Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo. Columna CIER- EL PUEBLO. http://elpueblo.com.co/el-lugar-del-fracking/
Existen
hoy suficientes evidencias que confirman que en materia ambiental el Estado
colombiano viene exponiendo su biodiversidad a un incontrolable desarrollo
extractivo, que ya pone en riesgo valiosos ecosistemas hídricos como ríos y
páramos. Lo más probable es que se presenten en el corto y el mediano plazo
conflictos socio ambientales que no siempre se solucionan de manera pacífica.
Y esa negativa exposición la viene haciendo el
Estado desde las administraciones de Uribe y Santos en las que los asuntos
ambientales fueron asumidos desde una autoinducida debilidad institucional,
fruto de la fusión que se hizo en su momento del Ministerio del Medio Ambiente
con otras carteras, lo que terminó dando vida al Ministerio de Medio Ambiente,
Vivienda y Desarrollo Territorial. Así se llamó la cartera que durante los ocho
años del gobierno de Uribe se ocupó de la conservación y del aprovechamiento
racional de los recursos del suelo y del subsuelo. Una forma clara de quitarle
importancia al medio ambiente, hecho que se confirmó con el crecimiento exponencial
de licencias ambientales y de concesiones mineras entregadas durante ese lapso.
Con
la llegada de Santos a la presidencia la situación no cambiaría de fondo, pero
si de forma. Ahora la cartera encargada de los asuntos ambientales pasaría a
llamarse Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. Un nombre
extremadamente grande para una institucionalidad débil y cooptada por intereses
privados, agenciados por el propio gobierno de Santos a través del impulso a lo
que el mismo llama la locomotora minero- energética.
Ante
tal apuesta extractiva, los ambientalistas vienen de tiempo atrás haciendo
sonar las alarmas. En pasados días, nuevamente sonaron de manera estridente
ante el anuncio del gobierno de Santos de autorizar la aplicación de la técnica
del ‘fracking’ para la exploración de gas y petróleo, perforando las entrañas
pétreas del subsuelo.
Ante
los riesgos ecológicos y ambientales que el ‘fracking’ genera, algunos sectores
sociales y de opinión elevaron su protesta. El ex ministro del medio ambiente,
Manuel Rodríguez Becerra, junto a otras figuras, solicitaron al gobierno que se
abstuviera de poner en marcha la controvertida técnica del fracturamiento
hidráulico. Los firmantes de la petición son: el ya nombrado ex gerente del
Inderena, primer ministro del medio ambiente y hoy presidente del Foro Nacional Ambiental; Mary Lou Higgins,
directora de WWF Colombia; César Rodríguez Garavito, socio fundador de
Dejusticia, y Diana Rodríguez Franco, investigadora principal de esta
organización.
Lo cierto es que son tantos los problemas que el país debe
afrontar, que este tipo de asuntos y decisiones no logran ‘filtrarse’ en la
sociedad colombiana porque no resultan fundamentales para las grandes mayorías
que, en otras circunstancias económicas, políticas, sociales y culturales, marcharían
en contra de una técnica que ya ha sido condenada en otros lugares del mundo.
Pero acá en Colombia las mayorías están resolviendo el día a día, la
consecución del alimento; otros tantos en el rebusque y muchos interesados más
en sobrevivir, al tiempo que se distraen consumiendo la empobrecida oferta
cultural de la televisión privada.
Por ello, la carta enviada por Manuel Rodríguez Becerra, Mary
Lou Higgins, César Rodríguez Garavito y Diana Rodríguez Franco, respaldada por
otros académicos y replicada en redes sociales, no será más que el llamado a la
prudencia de unos cuantos que sin ningún apoyo social pretenden que, ante el
uso de una técnica que conlleva riesgos, el Gobierno de Santos dé marcha atrás.
En dos perspectivas se puede concluir sobre el lugar que
tiene el medio ambiente y el ‘fracking’ en las condiciones en las que opera el
Estado colombiano. La primera, que el
tema ambiental no atraviesa la vida de la mayoría de los ciudadanos
colombianos. Y no es un asunto transversal por cuanto aún no hay una conciencia
ambiental consolidada en Colombia. Y no la hay no sólo por falta de educación,
sino porque la sociedad colombiana aún no resuelve problemas básicos: comer,
estudiar y trabajar en el contexto de un país que todavía sufre los horrores de
un conflicto armado interno y las consecuencias sociales de múltiples formas de
violencia urbana.
Y en una segunda perspectiva, se puede concluir que al revisar lo ocurrido en materia ambiental en
Colombia desde el 2002, a
la fecha, es claro que Uribe Vélez aplicó algo así como un “fracking
institucional” para debilitar -quebrar-
las instituciones ambientales; y es claro también que Santos aprovecha
esa labilidad gubernamental para autorizar el uso de una técnica que
socialmente poco interés despierta, pero cuyos efectos pueden resultar en el
mediano y largo plazo devastadores social y ambientalmente.
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