miércoles, 7 de mayo de 2014

EL COLAPSO DEL ESTADO Y CRISIS SOCIALES EN CALI, BUENAVENTURA Y SANTANDER DE QUILICHAO

Por Germán Ayala Osorio,  comunicador social y politólogo


Varios hechos recientes y otros no tanto, son expresiones inequívocas de que en dos departamentos del  suroccidente colombiano, Valle del Cauca y Cauca, hay graves problemas de legitimidad y de gobernabilidad de mandatarios locales y claro está, de los propios gobernadores. 

Baste con señalar tres casos municipales para sostener que hay una clara crisis política y de representación en el Valle del Cauca y en el Cauca. Señalo dos casos para el Valle del Cauca y uno para el Cauca. Inicio con la capital del Valle.

Las múltiples violencias que afronta Cali no sólo dejan en evidencia la nula efectividad de las respuestas policivas ordenadas por el alcalde Guerrero y sus antecesores para enfrentar tanto el crimen organizado, como la delincuencia común, sino el desinterés de las autoridades civiles, militares y eclesiásticas para tratar de comprender qué es lo que sucede en la capital del Valle, con una tasa de homicidios que la tiene como la cuarta ciudad más violenta del mundo.

Es claro que el aumento del pie de fuerza y los toques de queda son estrategias que sólo sirven para criminalizar y estigmatizar a cientos de miles de ciudadanos que sobreviven en zonas de la ciudad en condiciones claras de vulnerabilidad. Al señalar a las pandillas y a algunas bandas criminales que operan dentro de la urbe como únicas responsables de los homicidios y de la violencia generalizada, se ocultan las finas relaciones que existen entre diversos actores generadores de violencia que están asociados con sectores legales e ilegales, lo que claramente evidencia una crisis ética y moral de la sociedad caleña y de la institucionalidad del Estado local, y por ese camino, de un débil Estado regional, correlato de la precariedad del Estado nacional.

A los problemas que enfrenta la ciudad de Cali se suman el colapso del Estado municipal en Buenaventura. La Ciudad Puerto afronta de tiempo atrás graves problemas de orden público y una clara degradación social, fruto de la combinación de varios factores a saber: falta del Estado en los ámbitos nacional, regional y local. Penetración paramilitar y mafiosa en la sociedad y en sectores del Estado local. Luchas por rutas del narcotráfico y por el control territorial de zonas de explotación aurífera y una palpable, pero no reconocida exclusión étnica de una élite ‘blanca’  que desde Cali y la región mira con desdén a los afrocolombianos que sobreviven en condiciones lamentables en esteros y en las zonas marginales de Buenaventura. Y no se puede desconocer que subsisten problemas de liderazgo en las comunidades afrocolombianas organizadas.

De esta forma, los casos de Cali y Buenaventura sirven para evidenciar que el departamento del Valle del Cauca, como actor político y administrativo deviene en una crisis de liderazgo político, determinante para que las fuerzas ilegales organizadas y con nexos con sectores legales de la sociedad civil, ganen terreno y alcancen legitimidad dentro de una sociedad con procesos civilizatorios en vía de colapsar dado que no hay referentes de orden para seguir y emular.


Ahora miremos lo que sucede en otra zona de esta parte del suroccidente colombiano: el departamento del Cauca. Los históricos problemas de orden público que soporta el Cauca, a los que se suman los conflictos socio ambientales de una agresiva minería legal e ilegal que se posó en puntos estratégicos de su geografía, facilitan que episodios como el que recientemente ocurrió en el municipio de Santander de Quilichao se den en medio de un Estado local, regional y nacional incapaz de controlar no sólo a las fuerzas insurgentes, sino a los ejércitos privados que hoy cuidan las  minas ilegales.

Por su cercanía a la ciudad de Cali, el desastre socio ambiental en zona rural de Santander de Quilichao demanda que las autoridades ambientales y las fuerzas vivas de los departamentos de Cauca y Valle del Cauca entren a evaluar la situación presentada, dado que el río Quinamayó, afluente del Cauca, fuente hídrica que sirve a los caleños y a los vallecaucanos, sufre la contaminación por mercurio que deja la explotación de oro en dicha mina ilegal.

El caso de Santander de Quilichao es la clara expresión de un Estado local ‘capturado’ por fuerzas del narcotráfico que saben aprovecharse del empobrecido capital cultural de cientos de miles de habitantes que no tienen otra opción que enterrarse en profundos huecos para buscar oro y mantener a sus familias. 


Con estos tres casos queda en evidencia una profunda crisis de liderazgo regional y local, que es correlato de la precariedad y de las dificultades que afronta el Estado nacional para erigirse como un orden justo y legítimo. Cali, Buenaventura y Santander de Quilichao hacen evidente la crisis de la política y de los procesos civilizatorios echados a andar con los más mínimos referentes de ética pública, de moralidad y de orden institucional. 

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