YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 10 de julio de 2008

Lecturas, consecuencias y ‘trofeos’ de la Operación Jaque

Por
Germán Ayala Osorio

“… en nuestro uso diario del lenguaje revelamos la poca disposición a la crítica directa, a decir lo que pensamos con claridad, porque tenemos aversión a la crítica, porque la hemos desterrado. Cuando alguien hace un pensamiento crítico y, con frecuencia, corresponde a la verdad, corremos a decir que es un resentido, un negativo, un envidioso, a quien debemos excluir. Y, de hecho, se le excluye. Se prefiere siempre lo que se tapa con la misma cobija, lo que defiende el <>, lo que concilia.”[1]


El exitoso y aplaudido operativo militar con el cual se logró la liberación de Ingrid Betancourt, de tres norteamericanos y de oficiales y suboficiales tanto de la policía como del ejército, bien merece una revisión en lo que toca a sus efectos político-electorales, si pensamos en las ya cercanas elecciones de 2010.

Ya RCN, el courrier de Palacio, junto a CM& y otros medios, adelantaron resultados de sondeos y encuestas aplicadas en plena efervescencia por el positivo y publicitado resultado de la operación Jaque. El propósito de dichos instrumentos era insistir en varias ideas: que la política de seguridad democrática es exitosa, que las fuerzas militares están ganando la guerra; y que hay un gobierno fuerte que lucha contra el terrorismo. Todas estas ideas confluyen en una sola necesidad: reelegir a Uribe.

Que las empresas mediáticas adeptas al Gobierno aprovechen la coyuntura para insistir en las bondades de perpetuar a Uribe Vélez en el poder es apenas lógico si aceptamos que el actual mandatario es un fenómeno mediático construido con el discurso periodístico-noticioso de unos medios cooptados, al servicio de la causa uribista.

El haberle arrebatado al desarticulado cartel de las Farc cuatro preciados ‘trofeos’, Ingrid y los tres gringos, hace que las audiencias terminen admirando a este Gobierno por el arrojo y por la convicción con la cual viene enfrentando a los criminales de marras. Igualmente, esas mismas audiencias terminan dando gracias al Gobierno, por una obligación constitucional, que antes que agradecerse, debería exigirse: salvaguardar la vida y la honra de los ciudadanos colombianos.

Pasadas las horas de júbilo y efervescencia, bien vale la pena mirar detalles, circunstancias y hacer lecturas a la Operación Jaque, así como un acercamiento a los posibles efectos político-electorales que ésta generará en el mediano y en el corto plazo. He aquí algunas ideas.

Es evidente la compenetración que existe entre el Presidente y los generales de las distintas fuerzas militares y de policía. Este elemento es vital para el proyecto populista de Uribe y su idea de perpetuarse en el poder. Mantener contentos a los militares es una estrategia que les ha funcionado tanto a Uribe como a Chávez, para citar dos ejemplos actuales.

Y es relativamente fácil lograrlo. Existen varias formas de hacerlo: una, comprándoles armamento nuevo; dos, exaltarlos permanentemente; tres, hablar y comprender su lenguaje, especialmente cuando se comparte el concepto de Patria y cuando desde el principio, Uribe señaló que sería el primer soldado de la Patria y que se haría moler por Colombia; y la cuarta, pedir a los jueces, como lo hizo el Presidente en su alocución, que revisen los casos de los militares presos.

El mensaje es claro: en momentos de gloria es inaceptable que haya soldados de la patria retenidos o presos por circunstancias que bien merecen obviarse. Lo anterior se complementa muy bien con la actitud irrespetuosa asumida por el propio Presidente, al desconocer y desafiar, recientemente, el fallo de la Corte Suprema de Justicia, en el marco de la llamada Yidispolítica y la demostrada ilegitimidad del acto legislativo con el cual se dio vida a la reelección.

Es evidente que el discurso guerrerista triunfa y se posiciona, esta vez con una dosis de inteligencia militar, de arrojo, de colaboración externa y de un extremo pragmatismo, si se logra comprobar el uso indebido del logo de la Cruz Roja Internacional en dicha operación. Esta circunstancia también manda un mensaje: es tal el éxito alcanzado, que no hay cabida para más mediaciones, buenos oficios de gobiernos vecinos y de políticos cercanos a las Farc.

Recuperados los ‘trofeos’ de guerra más valiosos, la suerte del resto de los secuestrados queda en manos de unas Farc engañadas, a juzgar por las versiones entregadas por el propio Gobierno y las propias del criminal, alias César.

Es probable que los riesgos tomados y los costos económicos y políticos asumidos en la operación Jaque, no se repitan en el mediano plazo, lo que confirmaría la preferencia del Gobierno por salvar a Ingrid y a los tres norteamericanos, dada la presión ejercida por el Presidente francés y por el impacto político que se logrará en el contexto electoral de los Estados Unidos, pues tres americanos fueron salvados por un Gobierno amigo y cercano al pensamiento de los Republicanos; con ello, se buscará aumentar, o por lo menos mantener, la presencia y la ayuda militar americana en Colombia para acabar con los terroristas de las Farc.

En lo que concierne al ámbito electoral de Colombia, los precandidatos presidenciales deberán desde ya acomodar sus discursos a estas circunstancias, pues gran parte de la capacidad de maniobra de un próximo Gobierno sin Uribe, pasa hoy, más que nunca, por los sables de generales y coroneles del ejército. Así como ayer las Farc hicieron las veces de jefes de debate de los candidatos a la presidencia, hoy, al publicitarse y asegurarse su final, serán los militares los que terminarán inclinando la balanza hacia aquel que hable el discurso castrense. Esto puede resultar especialmente inconveniente para la democracia colombiana, pues la condición civil de un próximo gobierno quedaría supeditada a los caprichos, demandas y presiones de aquellos que exigirán el protagonismo y el reconocimiento que hoy Uribe les está asegurando a las fuerzas militares.

Con el positivo balance de la Operación Jaque, así como la convocatoria y el respaldo multisectorial a la marcha del 20 de julio y el ya evidente respaldo mediático, quedan sepultados los hechos relacionados con la parapolítica, la yidispolítica, el desmesurado gasto público del Gobierno, especialmente en el manejo discrecional que el Presidente le da en sus ya famosos consejos comunales y el choque entre el Gobierno y la Corte Suprema de Justicia. Ante las buenas nuevas, para qué recordar incidentes menores, dirán los colombianos afectos a Uribe.

El feliz regreso a la libertad de los 15 secuestrados no puede borrar la responsabilidad del Estado colombiano que permitió su plagio; y la de las Farc, que los secuestró y los confinó en la selva. De igual manera, no podemos olvidar que la inteligencia militar, la astucia, el uso de equipos de interceptaciones, y las estrategias de engaño usadas hoy, fueron y pueden ser usadas y puestas al servicio de fuerzas oscuras, para eliminar sindicalistas, profesores, periodistas y en general ciudadanos senti pensantes, como diría Alfredo Correa de Andreís (q.e.p.d).

Una reflexión final: en el engaño y en la inteligencia puestas al servicio de la guerra, terminan pareciéndose las fuerzas que hoy combaten en Colombia. Las Farc hicieron alarde, en su momento, del secuestro de los diputados del Valle; hoy, el ejército de Colombia, hace lo mismo: los infiltramos y engañamos, gritaba con alborozo el general Montoya. Mayor y real será la inteligencia de los guerreros de bando y bando, si reconocen que la vida de los no combatientes, cualquiera sea el ideal que defiendan, está por encima del siempre discutido sueño de alcanzar la gloria en el campo batalla.

[1] Emilio Yunis Turbay. ¿Por qué somos así? Editorial Bruna, 2006. p.205.

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