Por Germán
Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
En el Gran Debate de RCN, en alianza con otros
medios, no hubo debate. Esa es la verdad. Y no lo hubo porque el formato y los
periodistas responsables de las preguntas lo impidieron. Veamos porqué. En
primer lugar, inició el encuentro entre los cinco aspirantes a la presidencia
de Colombia con el tema y los asuntos que han enfrentado en las últimas semanas
a los dos candidatos más opcionados de la derecha y la ultraderecha, Juan
Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga. En segundo lugar, el tiempo asignado para
cada uno de los participantes impide que puedan elaborar y explicar los
alcances de sus programas de gobierno.
En tercer lugar, las periodistas que preguntaban
son hábiles en hechos coyunturales, pero no en asuntos estructurales, sobre los
cuales debió girar el debate. La presencia de las tres periodistas busca
garantizar el ‘show’ mediático y los temas, para dedicar, como lo hacen desde
tempranas horas de la mañana en la emisora La FM, a recoger curiosidades y al
falso gesto de reconciliación que protagonizaron Santos y Zuluaga, aupados por
la periodista Dávila. La propia revista Semana señala hoy en su edición digital
que “el primer
debate entre los cinco aspirantes a las elecciones presidenciales de Colombia estuvo marcado por los enfrentamientos
personales entre los dos favoritos: el presidente Juan Manuel Santos y el
opositor Oscar Iván Zuluaga”[1].
Lo que vimos los colombianos la noche del jueves 22
de mayo fue un encuentro de comentarios y de pullas de Santos y Peñalosa contra
Zuluaga y de éste último contra el Presidente-candidato. Insisto en que no hubo
debate. Sirvió eso sí, para confirmar que candidatas como Marta Lucía Ramírez,
en línea ideológica con el Procurador Ordóñez, se opone al matrimonio
igualitario, asunto este que la ubica como una mujer no sólo conservadora, sino
premoderna.
También sirvió el sonado ‘Gran Debate’ para confirmar
la evidente animadversión de Zuluaga hacia
Juan Manuel Santos, inoculada muy seguramente por su jefe -o patrón- Álvaro
Uribe Vélez. En esa línea, Santos supo sacarlo de casillas al advertir que si
no toma distancia de Uribe, se convertirá en un títere. Zuluaga, de manera
torpe, mordió el anzuelo y reaccionó exigiendo respeto.
Si de lo que se trata es de señalar a quién le fue
mejor, considero que Santos y Clara
López se vieron más serenos y convencidos de sus ideas. Por el contrario,
Zuluaga se veía nervioso y luego incómodo y molesto porque se tocó el tema de
Sepúlveda y el video en el que aparece con este ‘hacker’ ‘planeando’ acciones
en contra del proceso de paz de La Habana. Peñalosa confirmó su dificultad para
improvisar discursos. No es hábil con la palabra. Ramírez, la candidata del
fragmentado e insepulto partido conservador, se notó desesperada por el tema
con el que se inició el encuentro televisivo de los aspirantes a la presidencia
y luego, un tanto incómoda por no poder presentar de una mejor manera sus
propuestas.
Es una verdadera lástima que un espacio tan
importante, en un horario privilegiado, se haya desperdiciado de esa manera. El
sonado ‘Gran Debate’ terminó siendo el correlato de una campaña electoral pobre
en propuestas y llena de agravios entre Santos y Zuluaga.
Un debate serio debe permitir que cada candidato, en
un lapso de 10 a
15 minutos explique su programa de gobierno. Claro está, deberá hacerlo en
líneas gruesas, pero exhibiendo claridad en torno a la consecución de nuevos
recursos fiscales, el manejo de la macroeconomía, pero especialmente el modelo
económico. Fue Clara López la única que hizo referencia a este estructural
asunto. Pero dado que el formato no lo permitía y los periodistas presentes no
deben estar preparados para dar una discusión de ese talante, entonces el asunto
pasó como un simple comentario.
Por ello, sería importante que las propuestas de los
candidatos sean evaluadas y criticadas por académicos y expertos como Pedro
Medellín Torres y Salomón Kalmanovitz, entre otros. La discusión debería girar
en torno al modelo económico y al sistema democrático. Pero el debate debe
darse sobre una base conceptual y sobre hechos reales y concretos, sin que ello
reduzca lo complejo a preguntas que deben contestarse sí o no, como las
planteadas por las periodistas en el último bloque del ‘Gran Debate’.
Con el formato utilizado para el ‘Gran Debate’ se
buscaba reducir lo complejo, a simples comentarios, en medio de pullas entre
los candidatos. Y lo lograron. Desde esa perspectiva, RCN y Semana se anotaron
un ‘hit’ periodístico. Pero olvidan sus directivas que ese tipo de triunfos
empobrecen todavía más a una opinión pública que históricamente ha sido incapaz
de discernir y discutir con argumentos, asuntos
públicos como los que medio se abordaron anoche.
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