Con tanto personaje de visita por Colombia, medios y periodistas ocupan sus agendas con los obligados cubrimientos del arribo de los presidentes de Estados Unidos y Alemania, del magnate Gates y claro, la llegada de los Reyes de España y de Gabriel García Márquez. Visitas todas importantes en lo político, en lo económico y en lo literario, pero de las cuales el periodismo pudo ocuparse de una mejor manera.
No deja de asombrar el tratamiento espectacular y acrítico de medios y periodistas. Ello expone la sobre admiración que sienten éstos por quienes visitan de cuando en vez al país. Admiración que no todos los colombianos sentimos y compartimos por personajes como Bush, Gates o los Reyes de España.
Las horas que pasó Bush en Bogotá fueron presentadas por los canales privados RCN y Caracol como un favor que el Presidente norteamericano nos hace - y nos hizo- a los colombianos. Es decir, debemos sentirnos orgullosos de que tan noble samaritano decida venir a nuestro pobre e insignificante país.
Una suerte que un personaje de dicha importancia – y peligrosidad – se atreva a venir a Colombia, convertida por los propios medios, periodistas, por los colombianos, y claro, por el mismo Bush, en una especie de zahúrda que sólo puede visitarse por unas horas, a riesgo de contraer alguna infección.
El carameleo mediático no sólo aburre, sino que deja mucho que pensar de unos periodistas incapaces de poner en contexto el significado real que tuvo, por ejemplo, la visita de Bush a Colombia en medio de la crisis de legitimidad de un gobierno, que se sostiene por la acción directa de empresarios y banqueros que le agradecen sus buenos oficios para concentrar aun más la riqueza. Colaboran con los anteriores, las empresas demoscópicas que sostienen su popularidad en discutibles encuestas y sondeos.
Los medios electrónicos se dedicaron a los detalles superfluos, a lo insignificante, es decir, al protocolo: quién lo recibió, qué dijo al bajarse del avión; o a preguntar qué le pareció la comida, cómo le pareció Bogotá.
El noticiero Caracol noticias intentó salirse del esquema al llevar a una analista internacional para que explicara a las audiencias los alcances de la visita de Bush. Buen intento. Mientras que la competencia, el noticiero RCN, se quedó en la espectacularidad del suceso, destacando cada movimiento del Presidente americano con frases como acaba de saludar, se bajó o subió presuroso.
Qué tienen que decir medios y periodistas acerca de lo que está pasando en América Latina desde los giros políticos e ideológicos; qué decir de la molestia que genera en los países vecinos el que Colombia esté hincada a los Estados Unidos; qué tienen que decir del fracaso de la política antidrogas, de un Plan Colombia que compromete el futuro político y económico de varias generaciones de colombianos. ¿Nada?
No se trata de hacer un periodismo militante que con agravios reciba a los visitantes. Por el contrario, lo que se pide es un periodismo crítico, capaz de develar hechos y circunstancias propias de las relaciones internacionales. Un periodismo mesurado que genere una opinión pública capaz de discernir y de discutir sobre asuntos públicos. Un periodismo que supere el papel de estafeta que viene cumpliendo desde hace varias décadas. En fin, un periodismo menos zalamero.
Todo lo anterior se da en un contexto mediático y político en el que sobresale el unanimismo ideológico: una sola forma de pensar, pero sobre todo, un miedo a pensar distinto, a criticar la acción del Estado colombiano y específicamente las acciones propias del Gobierno de Uribe Vélez. Una suerte de espiral del silencio en la que es evidente el miedo al rechazo, al señalamiento, de aquellos que fungen como aúlicos de una forma de gobernar y ver los problemas colombianos que no necesariamente es la mejor.
Adenda: Este asunto debería convocar a las Facultades de Periodismo y a las agremiaciones de periodistas, especialmente al Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), para discutir qué hacer frente a las realidades que hoy afornta el periodismo colombiano. De tiempo atrás lo que se viene configurando en Colombia es una crisis de credibilidad en periodistas y medios. Y esta circunstancia afecta la consolidación de la democracia. O se genera una opinión pública deliberante y crítica, esto es, ciudadanos informados y capaces de discutir asuntos públicos; o por el contrario, consolidan el unanimismo ideológico que de tiempo atrás vienen construyendo esos medios y periodistas, especialmente los noticieros de los canales privados de televisión.
Las horas que pasó Bush en Bogotá fueron presentadas por los canales privados RCN y Caracol como un favor que el Presidente norteamericano nos hace - y nos hizo- a los colombianos. Es decir, debemos sentirnos orgullosos de que tan noble samaritano decida venir a nuestro pobre e insignificante país.
Una suerte que un personaje de dicha importancia – y peligrosidad – se atreva a venir a Colombia, convertida por los propios medios, periodistas, por los colombianos, y claro, por el mismo Bush, en una especie de zahúrda que sólo puede visitarse por unas horas, a riesgo de contraer alguna infección.
El carameleo mediático no sólo aburre, sino que deja mucho que pensar de unos periodistas incapaces de poner en contexto el significado real que tuvo, por ejemplo, la visita de Bush a Colombia en medio de la crisis de legitimidad de un gobierno, que se sostiene por la acción directa de empresarios y banqueros que le agradecen sus buenos oficios para concentrar aun más la riqueza. Colaboran con los anteriores, las empresas demoscópicas que sostienen su popularidad en discutibles encuestas y sondeos.
Los medios electrónicos se dedicaron a los detalles superfluos, a lo insignificante, es decir, al protocolo: quién lo recibió, qué dijo al bajarse del avión; o a preguntar qué le pareció la comida, cómo le pareció Bogotá.
El noticiero Caracol noticias intentó salirse del esquema al llevar a una analista internacional para que explicara a las audiencias los alcances de la visita de Bush. Buen intento. Mientras que la competencia, el noticiero RCN, se quedó en la espectacularidad del suceso, destacando cada movimiento del Presidente americano con frases como acaba de saludar, se bajó o subió presuroso.
Qué tienen que decir medios y periodistas acerca de lo que está pasando en América Latina desde los giros políticos e ideológicos; qué decir de la molestia que genera en los países vecinos el que Colombia esté hincada a los Estados Unidos; qué tienen que decir del fracaso de la política antidrogas, de un Plan Colombia que compromete el futuro político y económico de varias generaciones de colombianos. ¿Nada?
No se trata de hacer un periodismo militante que con agravios reciba a los visitantes. Por el contrario, lo que se pide es un periodismo crítico, capaz de develar hechos y circunstancias propias de las relaciones internacionales. Un periodismo mesurado que genere una opinión pública capaz de discernir y de discutir sobre asuntos públicos. Un periodismo que supere el papel de estafeta que viene cumpliendo desde hace varias décadas. En fin, un periodismo menos zalamero.
Todo lo anterior se da en un contexto mediático y político en el que sobresale el unanimismo ideológico: una sola forma de pensar, pero sobre todo, un miedo a pensar distinto, a criticar la acción del Estado colombiano y específicamente las acciones propias del Gobierno de Uribe Vélez. Una suerte de espiral del silencio en la que es evidente el miedo al rechazo, al señalamiento, de aquellos que fungen como aúlicos de una forma de gobernar y ver los problemas colombianos que no necesariamente es la mejor.
Adenda: Este asunto debería convocar a las Facultades de Periodismo y a las agremiaciones de periodistas, especialmente al Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB), para discutir qué hacer frente a las realidades que hoy afornta el periodismo colombiano. De tiempo atrás lo que se viene configurando en Colombia es una crisis de credibilidad en periodistas y medios. Y esta circunstancia afecta la consolidación de la democracia. O se genera una opinión pública deliberante y crítica, esto es, ciudadanos informados y capaces de discutir asuntos públicos; o por el contrario, consolidan el unanimismo ideológico que de tiempo atrás vienen construyendo esos medios y periodistas, especialmente los noticieros de los canales privados de televisión.
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