Por
Germán Ayala Osorio, Columna EL PUEBLO
Mientras
los desastres ambientales aparecen cada vez más con mayor frecuencia, el país
político sigue atento a una campaña presidencial en la que predominan débiles
propuestas de Gobierno, sostenidas mas en los ingenuos sueños de los cinco
candidatos en contienda, que en el convencimiento y las posibilidades reales de
poder ponerlas en marcha para cambiar el rumbo de un país que da tumbos como
orden institucional.
Las
tímidas reacciones de los candidatos a la presidencia y de la sociedad en
general frente a los desastres ambientales que viene dejando a su paso la
locomotora minero-energética, son el correlato de un país biodiverso en el que
la conciencia y el pensamiento ambientales brillan por su ausencia.
Y
lo cierto es que la discusión ambiental y los asuntos relacionados con el
manejo de la biodiversidad no han permeado a una sociedad atormentada por los
efectos de la guerra interna y las incertidumbres que produce un modelo de
económico que pauperiza cada día más las condiciones de vida de millones de
colombianos, que sobreviven amontonados en ciudades violentas que también
afrontan problemas ambientales por la contaminación del aire y de sus fuentes de
agua.
Esa
misma sociedad es la que hoy está más preocupada por la recuperación del
futbolista Radamel Falcao García, de la selección de fútbol de mayores, y el
inicio del Mundial de ese mismo deporte, que por los problemas sociales y
ambientales que vienen dejando las exploraciones y explotaciones de petróleo,
oro y carbón, entre otros recursos, en zonas como el Chocó Biogeográfico, los
Llanos Orientales y veredas cercanas a ciudades y pueblos como Cali,
Buenaventura y Santander de Quilichao, entre muchos más.
El
reciente hecho socio ambiental acaecido en zona rural de Santander de Quilichao,
en el norte del Cauca, confirma no sólo la debilidad del Estado local, regional
y nacional para controlar a la minería legal e ilegal, sino la incapacidad que
exhibe una sociedad civil urbanizada para discernir en torno de un desarrollo
extractivo que medianamente asegura la supervivencia de cientos de miles de
familias que hoy abren socavones, derriban selvas y desvían ríos, al tiempo que
pone en riesgo la vida y la calidad de vida de millones de colombianos y las de
las próximas generaciones.
Se
suma a lo anterior, que los tratamientos periodístico-noticiosos no están
pensados para confrontar la política minera del Gobierno de Santos y destapar
los garrafales errores cometidos por la administración Uribe al convertir la
entrega de licencias de exploración y explotación en una feria sin igual. Por
el contrario, la gran prensa cubre los eventos ambientales sin prever la
gravedad de las crisis socio ambientales que viene dejando una apuesta de
desarrollo extractivo, en medio de débiles instituciones de control ambiental
sumidas en la politiquería, el clientelismo y la falta de rigor técnico y
científico.
Gracias
a dichos tratamientos noticiosos, sin contexto y sin la más mínima claridad
conceptual sobre el trasfondo político, científico y cultural que esos mismos
hechos tienen, no se puede esperar que el grueso de la sociedad colombiana tome
consciencia sobre los graves problemas sociales y ambientales que genera la locomotora
minero-energética del Gobierno de Santos.
Mientras
el Presidente-candidato y los demás candidatos a la presidencia desestiman los
efectos nocivos que dejan las actividades extractivas de este boom minero, solo queda esperar que las
universidades publiquen informes de investigación y los expertos ambientales
escriban columnas de opinión en los grandes diarios.
Es
decir, lo sucedido en Santander de Quilichao, en el norte del departamento del
Cauca, es apenas uno de los tantos desastres ambientales que veremos
registrados en los medios, si es que los canales de televisión privados deciden
abrir espacios a los próximos eventos ambientales que sucederán en medio de las
transmisiones de los partidos del Mundial de Fútbol en Brasil.
Muy
seguramente resultará reelecto el presidente Santos, lo que significa que los
desastres ambientales continuarán por cuenta de la minería legal e ilegal. Ese
es el futuro que le espera a Colombia con un desarrollo extractivo que no tiene
en cuenta los límites de resiliencia de numerosos y frágiles ecosistemas
naturales y con una sociedad urbana preocupada por otros problemas, como el
desempleo y las múltiples violencias y distraída
por la cercanía del Mundial de Fútbol a realizarse en Brasil.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario