que hay un voto de opinión muy
fuerte que acompañó a los candidatos Peñalosa, Clara López y Marta Ramírez[8],
que se presentaron a la contienda sin las poderosas maquinarias de Santos y
Zuluaga[9].
Y para destacar de ese voto inteligente y libre, los que lograron las dos
mujeres en contienda. Este es un elemento importante hacia el futuro pues es
expresión, tanto de colombianos y colombianas, de un indudable cansancio frente al histórico
liderazgo de hombres en el manejo de asuntos del Estado, especialmente en la
manera como se orienta los asuntos públicos desde la Presidencia de la
República[10].
En cuarto lugar, se
constata nuevamente la baja y empobrecida cultura política de millones de
colombianos que continúan dejando la responsabilidad en la toma de decisiones y
los destinos del país, en sus conciudadanos. Con una abstención[11]
cercana al 60% se golpea la legitimidad
de las instituciones democráticas y de la democracia misma como régimen de
poder. De mantenerse la abstención en esos límites, la legitimidad del próximo
gobierno será relativa.
En quinto lugar, el
voto blanco fue protagonista, aunque no alcanzó los guarismos que algunas
firmas encuestadoras le dieron recién empezaron a hacer estudios y a medir la
intención de voto de los colombianos. En la medida en que las campañas
resultaban más cercanas a los votantes,
el voto en blanco perdió presencia en las encuestas. A pesar de la reducción en
las mediciones de las empresas encuestadoras, no es despreciable la cifra de
770.596 votos en blanco[12].
Y en sexto lugar,
hay que advertir que a pesar de contar con el concurso de la gran prensa
capitalina, Santos no logró ganar en primera vuelta, lo que puede indicar que
tanto RCN como Caracol y otros medios que se dejaron cooptar por la Presidencia
y presionar por el llamado ‘efecto Gonzalo’[13],
vienen perdiendo credibilidad en un electorado que en su mayoría parece haberse
quedado en el unanimismo ideológico[14]
y político que esa misma prensa consolidó en los dos periodos de Uribe Vélez,
quien sí logró la reelección sin necesidad de una segunda vuelta.
Lo que se viene
Al no alcanzar el
triunfo en primera vuelta, Santos no solo pone en riesgo su reelección, sino la
continuidad del proceso de paz. Y sobre este elemento deben girar las próximas
actuaciones de los negociadores del Gobierno y de las Farc. Es urgente avanzar
con celeridad en los otros puntos de la Agenda de Paz, pactada a seis puntos,
pero sobre todo, la cúpula de las Farc debe extender el cese unilateral del
fuego, al tiempo que Santos debe pensar en poner en la mesa de diálogo a un
militar activo, para quitarle fuerza a los rumores y a las claras molestias que
al interior de las FFMM existen frente a temas como la reducción del número de
efectivos y del presupuesto en eventuales escenarios de posconflicto.
De igual manera,
con un general sentado en la mesa de diálogos, será más fácil lograr un cese
bilateral del fuego. Allí Santos debe actuar con mayor firmeza y claridad. Pero
sobre todo, debe desarticular y buscar contrarrestar las redes clientelares y
los vínculos de afecto que Uribe consolidó al interior de la Fuerza Pública[15].
En el poco tiempo
que queda para la segunda vuelta presidencial, Santos y sus asesores deberán
revisar muy bien qué pasó el domingo 25 de mayo. Varios datos para revisar:
Santos perdió en Boyacá, Bogotá, Caldas, Quindío, Antioquia y Risaralda, fortines culturalmente cercanos a
su mentor, pero que guardan relación con los conflictos agrarios de los últimos
meses, especialmente las protestas de campesinos boyacenses. De igual manera
debe revisar el nivel de aceite de la maquinaria electoral de la Costa
Atlántica, que al parecer no persuadió a un electorado que se quedó en casa y
que no salió masivamente a respaldarlo, a pesar de haber ganado en todos los
departamentos de la Costa Atlántica en donde se soporta el poder de los
‘barones’ electorales que lo acompañan dentro de la llamada Unidad Nacional.
Dado el ambiente
mundialista que los medios masivos vienen inoculando en las audiencias, el país
debe entender que pasaron los primeros 90 minutos de un partido pactado a 180.
En adelante, habrá borrón y cuenta nueva. Conquistar los votos de Peñalosa y de
Clara López debe hacer parte de la estrategia para enfrentar ese segundo
tiempo.
Y la verdad es que
no sorprende que este país siga polarizado entre quienes buscan ponerle fin al
conflicto armado y los que a toda costa quieren la continuidad de la guerra.
Con un elemento adicional: la gran posibilidad de regresar a los aciagos años
del periodo 2002-2010 y a que nuevamente
se intente el desmonte del Estado Social de Derecho y se instale el Estado de
Opinión con el que Uribe debilitó las instituciones y la institucionalidad
estatal a través de su carácter
mesiánico y autocrático.
Un fenómeno que se
va a presentar en la segunda vuelta se expresa en lo que se llama el voto de
Conveniencia (o votar en contra de). El voto de opinión y de rechazo a la
pugnacidad y al sucio enfrenamiento entre las campañas de Santos y Zuluaga tuvo
su oportunidad en esta primera vuelta, especialmente en las votaciones
alcanzadas por Marta Ramírez, Clara López y Enrique Peñalosa. En adelante, el
voto de Conveniencia aparecerá con fuerza. Y allí sabrá el país cuál es el
verdadero nivel de polarización entre aquellos que se la juegan por el fin del
conflicto y/o la continuidad de la guerra interna; o en otro sentido, entre el
mantenimiento de una débil institucionalidad o en el desmonte total de esta,
para favorecer el mesianismo-populismo-autoritarismo que encarna Uribe Vélez.
En esa misma línea,
entonces, aparecerá en escena el fenómeno TCU (Todos Contra Uribe) con el cual
Santos posiblemente reciba el voto de independientes, académicos y de otros que
creen en la necesidad de poner fin al conflicto. TCU se enfrentará al también
fenómeno ARR (A Recuperar el Rumbo), que no es otra cosa que el regreso de la
nefasta Política Pública de Defensa y Seguridad Democrática (PPDSD), con la que
se desconoció la existencia del conflicto armado interno y se impuso el
discurso antiterrorista que surgió después de los hechos del 9/11.
[1] Un
día después del primer partido de la selección Colombia de Mayores, en el
Mundial de Fútbol de Brasil. Un resultado negativo puede influir en un
electorado que cada vez más busca refugio en el fútbol para dar cuenta allí de sus incertidumbres.
[2] Sumados los votos obtenidos
por Zuluaga, Santos y Ramírez se alcanza
un guarismo nada despreciable: 9 millones de colombianos (escrutado el 99.6%,
la cifra llegaba a los 9´042.836 votos). Y agregados los sufragios de
Enrique Peñalosa (centro derecha, pero respaldado por
senadores de izquierda) y de Clara López, la cifra alcanza los 3 millones de
sufragios (escrutado el 99.6%, la cifra llegaba a los 3’019.511).
[3] Uribe Vélez es responsable,
además, de la entronización de un ethos
mafioso (corrupción, clientelismo y el Todo vale) y belicoso con el que el país
culturalmente se empobreció en medio de una fuerte polarización política.
[4] La sociedad colombiana,
al votar mayoritariamente por las ideas
del partido liberal, coadyuvó a la consolidación de ese imaginario. Pero la
discusión de asuntos como el matrimonio igualitario, la despenalización de la
dosis mínima y del aborto en tres casos, entre otros temas, claramente
demuestran que estamos aún lejos de ser considerados como un país liberal.
[5] Aunque no se opone al proceso
mismo, sí expuso en su campaña que le pondría límites en el tiempo y la
exigencia de un cese al fuego solo a las Farc. Por ello estaría más cerca de
Zuluaga.
[6] Véase en el blog La Otra
Tribuna, http://laotratribuna1.blogspot.com/2014/05/todos-contra-uribe-el-gran-elector.html
[7] Esa ‘burocracia’ armada tiene
eco y respaldo en la Asociación Nacional de Oficiales Retirados, Acore, en las
familias de militares activos y retirados; pero especialmente, cuenta con el
respaldo de militares activos interesados en mantener la guerra interna, dado
que el presupuesto militar es un botín sobre
el que poco control fiscal y político se hace en Colombia.
[8] Los grandes ‘barones’
electorales del partido conservador no apoyaron a la candidata Ramírez. Según
ella misma, su campaña contó con el respaldo de las bases jóvenes de su partido conservador.
[9] La gran maquinaria la tiene
casi toda a su servicio el Presidente-candidato, pero no se puede olvidar que
hay poderosos sectores políticos, económicos, militares y sociales que aún
respaldan a Uribe Vélez, el jefe político de Zuluaga y quien sin duda le dirá
qué decisiones debe tomar desde la Casa de Nariño si eventualmente llega al
Solio de Bolívar. De esta forma, se daría el regreso de Uribe en cuerpo ajeno.
Es posible encontrar votos libres en los obtenidos por Zuluaga, pero no se
puede desconocer que detrás de la votación alcanzada están votos de simpatía
hacia Uribe, líder negativo de gran recordación en sectores godos. Véase: http://laotratribuna1.blogspot.com/2012/03/el-regreso-de-uribe-se-esta-cocinando.html
[10] El carácter belicoso con el
que gobernó Uribe y con el que continuó en sus actividades proselitistas da
buen cuenta de una masculinidad vengativa, dañina e inconveniente para un país
con una empobrecida cultura del diálogo y de respeto al otro, a la opinión
ajena.
[11] Algunas cifras de la
abstención: 1990, 57,52%; 1994, 66,0%; 2010, 50,71% y 2014, alcanzó el 60%.
[12] Algunos datos históricos del
voto en Blanco: en 1998, alcanzó 373.659; en 2002, 196.116; en 2006, 226.297;
en 2010, 44.274; y en 2014, primera vuelta, 770.596. Datos obtenidos de la
emisión del Noticiero Noticias Uno, edición del domingo 25 de mayo.
[13] Lo cierto es que los medios
estaban con Santos. Así lo confirma Omar Rincón en Razón Pública: “La verdad es que los medios y periodistas creían que
hacían una cosa: apoyar al presidente y a la paz, pero informaron a favor de El
Zorro y de la guerra. ¡Gran paradoja!”. http://www.razonpublica.com/index.php/politica-y-gobierno-temas-27/7644-de-uribe-como-h%C3%A9roe-medi%C3%A1tico-en-una-campa%C3%B1a-donde-%C3%A9l-no-era-candidato.html?highlight=WyJqdWFuaXRhIiwibGVcdTAwZjNuIiwianVhbml0YSBsZVx1MDBmM24iXQ==; “En
El Espectador, el segundo diario de circulación nacional después de El Tiempo,
se vive lo que podría llamarse “el efecto Gonzalo”, como le dijo una fuente
conocedora a La Silla. Se trata de la influencia que ejerce en la sección
política de ese periódico Gonzalo Córdoba Mallarino, presidente de Caracol TV y
de El Espectador, ahijado de Julio Mario Santo Domingo (el dueño de los dos
medios) y amigo personal del presidente Juan Manuel Santos y de su fórmula
Germán Vargas Lleras”. Tomado de http://lasillavacia.com/historia/los-directores-de-la-gran-prensa-se-alinean-con-la-reeleccion-47256
[14] Véase De la democracia
radical al unanimismo ideológico, medios de comunicación y seguridad
democrática. UAO, 2006. Y a López de la Roche,
[15] Las familias de militares
activos y retirados constituyen un caudal electoral que no se puede despreciar.
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