Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
La muerte de 11 militares, en el
pasado golpe de mano que las Farc propinaron a las tropas oficiales, en
jurisdicción de Buenos Aires, Cauca, motivó reacciones apasionadas y enardecidas
de sectores sociales y de opinión, aupados por un discurso noticioso
moralizante e ideologizado. Un discurso noticioso que posa de ser objetivo y
neutral, pero que claramente sirve, de tiempo atrás, para polarizar aún más a
los colombianos.
Cientos de nacionales llevaron
flores a las guarniciones, para rechazar la muerte de los 11 combatientes. Los
mensajes, cargados de dolor y rabia, no sirvieron para exigir el fin del
conflicto, sino, el rompimiento de los diálogos de paz. El grito de más guerra y
bombardeos, quitó, rápidamente, el adormecedor aroma y el brillo ingenuo de una
variopinta gama de flores y rosas.
Y mientras los lastimeros
mensajes calaban en una confundida opinión pública, la idea de que los Héroes
sí existen -y, que además, son intocables- retumbaba al unísono de los tambores
de guerra que se alistaban en las unidades militares, señaladas para “vengar”
la muerte de los compañeros caídos. Héroes que devienen intocables, como finas
porcelanas, a pesar de que ostentan la condición de combatientes. Vaya
confusión en la que cayeron y en la que están millones de colombianos, por
cuenta de una apasionada lectura, de unos hechos de guerra, que son
lamentables, pero que son perfectamente lógicos en el marco de un conflicto
armado interno, en el que a pesar de declaraciones de cese al fuego unilateral,
su cumplimiento depende de los niveles de venganza, inteligencia, capacidad de
comprender el momento histórico que vive el país y la fiereza que exhiban esos
Machos en armas, que dicen, unos, defender la Patria y otros, buscar cambiar su
destino.
Y es que no resulta fácil
comprender lo que sucede en Colombia. Son tantas las aristas, los actores,
agentes, circunstancias, grupos de poder e interés, que juegan del lado de la
paz y de la guerra, que el desenlace militar en el Cauca, resulta difícil de
asir y de entender. Esa zona del Cauca, en donde ocurrieron los dolorosos
hechos de guerra, hace parte de un vasto territorio que disputan
narcotraficantes, bandas criminales, militares y guerrillas. Un corredor de
narcóticos en donde lo legal y lo ilegal se confunden de tal manera, que nadie
sabe a ciencia cierta qué es lo correcto, lo justo, lo legítimo y lo bueno.
Territorios olvidados por el Estado y hasta por Dios, en donde mandan las
armas.
En nombre de esos 11 soldados
asesinados, el país político también aportó su grano de arena a la polarización
y al clamor por levantar la Mesa de Diálogo y por esa vía, re escalar el
conflicto. Tanto así, que el fingido dolor de un ex presidente, lo llevó a clínicas
para “apoyar” a los Héroes que salvaron sus vidas. Ese ex presidente, que se
auto denomina un soldado más de la Patria,
funge hoy como una especie de Ministro de
la Defensa en la sombra. El mismo que de tiempo atrás viene orquestando una
división interna dentro de las Fuerzas Armadas. De allí que circulan rumores de
un posible ruido de sables.
Y es que con los ánimos caldeados
por ese periodismo irresponsable, de los abucheos y silbatinas contra el
Comandante de las Fuerzas Armadas, que para bien o para mal, es Juan Manuel Santos,
fácilmente podemos pasar a la ruptura o al debilitamiento de la unidad de
mando, e incluso, al quiebre del orden constitucional, todo ello con el claro
objetivo de extender los horrores de la guerra a otros 50 años.
Imagen tomada de aporrea.org
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