Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo. Columna CIER- EL
PUEBLO.
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Lenta, progresiva, pero
sistemáticamente, el Procurador Ordóñez Maldonado se viene abriendo camino como
posible candidato a la Presidencia de Colombia. Su talante moral, fincado en
los principios constitucionales y culturales de la Carta Política de 1886,
atrae y gusta en las huestes godas del Partido Conservador y en millones de
colombianos que de tiempo atrás se sienten incómodos con el carácter liberal de
la Constitución de 1991.
Las férreas y obtusas posturas en
torno a la justicia penal que deberá cobijar a los miembros de la cúpula de las
Farc, en el contexto de la Justicia Transicional a la que nos llevará el
Proceso de Paz de La Habana, consolidan a Ordóñez Maldonado como el posible
candidato presidencial de aquellos sectores de poder a los que claramente no
les conviene el fin del conflicto armado interno, y que no comparten la idea y
el principio de la Justicia Transicional, que señala que el país del
posconflicto requerirá de grandes reformas institucionales.
Una eventual candidatura
presidencial de Ordóñez, por el Partido Conservador, lo convertiría en un trincho, capaz de controlar las fuertes
corrientes que llevarían a Colombia hacia nuevas y exigentes reformas
constitucionales, políticas, sociales y culturales, en aras de consolidar, por
fin, una sociedad y un Estado modernos y liberales. Un sólido trincho, capaz de echar para atrás o
frenar los acuerdos que el Gobierno de Santos firme con las Farc, en Cuba. De
esa forma, Ordóñez y quienes lo secunden en una aventura política y electoral,
buscarían, a toda costa, que el país regrese a los mandatos y preceptos de la
Carta de 1886, catalogada como conservadora, discriminante y violenta.
El hoy Procurador Ordóñez, se
convertiría, además, en un poderoso imán, capaz de atraer a las fuerzas,
sectores y movimientos más retardatarios del país, que se oponen de tiempo
atrás al ejercicio de derechos y libertades individuales. Resulta contradictorio,
que desde el propio Ministerio Público, se ataquen las libertades ciudadanas y
se discrimine a quienes únicamente buscan ser felices, tal y como lo viene
haciendo el Jefe del Ministerio Público con las parejas del mismo sexo.
Llegado el momento, Ordóñez
Maldonado podría fungir como una especie de líder Regenerador, en un país y una opinión pública que se oponen a que
militares, policías y guerrilleros, paguen penas alternativas por la comisión
de delitos de lesa humanidad, cometidos en el contexto de un degradado conflicto
armado interno. Igualmente, esa opinión pública y esos sectores sociales,
vienen desconociendo y criticando, desde la moral cristiana, los fallos de la
Corte Constitucional sobre asuntos como la muerte asistida, el aborto, el
matrimonio y la adopción por parte de parejas homosexuales.
Si bien el Jefe de Ministerio
Público dijo, recientemente, que están
locos aquellos que lo ponen como candidato a la Presidencia, él encarna las
aspiraciones de cientos de miles de colombianos que sienten que “los valores se
perdieron” y por ello, es urgente y necesario, según él, regresar por los
caminos que la Iglesia y Dios han dispuesto para sus fieles.
Es claro que Alejandro Ordóñez
viene usando la Procuraduría y su investidura, con criterios
político-electorales, para un efectivo control ideológico de precisos agentes
de la izquierda democrática (caso Petro, por ejemplo). Sobre su poder
clientelar, puede sostener su campaña presidencial. Él lo sabe y lo saben
quienes desde el Partido Conservador le dieron el ‘guiño’, para que participara
de una eventual consulta interna y enfrentarse a otros dos posibles candidatos.
En especial lo saben aquellos que asistieron a la fiesta que él ofreció, por
motivo del matrimonio de su hija, como el ladino magistrado y Presidente de la
Corte Constitucional, Jorge Pretel.
No podemos desconocer y/o
minimizar las intenciones, aspiraciones y deseos que el Procurador tiene
respecto a la forma como el Estado y la sociedad deben funcionar, esto es, que
la Iglesia Católica recupere su lugar y vuelva a orientar la educación y la
vida espiritual de los colombianos. Si estas circunstancias se dan, los
sectores tradicionales, creyentes, confesionales y godos del país, estarían
felices al ver posarse sobre el Solio de Bolívar, a quien se siente más cercano
a las sotanas más ortodoxas, que a las prácticas de una vida por fuera de la
influencia de Dios.
El problema no solo radica en la
ideología de Ordóñez, sino en que desde la Procuraduría, la viene imponiendo.
Como ciudadano él puede pensar y creer en lo que a bien estime conveniente,
pero como funcionario público, no. ¿Se imaginan qué haría como Presidente?
Y si en materia de derechos y
libertades, Ordóñez es autoritario, fanático e intransigente, en lo que toca a
derechos ambientales, hay que decir que su silencio frente a los desastres
ambientales que se produjeron durante los ocho años de Uribe Vélez y los que
viene dejando la locomotora minera de Santos, es, por decir lo menos, cómplice.
Y es mucho lo que él, como Procurador, pudo y podría hacer frente a una mal
concebida política ambiental. Estos temas ameritan ser abordados en otra
columna. Amanecerá y veremos.
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