Germán Ayala Osorio, profesor Asociado y politólogo de la Universidad Autónoma de Occidente
Después de seis años, uribistas y el propio Gobierno de Uribe destacan el avance que en materia de seguridad ha alcanzado el país. Claro está que se trata de una seguridad pensada única y exclusivamente en el contexto del conflicto armado interno, que sigue siendo la variable electoral con la cual los colombianos continúan votando y eligiendo presidentes.
Sin duda, éste asunto será un factor electoral que nos acompañará por muchos años más, gracias a la incapacidad del Estado de darle solución definitiva al conflicto, a las circunstancias que originaron el levantamiento armado y por supuesto, gracias a la incapacidad y a la estrechez política, histórica y estratégica de unas FARC hoy lumpenizadas y convertidas en un megacartel. Está en manos del electorado cambiar esta situación.
Quienes exponen a las FARC como el máximo obstáculo para crecer económicamente y en general para alcanzar el bienestar de los colombianos, son los mismos que en los eventos electorales eligen a quienes juegan a ganar la guerra, como Uribe, o en su defecto, a quienes como Pastrana, jugaron a la paz.
Es hora de olvidarnos de las FARC y elegir mandatarios que ofrezcan algo más que bala y palomas. Hay que politizar temas como la seguridad alimentaria, el acceso y control sobre recursos estratégicos como el agua y la biodiversidad que aún quedan en las selvas colombianas; la seguridad social, la concentración de la riqueza y la calidad de vida de los colombianos, son otros asuntos estratégicos.
La agenda electoral de 2010 debe constituirse con base en políticas públicas alejadas un tanto del tema de las FARC. Finalmente, el Estado está en la obligación de defendernos de aquellos que se han levantado en armas, sin que ello signifique que debamos aceptar que haya gobiernos dedicados casi de manera exclusiva a mantener las condiciones de inequidad que de tiempo atrás le vienen quitando legitimidad al Estado colombiano.
Quizás sea hora de pensar seriamente en que el país demande soluciones sistémicas y no sólo intentos de solucionar un problema que se sostiene, en parte, en las inequidades de unos sistemas político y económico excluyentes. Qué tal si volvemos un asunto político y electoral la creciente inseguridad ciudadana, es decir, el raponazo, el atraco callejero, el homicidio no político. Preocupan los índices de inseguridad en ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, para señalar solo tres ciudades.
¿Qué hacen los mandatarios locales en esta materia? La verdad, muy poco. La política de defensa y seguridad democrática termina eclipsando un problema quizás aún peor que la existencia de las FARC: la inseguridad, en todos los sentidos, del ciudadano del común.
Digamos NO MÁS FARC en las agendas de quienes decidan lanzarse para el 2010 -claro, si hay las condiciones y Uribe lo permite-. Debemos exigirles a los próximos candidatos propuestas claras, y un programa coherente en materia alimentaria, ambiental, de seguridad ciudadana y de calidad del empleo.
Digamos NO MÁS a los discursos guerreristas y pacifistas que esconden la incapacidad de gobernar con sapiencia alrededor de otros asuntos más urgentes. Digamos NO MÁS al maquillaje electoral de las empresas mediáticas y demoscópicas. Un candidato carismático y construido en los laboratorios del marketing político no garantiza que sea un Presidente capaz de avanzar en otras materias distintas a las que nos imponen el accionar de las FARC. Uribe es el mejor ejemplo. Y si no, miremos cómo ha retrocedido el país en materia de política ambiental, para solo mirar un asunto del que depende, por ejemplo, el acceso de agua potable para todos los colombianos.
Es nuestra obligación como ciudadanos exigir el cumplimiento de los preceptos y principios constitucionales. No hay nada más inconveniente para una democracia que sus ciudadanos actúen bajo las pulsiones e intereses de medios masivos y campañas electorales.
Hay que revisar con lupa el pasado de los candidatos, pero por sobre todo, leer con inteligencia sus propuestas y discursos. De esta manera empezaremos a romper el inquietante y peligroso unanimismo que nos acompaña desde 2002. Es hora de pensar en la era post Uribe y superar estas aciagas noches en las que el país parece avanzar en su lucha contra las FARC, pero retrocede a pasos agigantados en materia de seguridad alimentaria y ambiental.
Adenda: acaba de regresar al país Rodrigo Rivera. Un áulico más que se suma al uribismo. Puede ser el candidato-marioneta que necesita Uribe para poder descansar en 2010 y retornar, como si nada, en 2014. Un cortesano más al que debemos seguir con especial cuidado. Junto a él, aparecen Noemí Sanín, Juan Manuel Santos, Vargas Lleras, Lucho Garzón… el listado es largo.
Después de seis años, uribistas y el propio Gobierno de Uribe destacan el avance que en materia de seguridad ha alcanzado el país. Claro está que se trata de una seguridad pensada única y exclusivamente en el contexto del conflicto armado interno, que sigue siendo la variable electoral con la cual los colombianos continúan votando y eligiendo presidentes.
Sin duda, éste asunto será un factor electoral que nos acompañará por muchos años más, gracias a la incapacidad del Estado de darle solución definitiva al conflicto, a las circunstancias que originaron el levantamiento armado y por supuesto, gracias a la incapacidad y a la estrechez política, histórica y estratégica de unas FARC hoy lumpenizadas y convertidas en un megacartel. Está en manos del electorado cambiar esta situación.
Quienes exponen a las FARC como el máximo obstáculo para crecer económicamente y en general para alcanzar el bienestar de los colombianos, son los mismos que en los eventos electorales eligen a quienes juegan a ganar la guerra, como Uribe, o en su defecto, a quienes como Pastrana, jugaron a la paz.
Es hora de olvidarnos de las FARC y elegir mandatarios que ofrezcan algo más que bala y palomas. Hay que politizar temas como la seguridad alimentaria, el acceso y control sobre recursos estratégicos como el agua y la biodiversidad que aún quedan en las selvas colombianas; la seguridad social, la concentración de la riqueza y la calidad de vida de los colombianos, son otros asuntos estratégicos.
La agenda electoral de 2010 debe constituirse con base en políticas públicas alejadas un tanto del tema de las FARC. Finalmente, el Estado está en la obligación de defendernos de aquellos que se han levantado en armas, sin que ello signifique que debamos aceptar que haya gobiernos dedicados casi de manera exclusiva a mantener las condiciones de inequidad que de tiempo atrás le vienen quitando legitimidad al Estado colombiano.
Quizás sea hora de pensar seriamente en que el país demande soluciones sistémicas y no sólo intentos de solucionar un problema que se sostiene, en parte, en las inequidades de unos sistemas político y económico excluyentes. Qué tal si volvemos un asunto político y electoral la creciente inseguridad ciudadana, es decir, el raponazo, el atraco callejero, el homicidio no político. Preocupan los índices de inseguridad en ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, para señalar solo tres ciudades.
¿Qué hacen los mandatarios locales en esta materia? La verdad, muy poco. La política de defensa y seguridad democrática termina eclipsando un problema quizás aún peor que la existencia de las FARC: la inseguridad, en todos los sentidos, del ciudadano del común.
Digamos NO MÁS FARC en las agendas de quienes decidan lanzarse para el 2010 -claro, si hay las condiciones y Uribe lo permite-. Debemos exigirles a los próximos candidatos propuestas claras, y un programa coherente en materia alimentaria, ambiental, de seguridad ciudadana y de calidad del empleo.
Digamos NO MÁS a los discursos guerreristas y pacifistas que esconden la incapacidad de gobernar con sapiencia alrededor de otros asuntos más urgentes. Digamos NO MÁS al maquillaje electoral de las empresas mediáticas y demoscópicas. Un candidato carismático y construido en los laboratorios del marketing político no garantiza que sea un Presidente capaz de avanzar en otras materias distintas a las que nos imponen el accionar de las FARC. Uribe es el mejor ejemplo. Y si no, miremos cómo ha retrocedido el país en materia de política ambiental, para solo mirar un asunto del que depende, por ejemplo, el acceso de agua potable para todos los colombianos.
Es nuestra obligación como ciudadanos exigir el cumplimiento de los preceptos y principios constitucionales. No hay nada más inconveniente para una democracia que sus ciudadanos actúen bajo las pulsiones e intereses de medios masivos y campañas electorales.
Hay que revisar con lupa el pasado de los candidatos, pero por sobre todo, leer con inteligencia sus propuestas y discursos. De esta manera empezaremos a romper el inquietante y peligroso unanimismo que nos acompaña desde 2002. Es hora de pensar en la era post Uribe y superar estas aciagas noches en las que el país parece avanzar en su lucha contra las FARC, pero retrocede a pasos agigantados en materia de seguridad alimentaria y ambiental.
Adenda: acaba de regresar al país Rodrigo Rivera. Un áulico más que se suma al uribismo. Puede ser el candidato-marioneta que necesita Uribe para poder descansar en 2010 y retornar, como si nada, en 2014. Un cortesano más al que debemos seguir con especial cuidado. Junto a él, aparecen Noemí Sanín, Juan Manuel Santos, Vargas Lleras, Lucho Garzón… el listado es largo.
2 comentarios:
German me parece una excelente reflexion la que has hecho. En la medida en que la opinión publica se concentre solo en las FARC y en Uribe mas tiempo vamos a aplazar la solucion de lo problemas trascendentales nuestros.
Luis Eduardo
Hola Germán: Gracias por tu columna, que plantea con claridad la crisis profunda de nuestra política, todavía rehén de las estratagemas belicisistas, que pienso serán determinantes mientras la violencia y el narcotráfico operen como fuerzas incontrolabe en nuestra sociedad
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