La debilidad manifiesta del ser humano ante las condiciones contingentes que le ofrece el entorno natural (Naturaleza) y el haber recibido el mandato de Dios de ‘dominar el mundo’, lo llevaron a concebir narraciones para explicar el mundo, para habitarlo, para dominarlo
Quizás entonces, en el sentido, en las características, en los usos y en las racionalidades que se desprenden y que se han desprendido de dichas narraciones se sostenga la crisis ambiental - cultural que el planeta Tierra evidencia[1] y que apenas el ser humano alcanza a balbucear sus alcances e implicaciones para la continuidad de la vida humana y la del propio planeta.
Un conjunto de cosmologías[2] ha complicado el hábitat del ser humano puesto que teleológicamente se han dispersado las tareas, las actividades, los propósitos y la propia razón de estar en el mundo. Es probable que el ser humano jamás comprenda qué hace en el mundo y por qué cayó en él. He allí una circunstancia para explorar y para tener cuenta siempre.
La diversidad cosmológica -y con ella la multiplicidad de narraciones- se puede entender como una riqueza del actuar cognitivo del ser humano, pero ha sido, sin duda, la condena para un hábitat frágil, complejo y desequilibrado al que dichas cosmologías- narraciones - han sido incapaces de entender y comprender sus dinámicas y sistémicas relaciones.
Aparece un asunto clave: reelaborar unas narraciones con capacidad universalizante aprovechando las condiciones que ofrece la mundialización, planetarización o globalización[3], en las que sobresalen los avances tecnológicos, informáticos y científicos, sostenidos en una racionalidad económica–utilitarista reductora de los problemas y de las crisis ambientales- culturales planetarias.
El asunto pasa por la comprensión de los riesgos a los que se expone el ser humano y la vida del planeta de continuar el ritmo de desarrollo no sustentable con el que hoy se somete a la propia Gaia. ¿Son reales los riesgos para la vida humana de continuar así el ritmo acelerado de desarrollo, se preguntará – podrá hacerse dicha pregunta - el ciudadano inmerso en lógicas de consumo al escuchar desprevenidamente un discurso ambientalista lejano, técnico o apasionado que le exige abandonar ciertas prácticas cotidianas que muy seguramente ese mismo ciudadano las asocia con estatus económico y social o con la certeza de sentirse cómodo (implica el asunto de no cuestionarse, de no hacerse preguntas, de no problematizar)?
Es posible que la pregunta se la haga, pero no comprenderá para qué cambiar un modo de vida que le satisface, que le parece lógico y perfectamente racional, e incluso, es posible que no haya necesitado de narraciones para vivir como hasta ahora ha aprendido a vivir.
Las narraciones, por ello, exigen un tipo de ser humano capaz cognitivamente de hacerse preguntas, de interrogarse, de modificar prácticas y de revisar marcos mentales. Las narraciones que sólo le han permitido tener certezas constituyen el mayor riesgo para las actuales condiciones.
Se requiere de un ser humano que abandone la comodidad aparente que le da el no cuestionarse, el no vivir la vida preguntando por el origen o el futuro de las cosas, de los fenómenos. Esa es hoy una verdadera rareza para las pretensiones de unos procesos económicos que, asociados al consumo, lo que buscan es un ser humano clientelizado y apabullado por un modo de vida etiquetado, frívolo, que sigue dejando las preguntas fundantes y fundamentales a una reducida élite de intelectuales y de científicos a quienes el futuro del planeta les preocupa.
Justamente, son esos relatos y narraciones las que hay que modificar, especialmente aquellas que vienen recubiertas e impregnadas de racionalidades y lógicas económicas que reducen las relaciones hombre- mujer; hombre- hombre y ser humano- naturaleza, a una carácter de utilidad, de un bien de uso intercambiable. Y aquellas que sostenidas en la mirada del gran Macho, han relegado otras miradas que pueden generar otras lógicas y otras relaciones con el entorno. Por ejemplo, la mirada femenina[1] y la mirada indígena y en general la de los pueblos ancestrales.
Hay allí un primer obstáculo que se expresa en una pregunta: en quién recae la responsabilidad de redirigir las lógicas y las formas consensuadas de habitar el mundo. ¿A los inactivos Estados –nación que sobreviven de las migajas que la globalización corporativa les ha dejado en su otoñal soberanía? ¿A las corporaciones? Por favor, allí el asunto de las narraciones no tiene sentido porque ellas mismas no existen, por lo menos formalmente. Pero igual, producen y reproducen discursos y relatos, por eso hay que tenerlas en cuenta para el redireccionamiento discursivo que acá se propone. ¿En el discurso economicista que otorga un valor de uso, y que incluso avanza hacia la valoración del medio ambiente y sus recursos?[2] ¿0 acaso en el discurso moralizante de unas instituciones en crisis, como la escuela, la iglesia o la familia?
Quizás la ecosofía, como ciencia del siglo XXI y cuyo objeto es la sabiduría para habitar el planeta sea el embrión de esa gran narración que permita recomponer el camino que el ser humano ha trazado para el planeta, para su especie y para las demás. Se requerirá más que el nacimiento de una ciencia o de una disciplina para pensar narraciones que lleven al ser humano a comprender que su finitud no tiene porqué ser la condena para otras especies que sobreviven sin un lenguaje que lo justifica todo y que ha servido para ubicar al hombre en lo más alto de la cadena trófica.
La narración bíblica del Génesis es la más difundida de nuestra cultura, sostiene Boff. Creo que una nueva narración o un mega relato debe partir de un principio orientador: se requiere de un ser humano sin Dios.[3]
Quizás la ecosofía, como ciencia del siglo XXI y cuyo objeto es la sabiduría para habitar el planeta sea el embrión de esa gran narración que permita recomponer el camino que el ser humano ha trazado para el planeta, para su especie y para las demás. Se requerirá más que el nacimiento de una ciencia o de una disciplina para pensar narraciones que lleven al ser humano a comprender que su finitud no tiene porqué ser la condena para otras especies que sobreviven sin un lenguaje que lo justifica todo y que ha servido para ubicar al hombre en lo más alto de la cadena trófica.
La narración bíblica del Génesis es la más difundida de nuestra cultura, sostiene Boff. Creo que una nueva narración o un mega relato debe partir de un principio orientador: se requiere de un ser humano sin Dios.[3]
Contrapuesta a la tradicional, histórica y problemática narración, se exhibe un tipo de relato que se desprende de la mirada holística con la que debemos mirar y comprender el mundo. En adelante se llamará la narración Compleja. Dicha narración parte de reconocer y de divulgar que el asunto disciplinar que divide el mundo, que escinde lo humano, que divide la vida en islas, que fragmenta las formas de conocer, está en crisis. Por ello la necesidad de mundializar esas ideas para visualizar las bondades de una y lo inconveniente que es mantener la otra.
La narración Compleja funge como una nodriza en la que van confluyendo relatos, lógicas, explicaciones, certidumbres e incertidumbres; manifiestos de crisis y mundos posibles que juntos, tendrían la responsabilidad de dar pautas y de ofrecer acciones concretas para afrontar la crisis ambiental- cultural que afronta Gaia y sus acompañantes.
La narración Compleja[4] viene siendo el correlato de las otras lógicas que se deben imponer el mundo dadas las enfermizas relaciones que el ser humano ha establecido con su casa y con quienes le acompañan en su trasegar por el mundo.
Sin discursos preponderantes, pero con la certeza de que promueva la acción intelectual, la narración Compleja debe dar cuenta de lo que otros discursos no han sido capaces de exponer: la vida humana en el planeta viene diseñada – y por ello obliga- de una corresponsabilidad que se expresa en forma individual y colectiva. Responsabilidad -y corresponsabilidad - frente a lo hecho, frente a lo dicho, frente a lo establecido, frente a los asuntos humanos que toquen un asunto público: la sostenibilidad de la vida en el planeta. Ese es el reto.
Uno de los tantos relatos que es necesario desmitificar, desmontar, relativizar, relegar o cuestionar es el que está asociado al discurso unívoco de la Modernidad.
[1] Preocupa que lo femenino se venga construyendo desde los intereses de lo masculino. Con el concurso del desarrollo técnico- científico, en particular la técnica médica, la mujer y lo femenino viene estructurándose de acuerdo con las pretensiones e ideas que de lo estético y de lo bello tiene el Hombre como voceador del discurso publicitario y de la propia racionalidad de la técnica médica que permite las liposucciones, mamaplastias y en general el pretendido frenar el regeneramiento celular.
[2] En Colombia existe el CICA, entidad que promueve la valoración económica de ciertos ecosistemas (ríos, lagos y bosques húmedos, entre otros). Dicha valoración serviría para saber cuánto se pierde cuando una obra de infraestructura debe desecar, por ejemplo, un humedal. O qué decir de la lógica de las Tasas Retributivas (Ley 99 de 1993), en la que quien contamine un ecosistema, pague a la entidad ambiental competente, una tasa asignada de acuerdo con el daño infringido a la naturaleza. . Es decir, empresa que contamine, pues paga y salva responsabilidades.
[3] Es posible que se mantenga la Fe como acción y condición humana, pero no depositaria y depositada en un dios salvador, castigador o benefactor, que le obligue – o le permita- a imponerlo a otras culturas. Han sido suficientes los errores que las acciones religiosas han llevado a cometer a quienes enceguecidos por el poder divino, han sometido a otros seres- humanos y no humanos- a prácticas y a rutinas que han aportado a crisis sociales, económicas, políticas y ambientales.
[4] La narración Compleja puede articularse a la globalización alternativa que explica Boaventura de Sousa Santos, especialmente para desmontar, contradecir, sopesar y confrontar los relatos y los discursos hegemónicos que han diseñado y prefabricado unas relaciones H-N en condiciones asimétricas, en las que se impone un tipo de racionalidad, asociada a prácticas extractivas. Ahí confluyen los discursos científicos, publicitario, económico-utilitarista y el que sostiene el desarrollismo. Dice De Sousa Santos que “en la actualidad, la globalización neoliberal es un factor explicativo fundamental de los procesos económicos, sociales, políticos y culturales de las sociedades nacionales; sin embargo, a pesar de ser muy importante y hegemónica, no es la única. A la par, y en gran medida en reacción contra ésta, otra globalización está emergiendo, constituida por las redes y alianzas transfronterizas entre movimientos, luchas y organizaciones locales o nacionales, que se movilizan en los diferentes rincones del planeta para luchar contra la exclusión social, la precarización del trabajo, la regresión de las políticas públicas, la destrucción del medio ambiente y de la biodiversidad, el desempleo, las violaciones de los derechos humanos, las pandemias y los odios interétnicos producidos directa o indirectamente por la globalización neoliberal.” (Tomado de Emancipación social y violencia en Colombia. Boaventura de Sousa Santos y Mauricio García Villegas. Bogotá: Grupo Norma – Vitral, 2004. p.11).
[1] En el texto Las tres ecologías de Félix Guattari se lee que el “planeta tierra vive un período de intensas transformaciones técnico- científicas como contrapartida de las cuales se han engendrado fenómenos de desequilibrio ecológico que amenazan, a corto plazo, si no se le pone remedio, la implantación de la vida sobre su superficie. Paralelamente a estas conmociones, los modos de vida humanos, individuales y colectivos, evolucionan en el sentido de un progresivo deterioro.”. El asunto es pensar en que esa crisis debe servir para generar unos relatos que den vida a otras formas cosmogónicas de entender el planeta y la vida del ser humano en él.
[2] Leonardo Boff entiende por cosmología “…la imagen del mundo que una sociedad se da a sí misma, fruto de la ars combinatoria de los saberes más variados, tradiciones e intuiciones. Esa imagen sirve como religación general y confiere la armonía necesaria a la sociedad, sin la cual las acciones se atomizan y pierden su sentido dentro un sentido mayor. Tarea de la cosmología es religar todas las cosas y crear la cartografía del universo…” (BOFF, Leonardo. Ecología. Ediciones Lohlé- Lumen. P. 53).
[3] No hay mejor camino posible para mejorar el actual escenario que genera la globalización económica que repensar local y regionalmente los órdenes sociales establecidos. Es posible pensar en una sociedad distinta, que se aglutine en torno a las posibilidades de un ser humano solidario, pero a la vez egoísta. Una sociedad que promueva como máximo valor la solidaridad y no el egoísmo. Quizás se requiera de un nuevo contrato social en el cual la sociedad humana comprenda las posibilidades que encarna la solidaridad, pero que acepte los peligros de un exacerbado individualismo y egoísmo en quienes están detrás del poder transnacional del capital. Reconocer el rostro humano de banqueros, inversionistas, agiotistas internacionales y en general de quienes mueven los hilos del capital es un buen comienzo. Lo demás, son vías alternas, atajos, que no solucionan problemas y conflictos globales. Es decir, lo que se garantiza con el proceso de globalización económica, mediática, cultural, política, ambiental y social es una mirada simbiótica e hibridada con la que se mira la pequeñez del mundo, mientras se sobrevive, se intenta solucionar y comprender los problemas humanos y la continuidad de lo humano. Puede ser que los grandes relatos hayan muerto, pero de igual manera se ha dado una explosión de discursos, de maneras de relatar, de dar cuenta de asuntos humanos, que hacen complejo entender no sólo lo que pasa, sino lo que puede pasar. Así, la incertidumbre vendría a ser el gran relato de la postmodernidad y los medios masivos de comunicación (y la publicidad), serían, en doble vía, su correlato y sus voceadores.
[2] En Colombia existe el CICA, entidad que promueve la valoración económica de ciertos ecosistemas (ríos, lagos y bosques húmedos, entre otros). Dicha valoración serviría para saber cuánto se pierde cuando una obra de infraestructura debe desecar, por ejemplo, un humedal. O qué decir de la lógica de las Tasas Retributivas (Ley 99 de 1993), en la que quien contamine un ecosistema, pague a la entidad ambiental competente, una tasa asignada de acuerdo con el daño infringido a la naturaleza. . Es decir, empresa que contamine, pues paga y salva responsabilidades.
[3] Es posible que se mantenga la Fe como acción y condición humana, pero no depositaria y depositada en un dios salvador, castigador o benefactor, que le obligue – o le permita- a imponerlo a otras culturas. Han sido suficientes los errores que las acciones religiosas han llevado a cometer a quienes enceguecidos por el poder divino, han sometido a otros seres- humanos y no humanos- a prácticas y a rutinas que han aportado a crisis sociales, económicas, políticas y ambientales.
[4] La narración Compleja puede articularse a la globalización alternativa que explica Boaventura de Sousa Santos, especialmente para desmontar, contradecir, sopesar y confrontar los relatos y los discursos hegemónicos que han diseñado y prefabricado unas relaciones H-N en condiciones asimétricas, en las que se impone un tipo de racionalidad, asociada a prácticas extractivas. Ahí confluyen los discursos científicos, publicitario, económico-utilitarista y el que sostiene el desarrollismo. Dice De Sousa Santos que “en la actualidad, la globalización neoliberal es un factor explicativo fundamental de los procesos económicos, sociales, políticos y culturales de las sociedades nacionales; sin embargo, a pesar de ser muy importante y hegemónica, no es la única. A la par, y en gran medida en reacción contra ésta, otra globalización está emergiendo, constituida por las redes y alianzas transfronterizas entre movimientos, luchas y organizaciones locales o nacionales, que se movilizan en los diferentes rincones del planeta para luchar contra la exclusión social, la precarización del trabajo, la regresión de las políticas públicas, la destrucción del medio ambiente y de la biodiversidad, el desempleo, las violaciones de los derechos humanos, las pandemias y los odios interétnicos producidos directa o indirectamente por la globalización neoliberal.” (Tomado de Emancipación social y violencia en Colombia. Boaventura de Sousa Santos y Mauricio García Villegas. Bogotá: Grupo Norma – Vitral, 2004. p.11).
[1] En el texto Las tres ecologías de Félix Guattari se lee que el “planeta tierra vive un período de intensas transformaciones técnico- científicas como contrapartida de las cuales se han engendrado fenómenos de desequilibrio ecológico que amenazan, a corto plazo, si no se le pone remedio, la implantación de la vida sobre su superficie. Paralelamente a estas conmociones, los modos de vida humanos, individuales y colectivos, evolucionan en el sentido de un progresivo deterioro.”. El asunto es pensar en que esa crisis debe servir para generar unos relatos que den vida a otras formas cosmogónicas de entender el planeta y la vida del ser humano en él.
[2] Leonardo Boff entiende por cosmología “…la imagen del mundo que una sociedad se da a sí misma, fruto de la ars combinatoria de los saberes más variados, tradiciones e intuiciones. Esa imagen sirve como religación general y confiere la armonía necesaria a la sociedad, sin la cual las acciones se atomizan y pierden su sentido dentro un sentido mayor. Tarea de la cosmología es religar todas las cosas y crear la cartografía del universo…” (BOFF, Leonardo. Ecología. Ediciones Lohlé- Lumen. P. 53).
[3] No hay mejor camino posible para mejorar el actual escenario que genera la globalización económica que repensar local y regionalmente los órdenes sociales establecidos. Es posible pensar en una sociedad distinta, que se aglutine en torno a las posibilidades de un ser humano solidario, pero a la vez egoísta. Una sociedad que promueva como máximo valor la solidaridad y no el egoísmo. Quizás se requiera de un nuevo contrato social en el cual la sociedad humana comprenda las posibilidades que encarna la solidaridad, pero que acepte los peligros de un exacerbado individualismo y egoísmo en quienes están detrás del poder transnacional del capital. Reconocer el rostro humano de banqueros, inversionistas, agiotistas internacionales y en general de quienes mueven los hilos del capital es un buen comienzo. Lo demás, son vías alternas, atajos, que no solucionan problemas y conflictos globales. Es decir, lo que se garantiza con el proceso de globalización económica, mediática, cultural, política, ambiental y social es una mirada simbiótica e hibridada con la que se mira la pequeñez del mundo, mientras se sobrevive, se intenta solucionar y comprender los problemas humanos y la continuidad de lo humano. Puede ser que los grandes relatos hayan muerto, pero de igual manera se ha dado una explosión de discursos, de maneras de relatar, de dar cuenta de asuntos humanos, que hacen complejo entender no sólo lo que pasa, sino lo que puede pasar. Así, la incertidumbre vendría a ser el gran relato de la postmodernidad y los medios masivos de comunicación (y la publicidad), serían, en doble vía, su correlato y sus voceadores.
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