Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
En
breve el país entrará en una nueva etapa de la ya sempiterna polarización
política e ideológica que vive entre Paz
y Guerra. Y esa etapa o momento está asociado al proceso de refrendación de
lo acordado en La Habana entre los negociadores de las Farc y del Gobierno de
Santos.
Si,
No o abstenerse son las tres opciones sobre las cuales girará la polarización
política con la que deviene desde ya la convocatoria al plebiscito por la paz. Quienes
votaremos por el SI, estamos convencidos de las bondades que traerá ponerle fin
al conflicto armado interno, sin olvidar que lo más difícil y complejo vendrá
con la implementación y el respeto por lo acordado. La consecución de la paz, como
fin último, sabemos que demandará grandes sacrificios y transformaciones que
muchos sectores de poder no están dispuestos a hacer y a permitir.
Un
triunfo del SÍ le dará una “legitimidad extra” al Proceso de Paz y abonará el camino electoral de los
aspirantes presidenciales (para el 2018) que decidan respaldar los acuerdos y
comprometerse con respetarlos. Mayor será el sentido de dicha legitimidad si el
triunfo del SÍ resulta contundente, a pesar de las condiciones mínimas que
ofrece el umbral[1].
Ahora
bien, la contundencia del SI no puede venir exclusivamente de los votos a favor
de la firma del conflicto armado. Debe sumarse a esta tendencia el decidido
apoyo de aquellos colombianos que si
bien se abstendrán de votar el plebiscito[2],
están claros que en el escenario electoral de 2018 respaldarán al candidato
presidencial que abiertamente apoye lo acordado en La Habana.
Puede
darse esa situación, en especial en aquellos votantes que suelen dejarse llevar
por encuestas y tendencias previas a los eventos electorales. O simplemente,
aquellos que al momento de votar el plebiscito tengan dudas sobre el sentido de
lo acordado entre Farc y el Gobierno de Santos.
De allí que el Gobierno esté en mora en liderar una campaña publicitaria
que busque “desmontar” todos esos fantasmas y miedos que sectores de derecha y
la ultraderecha se han encargado de generar y difundir en torno a los acuerdos
de paz, con el concurso de medios como el noticiero Noticias RCN.
La
campaña publicitaria por el SÍ debe tener como objetivo estratégico desmontar
los miedos que el Centro Democrático, Acore, el Procurador Ordóñez y Fedegan,
entre otros, se han encargado de crear en una opinión pública fácilmente
manipulable y manipulada, gracias a la baja capacidad de discernimiento y análisis
de cientos de miles de colombianos que hacen parte de las audiencias urbanas
que creen en lo que dicen RCN, La W y los informativos de Cable Noticias, entre
otros.
Por
el contrario, una victoria del NO, igualmente contundente, restará algo de legitimidad al Proceso de Paz, y ese hecho
político podría beneficiar a los precandidatos y candidatos a la Presidencia
que en el 2018 se presenten con la clara intención de desconocer los Acuerdos o
de intentar torpedear su implementación, a pesar del blindaje jurídico-político
de los mismos.
Podrá
darse, en ese escenario de derrota del proceso refrendatorio, que figuras como
Vargas Lleras, que vienen guardando hermético y sospechoso silencio en torno a
los diálogos de La Habana, aprovechen la coyuntura electoral de 2018 para
develarse y recoger las dudas, molestias, reparos y miedos de esos sectores de
poder económico, político, social y militar que no acompañan el Proceso de Paz.
Ante
un eventual triunfo del NO, Vargas Lleras muy seguramente buscará acercamientos[3] con
Uribe Vélez y otros sectores de Derecha y de la ultraderecha. Convertido e
investido como el candidato presidencial que “evitará la entrega del Estado al terrorismo”, el país entrará en un
mayor escenario de polarización política, gracias a que
una porción del pueblo colombiano, en las urnas, negó la posibilidad de ponerle
fin a una guerra degradada de más de 50 años.
Resultaría
sorprendente e incomprensible para los sectores de poder externo que siguen y
apoyan los diálogos de paz de La Habana, que un puñado importante de electores
digan NO a la refrendación de los acuerdos de paz. Pero esa situación se puede
dar y por ello debemos estar atentos a que los altos niveles de polarización no nos lleven a desconocer esa negativa decisión electoral. Si en ese sentido vota una parte del electorado, esa decisión hay que respetarla.
Mientras
inician las campañas por el SI, el NO o la abstención, Vargas Lleras seguirá
consolidando su poder regional y alimentando su aspiración de convertirse en el
salvador de Colombia, esta vez ya no
por cuenta de una amenaza terrorista,
sino por cuenta de un Presidente que le “entregó
el país al terrorismo”.
Investido
como el segundo Mesías, Germán Vargas
Lleras[4] será
el artífice de que Colombia se acerque a vivir débiles escenarios de posacuerdo
y posconflicto, en la medida en que sus acciones y decisiones políticas
estarían encaminadas a dilatar en el tiempo las transformaciones sociales,
económicas, culturales e institucionales que se requieren para consolidar la
paz y la reconciliación entre los colombianos.
Imagen tomada de semana.com
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