viernes, 23 de mayo de 2014

En el Gran Debate lo que menos hubo fue debate

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

En el Gran Debate de RCN, en alianza con otros medios, no hubo debate. Esa es la verdad. Y no lo hubo porque el formato y los periodistas responsables de las preguntas lo impidieron. Veamos porqué. En primer lugar, inició el encuentro entre los cinco aspirantes a la presidencia de Colombia con el tema y los asuntos que han enfrentado en las últimas semanas a los dos candidatos más opcionados de la derecha y la ultraderecha, Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga. En segundo lugar, el tiempo asignado para cada uno de los participantes impide que puedan elaborar y explicar los alcances de sus programas de gobierno. 

En tercer lugar, las periodistas que preguntaban son hábiles en hechos coyunturales, pero no en asuntos estructurales, sobre los cuales debió girar el debate. La presencia de las tres periodistas busca garantizar el ‘show’ mediático y los temas, para dedicar, como lo hacen desde tempranas horas de la mañana en la emisora La FM, a recoger curiosidades y al falso gesto de reconciliación que protagonizaron Santos y Zuluaga, aupados por la periodista Dávila. La propia revista Semana señala hoy en su edición digital que “el primer debate entre los cinco aspirantes a las elecciones presidenciales de Colombia estuvo marcado por los enfrentamientos personales entre los dos favoritos: el presidente Juan Manuel Santos y el opositor Oscar Iván Zuluaga[1].

Lo que vimos los colombianos la noche del jueves 22 de mayo fue un encuentro de comentarios y de pullas de Santos y Peñalosa contra Zuluaga y de éste último contra el Presidente-candidato. Insisto en que no hubo debate. Sirvió eso sí, para confirmar que candidatas como Marta Lucía Ramírez, en línea ideológica con el Procurador Ordóñez, se opone al matrimonio igualitario, asunto este que la ubica como una mujer no sólo conservadora, sino premoderna.

También sirvió el sonado ‘Gran Debate’ para confirmar la evidente animadversión de Zuluaga  hacia Juan Manuel Santos, inoculada muy seguramente por su jefe -o patrón- Álvaro Uribe Vélez. En esa línea, Santos supo sacarlo de casillas al advertir que si no toma distancia de Uribe, se convertirá en un títere. Zuluaga, de manera torpe, mordió el anzuelo y reaccionó exigiendo respeto.

Si de lo que se trata es de señalar a quién le fue mejor, considero que Santos  y Clara López se vieron más serenos y convencidos de sus ideas. Por el contrario, Zuluaga se veía nervioso y luego incómodo y molesto porque se tocó el tema de Sepúlveda y el video en el que aparece con este ‘hacker’ ‘planeando’ acciones en contra del proceso de paz de La Habana. Peñalosa confirmó su dificultad para improvisar discursos. No es hábil con la palabra. Ramírez, la candidata del fragmentado e insepulto partido conservador, se notó desesperada por el tema con el que se inició el encuentro televisivo de los aspirantes a la presidencia y luego, un tanto incómoda por no poder presentar de una mejor manera sus propuestas.

Es una verdadera lástima que un espacio tan importante, en un horario privilegiado, se haya desperdiciado de esa manera. El sonado ‘Gran Debate’ terminó siendo el correlato de una campaña electoral pobre en propuestas y llena de agravios entre Santos y Zuluaga.

Un debate serio debe permitir que cada candidato, en un lapso de 10 a 15 minutos explique su programa de gobierno. Claro está, deberá hacerlo en líneas gruesas, pero exhibiendo claridad en torno a la consecución de nuevos recursos fiscales, el manejo de la macroeconomía, pero especialmente el modelo económico. Fue Clara López la única que hizo referencia a este estructural asunto. Pero dado que el formato no lo permitía y los periodistas presentes no deben estar preparados para dar una discusión de ese talante, entonces el asunto pasó como un simple comentario.

Por ello, sería importante que las propuestas de los candidatos sean evaluadas y criticadas por académicos y expertos como Pedro Medellín Torres y Salomón Kalmanovitz, entre otros. La discusión debería girar en torno al modelo económico y al sistema democrático. Pero el debate debe darse sobre una base conceptual y sobre hechos reales y concretos, sin que ello reduzca lo complejo a preguntas que deben contestarse sí o no, como las planteadas por las periodistas en el último bloque del ‘Gran Debate’.

Con el formato utilizado para el ‘Gran Debate’ se buscaba reducir lo complejo, a simples comentarios, en medio de pullas entre los candidatos. Y lo lograron. Desde esa perspectiva, RCN y Semana se anotaron un ‘hit’ periodístico. Pero olvidan sus directivas que ese tipo de triunfos empobrecen todavía más a una opinión pública que históricamente ha sido incapaz de discernir  y discutir con argumentos, asuntos públicos como los que medio se abordaron anoche.

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