YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 20 de marzo de 2007

Encrucijada de la prensa, por Abdón Espinosa Valderrama

Por cuanto el cauce de las noticias, de las ideas y la opinión significa, reviste singular importancia el hecho de que vuelva a reunirse en Colombia, después de veintidós años, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en medio de un clima de efervescencia democrática y de respeto por las normas y garantías constitucionales.
En cualquier esfera, con mayor razón en esta, sujeta a veloces cambios tecnológicos, conviene detenerse a escrutar el presente y otear el porvenir, sin perder la brújula conceptual de la función básica que le compete. Su razón de ser como disciplina de la inteligencia y servicio a la comunidad.
La de prensa es pieza esencial de las libertades públicas, pero no separada de ellas. Con la de conciencia se confunde. Por lo general, se la reprime para conculcar o mantener conculcadas las otras. Así lo comprobamos en Colombia cuando, a mediados el siglo XX, se pretendió sojuzgar a su pueblo y privarlo de sus derechos esenciales. En aquellas épocas sombrías de crueles inclinaciones, la SIP nos acompañó con gallardía inolvidable y contribuyó a movilizar en todas partes las mentalidades democráticas. De la indisolubilidad de las libertades se dejó aquí testimonio indeleble al abrazar la causa entera de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y erigirla en orgullosa bandera de la tribuna implacablemente perseguida.
Grande es la responsabilidad de la prensa tanto en lo que afirma como en lo que por sí misma resuelva callar o tolerar. A través de ella se influye o se moldea el espíritu nacional y se fertiliza o se debilita el pensamiento democrático. Se ennoblece o se envilece el lenguaje, se atizan o se moderan las pasiones, se promueve la convivencia civilizada o se fomentan odios devastadores, se exalta el valor de la ley rectamente expedida o se incita a escarnecerla. Se auspicia la equidad o se le hace el juego a la arbitrariedad de que tarde temprano acabará siendo víctima.
Por su naturaleza y su misión, le corresponde ser veraz y objetiva, pero no neutral, ni carente de sólidos principios, ni mucho menos cómplice de criminales desafueros. A nuestro modo de ver, si se identifica con las ideas de democracia liberal y solidaridad social, debe pregonarlas sin ambages y sin caer en ningún género de confesionalismo o fundamentalismo. Posiciones definidoras le incumbe tomar ante diversas disyuntivas. Por ejemplo, no faltarán oportunidades en que vengan a la mente sentencias como la de Cavour: "Prefiero la peor de las Cámaras a la mejor de las camarillas". Lo cual no significa que no se denuncien y condenen las faltas graves de aquellas, sino que no sirvan de pretexto para desvíos totalitarios, de derecha o de izquierda. Contra la corrupción y el delito es menester luchar sin tregua.
Los nuevos medios electrónicos han traído novedades sorprendentes en la medida en que su rapidez les ha venido abriendo paso en las costumbres. Falta por precisar si han de carecer de ordenamientos mentales, morales o lingüísticos, si han de quedar a merced de los desenfrenos pasionales y aun de servir para el agravio sistemático y la amenaza mortal. De hecho, empiezan a ejercer influencia y cabe preocuparse por que sea saludable y buena, en lugar de promotora de la violencia, la procacidad, la ordinariez y el insulto irresponsable. Ya el idioma común se ha degradado lo suficiente para seguir deteriorándolo y aclimatando palabras, formas y giros que repugnan al buen gusto y la decencia.
Ciertamente, la prensa se halla en una encrucijada por las innovaciones tecnológicas y la capacidad de transmitir vertiginosamente noticias y comentarios. En su implantación y asimilación, no haya de perderse su alma, ni sacrificarse el fin superior al instrumento adventicio. Los pueblos siempre querrán saber cómo marchan las cosas y a dónde se les conduce o quiere conducir.

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