viernes, 10 de octubre de 2014

A QUÉ JUEGA EL MINISTRO PINZÓN

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

A qué juega el ministro de la Defensa, Juan Carlos Pinzón es la pregunta que muchos colombianos se hacen. Nos hacemos. De tiempo atrás el Ministro usa a los medios para “hablarle” duro a las Farc, para llamarlos “terroristas” y para descalificar el cese bilateral al fuego o los comunicados en donde aquellos aceptan o no la autoría de alguna acción armada perpetrada en contra de la Fuerza Pública o contra la infraestructura económica del país.

Pinzón es un civil con un carácter fuerte, e incluso, con vocación militar. Por lo menos, así se presenta ante la opinión pública. No sé si le alcance para ser un líder de la tropa. En ese caso, hacia futuro podría ser un candidato presidencial que con gusto apoyarían Acore, la derecha y la ultraderecha y por supuesto, la creciente burocracia armada que apoya la continuidad de la guerra interna. Ahora bien, no sabemos a ciencia cierta a qué juega Pinzón.

Nuevamente alborotó a los medios masivos, que ávidos de ‘chivas’ y declaraciones de fuentes oficiales, cumplen con la función de ese periodismo que tanto daño hace: generar polémica y consolidar la polarización ideológica y política que ellos mismos vienen aupando desde 2002. Y lo hizo el Ministro con un asunto que no debería porqué generar escándalo y polémica: el viaje o los viajes a La Habana, de Timoleón Jiménez o Rodrigo Londoño Echeverry, máximo jefe de las Farc. Al final de esta columna haré referencia a este asunto.

Puede pensarse que Pinzón sirve a los intereses de la derecha y de los opositores al proceso de paz, en especial a los de aquellos desde las huestes del Centro Democrático atacan a diario los diálogos de La Habana. Esa es una primera lectura posible, que puede explicar el comportamiento del ministro de la Defensa. Es decir, Pinzón sería una ficha del uribismo para mantener la moral de la tropa y por esa vía, ponerle límites al Presidente Santos para que la negociación con las Farc no termine afectando la institucionalidad castrense.

Pero puede haber otra lectura. Pinzón cumple fielmente las órdenes del presidente Santos, que le indica expresamente que se muestre vociferante y duro con las Farc y como un defensor a ultranza de los militares y policías. De esa manera, contendría el discurso y posiblemente apaciguaría los ímpetus de la derecha y la ultraderecha que esperan que el proceso de paz se rompa, para perpetuar la guerra que tantos réditos políticos y económicos les ha entregado de tiempo atrás.

Ese juego de Pinzón haría parte de la estrategia de Santos para controlar al uribismo y a los sectores castrenses no afines a las negociaciones de La Habana. Se trataría de una doble diplomacia: una para la guerra y otra para la paz. Si hay acuerdos con las Farc, entonces Santos gana porque se la jugó a ponerle fin al conflicto, por encima de sus opositores. Si no hay acuerdos, Santos, con la ayuda de Pinzón, pasa a la historia como el jefe supremo de las Fuerzas Armadas que jamás debilitó o puso en riesgo la institucionalidad castrense.

Estaríamos ante un juego peligroso, fruto de esa diplomacia meliflua que tanto parece odiar el hoy senador Uribe Vélez, pero que tan buenos resultados parece traerle a Santos. Y ese juego diplomático, político y mediático resulta peligroso e inconveniente en el mediano plazo porque hay dentro de las filas, oficiales que desconfían no solo de Santos, si no de su Ministro. De todas formas, es un juego que confunde a la opinión pública y que puede terminar afectando la refrendación de los eventuales acuerdos de La Habana, por la vía de un referendo constitucional, que necesitará del favor electoral de millones de colombianos. No hay que olvidar que hay millones de colombianos que aún creen en lo que dicen a diario los noticieros de televisión y en ese periodismo que polariza y que poco análisis hace de los hechos públicos. Ahora bien, si desde ya están pensando en convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, entonces ese juego de Santos y Pinzón no tendría mayor riesgo.

Sobre el viaje o los viajes de “Timochenko”  a Cuba hay que decir que es apenas normal que el máximo jefe de las Farc se reúna con sus cuadros más cercanos, dado que esos encuentros sirven para garantizar cohesión política en una organización que puede devenir fragmentada en tanto que hay frentes que no le están apostando al fin del conflicto, porque les resulta mejor mantenerse en pie de guerra, dado que cuentan con el “combustible” necesario para seguir en la “lucha”: el narcotráfico.

No podemos ver como un hecho negativo que el Gobierno haya facilitado el viaje de “Timochenko” a Cuba. Por el contrario, su llegada a la Isla de los Castro debe verse como un espaldarazo y un hecho que le otorga seriedad al proceso de paz, al tiempo que compromete la palabra del líder máximo de las Farc.


Santos debió hablarle de frente al país sobre el (los) traslados) del líder de las Farc y no usar a su ministro de Defensa para que la opinión pública hoy debata sobre la conveniencia o no de ese (esos) viaje(s). Eso pasa porque Santos no tiene una política de paz consolidada. Sobre el camino va haciendo ajustes. Y ello genera incertidumbres. Si así es ahora que se negocia, cómo será hacia futuro cuando se deba asumir la construcción y consolidación de escenarios de posconflicto. No basta para tener una política de paz la existencia del Marco Jurídico para la Paz y la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.  Y eso parece ser que lo saben tanto las Farc, como Santos. Y allí si hay un riesgo en el sentido en que no sabemos los colombianos el tipo de paz que se pueda estar pactando en La Habana.


Imagen tomada de elnuevoherald.com

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