miércoles, 8 de octubre de 2014

A PROPÓSITO DE LOS ACERCAMIENTOS DE URIBE CON LAS FARC

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Ponerle fin al conflicto armado interno a través del diálogo con las guerrillas ha sido una constante durante varios gobiernos. Para ello, todos los presidentes se han valido de instrumentos legales, del cruce de epístolas con los máximos jefes de varios grupos subversivos y por supuesto, de la tarea silenciosa de emisarios de lado y lado  que han provocado o facilitado encuentros y en varios momentos logaron echar a andar procesos de paz que resultaron exitosos unos y fallidos otros.

La búsqueda de la paz en Colombia es la historia de aciertos y desaciertos que deben comprenderse en el contexto de un conflicto armado que alberga y exhibe, en los bandos enfrentados y en general en la sociedad colombiana, un profundo desconocimiento de sus raíces, motivaciones y conexiones.

Ahora que avanza el proceso de negociación entre el Gobierno de Santos y la cúpula de las Farc y el país conoce acuerdos preliminares con los que se busca avanzar en la construcción de escenarios de posacuerdos[1], que puedan en el tiempo transformarse en escenarios de posconflicto, aparece en la agenda política y mediática un hecho político presentado como escandaloso: que Uribe Vélez, siendo Presidente, mantuvo contactos secretos con las Farc con la intención de lograr ponerle fin a la guerra interna.

El hecho resulta polémico porque pasa por la pluma de un reconocido columnista, quien además mantiene un viejo y fuerte enfrentamiento ideológico y político con el hoy senador del Centro Democrático. Y ello asegura que otros medios reproduzcan con especial interés lo expresado por el periodista Daniel Coronell[2] en su columna publicada en la revista Semana.

De igual forma, ese mismo hecho llama la atención porque Uribe Vélez  se erigió como un líder militar que ofreció acabar, para siempre, con la amenaza terrorista, representada en la presencia histórica y  las actuaciones de las guerrillas, especialmente de las Farc. Y al revelarse que como Jefe de Estado buscó acercamientos con ese grupo guerrillero en particular, su imagen como líder militar se debilita ante cientos de miles de colombianos que le confiaron la pacificación del país por la vía militar y la consecuente eliminación física del enemigo interno. Quizás allí radique su molestia con lo publicado por Coronell, en la medida en que ese hecho político contradice abiertamente el discurso guerrerista que durante ocho años expuso dentro y por fuera del país, y con el cual mantuvo una enorme simpatía y una favorable imagen  en una opinión pública perfectamente manipulada por los medios que hoy hacen eco de su “debilidad” al creer que es posible negociar la paz con terroristas. Pero hay algo más.

Pareciera contradictorio que siendo Presidente le exigiera al Congreso de la época que diera vida a la Política Pública de Defensa y Seguridad Democrática (PPDSD), a través de la cual se negó la existencia del conflicto armado interno, mientras buscaba dialogar con el grupo terrorista de las Farc (en sus palabras diría, los terroristas de la Far). Es posible que haya contradicción en ello, pero dialogar con las guerrillas para buscar ponerle fin al conflicto y lograr un tipo de paz política[3], ha obligado históricamente a los mandatarios colombianos a reunirse y/o a buscar contactos con los líderes guerrilleros. Dichos acercamientos y los procesos de paz adelantados hasta el momento han estado aferrados y anclados no solo a las condiciones internas bajo las cuales el conflicto armado se ha desarrollado, sino a las que impone el contexto externo. Y quizás allí esté la real molestia de Uribe. Me explico.

Uribe Vélez agenció durante ocho años un proyecto político y económico con el que convirtió a Colombia en una gran despensa de materias primas. Y para ello, apoyó la entrada de inversionistas e inversiones extranjeras y de multinacionales a las que mimó con exenciones de impuestos y a las que les facilitó su operación debilitando las instituciones y la institucionalidad ambientales. Y para ejecutar a la perfección ese proyecto neoliberal (reprimarización de la economía) necesitaba pacificar el país, bien eliminando a las guerrillas[4] o negociando con ellas, tal y como se advierte de los ultra secretos encuentros con los líderes farianos, que hoy la prensa divulga.

Así entonces, dadas las presiones que recibió de las multinacionales y del sistema financiero internacional, su proyecto económico necesitaba con urgencia que el país estuviera en paz para poder entregar la biodiversidad al mejor postor. La tarea que le impusieron los actores internacionales y los nacionales, en especial aquellos asociados a los intereses de la gran agroindustria que hoy se posiciona en el sur del país, quedó a medio hacer. Allí radica la real molestia de Uribe con el proceso de paz que adelanta Santos. No porque Santos esté entregando el país a los narcoterroristas de las Farc, sino porque al compartir con Santos el mismo modelo económico, él quería llevarse los créditos en la historia oficial, erigiéndose como el mandatario que al combinar todas las formas de lucha, logró la paz para hacer viable y más rentable el modelo económico extractivista que hoy impera en Colombia y que al parecer a las Farc que hoy negocian en La Habana, no les molesta.



[3] Un tipo de paz que de desconoce esfuerzos y hechos económicos, sociales y culturales en la perspectiva de modificar las circunstancias que permitieron y legitimaron el levantamiento armado en los años 60.

[4] Y para ello llamaba públicamente a las Farc bandidos y  terroristas, a los que les iba a esculcarles sus madrigueras con una fuerza pública motivada y muy bien armada, gracias al Plan Colombia que agenció Pastrana Arango.

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