El miedo a la paz está
íntimamente relacionado con una ciega confianza en el poder de las armas[1].
Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Asumido
el ‘triunfo’ parcial de la ultraderecha en la primera vuelta presidencial llama
la atención los silencios de la Iglesia Católica, de la Academia y de la clase
empresarial y en general de los grandes ‘Cacaos’, ante el posible regreso de
Uribe Vélez, así sea en el cuerpo de Óscar Iván Zuluaga, su fiel y aconductado
candidato a la presidencia por el Centro Democrático.
Esos
silencios resultan inconvenientes dado que Uribe Vélez desinstitucionalizó el
Estado y clientelizó las relaciones entre el Estado y la sociedad a través de
sus Consejos Comunitarios. Pero además, resultan inaceptables esos silencios porque
Uribe intentó de muchas maneras desmontar el Estado Social de Derecho para
imponer un Estado de Opinión, justo a la medida de su carácter mesiánico y
autocrático. Y para qué insistir en recordar los episodios de las ‘chuzadas’
que desde el entonces DAS se ordenaron contra magistrados de la Corte Suprema
de Justicia, periodistas, críticos y detractores de sus ideas y decisiones de
gobierno.
No
es bueno para una sociedad que camina en medio de incertidumbres, sobre mínimos
éticos y sin referentes claros de orden y de moralidad, que su dirigencia
guarde silencio ante la posibilidad de que regrese en cuerpo ajeno un
presidente camorrero y un líder negativo que debilita el Estado para fortalecer
los procesos de captura del mismo, en los que participan sus más cercanos
amigos y patrocinadores.
¿Pero
qué puede haber detrás de ese silencio? ¿Acaso miedo, complacencia o
quizás una excesiva admiración por el ex
presidente? ¿O simplemente se trata de una postura que contradice el apoyo
inicial que le dieron a Santos para que iniciara las negociaciones de paz con
las Farc? ¿Acaso hay miedo a la paz? ¿O quizás lo acordado hasta el momento no
gusta en esas esferas de poder y sienten que es mejor acogerse de nuevo al
proyecto neoconservador de Uribe? ¿O acaso están siguiendo recomendaciones del
sector castrense que claramente se opone al proceso de paz y a que se le ponga
fin al conflicto armado por la vía de la negociación política?
En
cualquier sentido, no deja de generar dudas y suspicacias el silencio de la
Academia, de los gremios económicos y de la clase empresarial ante el posible
regreso al poder de un mandatario que claramente al gobernar toma atajos y los
caminos no institucionalizados para tomar decisiones de Estado y de gobierno.
Para
destacar, el apoyo que recién brindaron al proceso de paz de La Habana 50
intelectuales[2],
que representan tan solo el pensamiento y la visión centralizada de asuntos que
deberían tener un carácter nacional. Pero no hay un pronunciamiento
generalizado de las Universidades y de los intelectuales, académicos y
profesores de otras regiones del país en torno a la paz, pero sobre todo, en
contra del regreso de Uribe.
Sin
decirlo abiertamente, en el comunicado enviado a los medios, los 50
intelectuales se oponen a la candidatura de Zuluaga, quien funge como el nuevo
señor de la guerra, en consonancia con lo que piensa su mentor y el dueño de su
agenda de Gobierno si es que llega a la Casa de Nariño. En el cuarto punto de
su corta misiva se lee lo siguiente: “nos preocupan
las declaraciones del candidato Zuluaga en las que manifiesta su intención de
congelar las negociaciones y/o exigir nuevas condiciones inamovibles, las
cuales en la práctica podrían conducir al rompimiento del proceso”.
Al
terminar la jornada electoral del 15 de junio de 2014 sabremos si el país
regresará a las noches aciagas que vivimos con Uribe o si por el contrario,
decide continuar respaldando los esfuerzos por ponerle fin al conflicto armado
interno.
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