Por Germán Ayala
Osorio, comunicador social y politólogo
Ponerle fin al conflicto armado
interno a través del diálogo con las guerrillas ha sido una constante durante
varios gobiernos. Para ello, todos los presidentes se han valido de
instrumentos legales, del cruce de epístolas con los máximos jefes de varios
grupos subversivos y por supuesto, de la tarea silenciosa de emisarios de lado
y lado que han provocado o facilitado encuentros
y en varios momentos logaron echar a andar procesos de paz que resultaron
exitosos unos y fallidos otros.
La búsqueda de la paz en Colombia
es la historia de aciertos y desaciertos que deben comprenderse en el contexto
de un conflicto armado que alberga y exhibe, en los bandos enfrentados y en
general en la sociedad colombiana, un profundo desconocimiento de sus raíces,
motivaciones y conexiones.
Ahora que avanza el proceso de
negociación entre el Gobierno de Santos y la cúpula de las Farc y el país
conoce acuerdos preliminares con los que se busca avanzar en la construcción de
escenarios de posacuerdos[1], que
puedan en el tiempo transformarse en escenarios de posconflicto, aparece en la
agenda política y mediática un hecho político presentado como escandaloso: que
Uribe Vélez, siendo Presidente, mantuvo contactos secretos con las Farc con la
intención de lograr ponerle fin a la guerra interna.
El hecho resulta polémico porque
pasa por la pluma de un reconocido columnista, quien además mantiene un viejo y
fuerte enfrentamiento ideológico y político con el hoy senador del Centro
Democrático. Y ello asegura que otros medios reproduzcan con especial interés
lo expresado por el periodista Daniel Coronell[2] en su
columna publicada en la revista Semana.
De igual forma, ese mismo hecho
llama la atención porque Uribe Vélez se
erigió como un líder militar que ofreció acabar, para siempre, con la amenaza terrorista, representada en la
presencia histórica y las actuaciones de
las guerrillas, especialmente de las Farc. Y al revelarse que como Jefe de
Estado buscó acercamientos con ese grupo guerrillero en particular, su imagen
como líder militar se debilita ante cientos de miles de colombianos que le
confiaron la pacificación del país
por la vía militar y la consecuente eliminación física del enemigo interno.
Quizás allí radique su molestia con lo publicado por Coronell, en la medida en
que ese hecho político contradice abiertamente el discurso guerrerista que
durante ocho años expuso dentro y por fuera del país, y con el cual mantuvo una
enorme simpatía y una favorable imagen
en una opinión pública perfectamente manipulada por los medios que hoy
hacen eco de su “debilidad” al creer que es posible negociar la paz con
terroristas. Pero hay algo más.
Pareciera contradictorio que
siendo Presidente le exigiera al Congreso de la época que diera vida a la
Política Pública de Defensa y Seguridad Democrática (PPDSD), a través de la
cual se negó la existencia del conflicto armado interno, mientras buscaba
dialogar con el grupo terrorista de
las Farc (en sus palabras diría, los terroristas de la Far). Es posible que
haya contradicción en ello, pero dialogar con las guerrillas para buscar
ponerle fin al conflicto y lograr un tipo de paz política[3], ha
obligado históricamente a los mandatarios colombianos a reunirse y/o a buscar
contactos con los líderes guerrilleros. Dichos acercamientos y los procesos de
paz adelantados hasta el momento han estado aferrados y anclados no solo a las
condiciones internas bajo las cuales el conflicto armado se ha desarrollado,
sino a las que impone el contexto externo. Y quizás allí esté la real molestia
de Uribe. Me explico.
Uribe Vélez agenció durante ocho
años un proyecto político y económico con el que convirtió a Colombia en una
gran despensa de materias primas. Y para ello, apoyó la entrada de inversionistas
e inversiones extranjeras y de multinacionales a las que mimó con exenciones de
impuestos y a las que les facilitó su operación debilitando las instituciones y
la institucionalidad ambientales. Y para ejecutar a la perfección ese proyecto
neoliberal (reprimarización de la economía) necesitaba pacificar el país, bien
eliminando a las guerrillas[4] o
negociando con ellas, tal y como se advierte de los ultra secretos encuentros con los líderes farianos, que hoy la
prensa divulga.
Así entonces, dadas las presiones
que recibió de las multinacionales y del sistema financiero internacional, su
proyecto económico necesitaba con urgencia que el país estuviera en paz para
poder entregar la biodiversidad al mejor postor. La tarea que le impusieron los
actores internacionales y los nacionales, en especial aquellos asociados a los
intereses de la gran agroindustria que hoy se posiciona en el sur del país,
quedó a medio hacer. Allí radica la real molestia de Uribe con el proceso de
paz que adelanta Santos. No porque Santos esté entregando el país a los narcoterroristas de las Farc, sino
porque al compartir con Santos el mismo modelo económico, él quería llevarse
los créditos en la historia oficial, erigiéndose como el mandatario que al
combinar todas las formas de lucha, logró la paz para hacer viable y más rentable
el modelo económico extractivista que hoy impera en Colombia y que al parecer a
las Farc que hoy negocian en La Habana, no les molesta.
[2] Véase http://www.semana.com/opinion/articulo/daniel-coronell-el-enlace-secreto-entre-uribe-catatumbo/404988-3
[3] Un tipo de paz que de desconoce
esfuerzos y hechos económicos, sociales y culturales en la perspectiva de
modificar las circunstancias que permitieron y legitimaron el levantamiento
armado en los años 60.
[4] Y para ello llamaba públicamente a
las Farc bandidos y terroristas, a los que les iba a esculcarles sus madrigueras con una fuerza
pública motivada y muy bien armada, gracias al Plan Colombia que agenció
Pastrana Arango.
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