YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 3 de marzo de 2017

LA “PAZ ELECTORAL” DE CLAUDIA LÓPEZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Mientras que la senadora Claudia López Hernández piensa en convocar y, lógicamente, hacer parte de una coalición política de cara a las elecciones presidenciales de 2018, el proceso de desarme de las Farc inició con un desinterés generalizado por parte de los colombianos, debido a que el periodismo no está cubriendo la dejación y entrega  de armas a la ONU como un hecho trascendental para el país.

Es en ese contexto en el que la combativa Congresista señala que la Paz no es el tema o el argumento[1] que convoca a los colombianos, y que por el contrario la corrupción, la salud, la seguridad ciudadana y el empleo, si son temas y asuntos que preocupan al electorado habilitado para votar en 2018 y en general al pueblo colombiano. Si la Paz, como dice López, no es un argumento de peso y un asunto que convoque electoralmente, ello confirmaría la naturaleza marginal[2] del conflicto armado interno y el lugar secundario que cientos de miles de compatriotas le están dando a un hecho histórico: la desaparición de las Farc como guerrilla y el surgimiento de un nuevo partido político.

Es probable que Claudia López tenga razón en que el tema de la Paz no preocupa al grueso de los colombianos, en especial a los millones de compatriotas que viven en ciudades capitales. Por esa circunstancia contextual, hay que discutir alrededor del concepto de Paz que la Senadora tiene, dado que lo dicho por la Congresista pareciera soportarse en una idea de Paz reducida al fin del conflicto armado y específicamente, a la desaparición de las Farc como guerrilla.

El señalamiento de López Hernández parece estar articulado a su estrategia político-electoral de sacar a las Farc de la agenda política-electoral, dado que por largos 50 años esta guerrilla aportó, significativamente, a la elección de presidentes que buscaron o prometieron acabar militarmente con dicha organización armada ilegal, o en su defecto, negociar con su dirigencia el fin del conflicto armado. Hábilmente, Claudia López niega la importancia de la Paz como asunto público y su potencial poder electoral, entendida exclusivamente como el fin de la guerra con las Farc, para que su nombre y el de quienes le acompañen en la coalición, no sean vistos por sectores de derecha y ultraderecha, como “cercanos” o “simpatizantes”  a y con las Farc y en tiempos de polarización ideológica y política, como seguidores y áulicos de Presidente que se desgastó políticamente al sentarse a negociar el fin de la guerra con las Farc.

Deslindarse de esa Paz alcanzada con las Farc puede terminar negando las circunstancias históricas y objetivas que legitimaron el levantamiento armado en los años 60 y por esa vía, proponer, desde una cacareada coalición, cambios menores en las formas como operan el Estado, la sociedad y el mercado dentro de un territorio que aún el Estado no controla y mucho menos, ha podido erigirse como un orden justo y legítimo.

La lectura que hace Claudia López, apoyada en el resultado de una encuesta de opinión, facilitaría la llegada a esa pretendía coalición,  de sectores de poder económico y político de Derecha, dispuestos a hacer  reformas y proponer algunos cambios en las reglas de juego, sin que ello toque estructuralmente las correlaciones de fuerza sobre las que históricamente se funda el actual régimen de poder.

En esa dirección, la Paz territorial sería marginada de la discusión política y electoral, para darle paso a otros temas urgentes como son el desempleo, la inseguridad y la salud, eso sí, todos articulados a la vida urbana. De esta forma, el proyecto de Gobierno resultante de esa coalición  política que desde ya reduce la Paz a la desaparición de las Farc, extendería en el tiempo la lucha entre dos mundos separados por el clientelismo, el centralismo bogotano y sus correlatos regionales: el urbano y el rural.

Por el contrario y desafiando el carácter plebiscitario que muy seguramente se le dará a las elecciones de 2018, hay que insistir en posicionar el discurso de la Paz, haciendo énfasis en que se necesitan con urgencia transformaciones en las lógicas y en las formas como operan el Estado, la sociedad y el mercado, en un país desigual como lo es Colombia. Y por ese camino, el discurso de la Paz y su comprensión, pasan por ampliar la democracia, proscribir la doctrina de seguridad nacional, desmontar las estructuras mafiosas y criminales que se han enquistado en el Estado,  y exigirle a la clase política tradicional, a la empresarial (en especial a los empresarios del campo), a las Iglesias y a los militares, el establecimiento de unos mínimos éticos y de responsabilidad social y política, que no solo permitan honrar la palabra empeñada en el Acuerdo Final firmado en el teatro Colón de Bogotá, sino avanzar en la transformación cultural que demanda un país y una sociedad que sueñan con la construcción real de escenarios de posconflicto.


La senadora Claudia López no puede obviar que tanto el fin del conflicto armado con las Farc y su proceso de conversión en partido político se están dando en medio de una débil institucionalidad, permeada, además, por un entronizado y legitimado ethos mafioso. Esa es la discusión que hay que dar, porque en el devenir institucional se puede reconocer el talante ético de los agentes estatales, pero sobre todo, la apuesta ética de los particulares que, por ejemplo, contratan con el Estado.

No podemos deslindar de la construcción de una paz estable y duradera de asuntos públicos y hechos que la hacen inviable: la corrupción público-privada, el desempleo y un sistema de salud oprobioso. Resulta (in) conveniente separar la construcción de la Paz de hechos fácticos como el desempleo, la inseguridad ciudadana  y los problemas de la salud porque ésos están inexorablemente anclados a unas relaciones entre el Estado, la sociedad y el mercado, pensadas desde la mezquindad de una clase oligárquica que se ha favorecido del conflicto armado interno y que tiene profunda resistencia a todo proyecto político que busque implementar de manera efectiva, eficiente y eficaz lo acordado en La Habana. Sin duda, estamos ante una idea de “Paz electoral” que solo entiende la Senadora en un temprano ejercicio de cálculo político.   

Adenda 1: En otro ejercicio de cálculo político, la Senadora Claudia López en su momento deberá tomar distancia del alcalde mayor de Bogotá, si desea contar con el apoyo de ese sector que desaprueba la gestión de Enrique Peñalosa. 



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