Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Al revisar la agenda noticiosa y
los tratamientos periodísticos dados a ciertos hechos públicos, encuentro
elementos que conectan y atraviesan no solo la ocurrencia de esos mismos hechos
y la calidad de su exposición, sino las reacciones sociales a su ocurrencia.
Empiezo por varios relacionados
con el fútbol que, como deporte espectáculo, está pensado para entretener a
masas enteras ávidas de distractores que les hagan más llevaderas sus vidas.
La participación de tres equipos
de fútbol en la Copa Libertadores de América llamó la atención del periodismo
deportivo. Apenas obvio que así sucediera. Más allá de los resultados
deportivos que dejan a Santa Fe y Deportivo Cali eliminados del evento
continental y al Nacional de Medellín aún en competencia, el cubrimiento de ese
suceso deportivo dio cuenta de desmanes de hinchas de los equipos Nacional y
Deportivo Cali, cometidos en territorio extranjero.
Es decir, “exportamos” y expresamos
nuestras incertidumbres, problemas, miedos y anhelos, lo que termina
consolidando, hacia adentro y hacia afuera, la idea de que somos “violentos por
naturaleza” y desmedidamente apasionados. En el fondo, irrespetuosos de la
opinión del otro, del Otro como ser humano, porque lo asumimos desde la lógica
relacional Amigo- Enemigo.
Continúo con hechos relacionados
con la política nacional. El proceso de paz de La Habana es, sin duda, el hito
político que mejor ayuda al descubrimiento y a la entronización de la lógica
relacional que parece que sustenta las reacciones violentas de los hinchas del
fútbol señalados líneas atrás. La lógica Amigo-Enemigo está, infortunadamente,
guiando las discusiones públicas en torno a esa posibilidad de ponerle fin a un
degradado conflicto armado interno.
En un ambiente polarizado, las
redes sociales a diario registran el intercambio de improperios, lecturas
maniqueas, señalamientos y hasta amenazas que surgen, curiosamente, alrededor
de un objetivo que todos deberíamos compartir sin ambages: poner fin al conflicto como primer paso para ambientar procesos
sociales de paz, que nos permitan reconciliarnos y convivir en medio de las
diferencias.
Esa lógica relacional
Amigo-Enemigo que está presente y conecta hechos deportivos y políticos, tiene
un profundo arraigo en las maneras como han transcurrido los procesos
civilizatorios en Colombia, afectados en buena medida por la casi nula
referencia a íconos que sirvan para guiar la vida de las masas.
Y así, sin referentes simbólicos
y humanos de lo que debe ser el respeto al Otro, al diferente, la sociedad
colombiana y lo sucedido a su interior y que registran los medios masivos y las
redes sociales, claramente exhiben esa perversa e histórica lógica relacional
Amigo-Enemigo. Lógica esta, aupada por la propia doctrina de seguridad nacional
con la que el Estado decidió de tiempo enfrentar los desafíos del alzamiento armado de las guerrillas y desde esa circunstancia contextual, relacionarse con la sociedad .
De esa manera, Fútbol y Política
son la clara expresión de los equívocos sociales, culturales, políticos y
económicos sobre los cuales se pusieron a andar los procesos de civilidad con
los que hoy aún insistimos en vivir juntos, desconociendo el enorme peso de
nuestras diferencias regionales, las negativas prácticas y las endebles bases
éticas sobre las cuales sostenemos nuestros
anhelos y el poco control que aún tenemos sobre nuestras pasiones.
Por ello, aunque muchos reduzcan
la firma del fin del conflicto a la decisión consensuada de los negociadores,
la construcción de la paz deberá estar soportada, además de la voluntad de unos
y otros, al desmonte de esa perversa lógica con la que nos venimos
relacionando, entendiendo la política y disfrutando del fútbol.
Imagen tomada de mundonets.com
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