YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 19 de enero de 2016

PAZ Y POSCONFLICTO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Los periodistas, a través del lenguaje periodístico-noticioso, y los agentes políticos, a través de lo que podemos llamar el discurso político (o de los políticos), suelen coincidir en el uso de conceptos que poco a poco se van vaciando de sentido por el manoseo cotidiano de los  mismos.

Voy a tomar dos conceptos que los medios de comunicación y el Presidente Santos, como principal agente político, vienen tomando de manera ligera, sin advertir que sobre estos vocablos subsisten acepciones mucho más elaboradas y complejas. Se trata de las nomenclaturas Paz y Posconflicto.

El Presidente en reiteradas ocasiones y circunstancias ha dicho que la “paz está cerca[1]. Es decir, para el Presidente, ponerle fin al conflicto armado interno es sinónimo de paz. Desde la perspectiva del discurso político y desde la dimensión periodística, lo que Santos Calderón pretende es llamar la atención de las audiencias para que crean en que es posible ponerle fin a la guerra. Lo hace así porque el Presidente es un agente político y su discurso claramente está alejado de la dimensión categorial, teórica y conceptual propia del discurso académico. Si su discurso estuviera anclado y sujeto a profundas elaboraciones y disquisiciones teóricas y conceptuales, ello haría menos comprensible lo que viene sucediendo en La Habana en términos de los acuerdos logrados hasta el momento.

Y son muchos los colombianos que siguen esa línea de expresión y hablan de que efectivamente Colombia alcanzará la paz porque el Gobierno firmará el fin del conflicto armado con las Farc. Pero no es exactamente así. Sabemos que la paz, como concepto y variable, está inexorablemente asociada a unas anheladas circunstancias en las cuales transcurre la vida humana, con todo y los riesgos que conlleva vivir juntos en las actuales sociedades. Así, la paz es un “estado de normalidad” (en el que se proscribe la guerra) en el que diversas actividades humanas se pueden realizar, con esperados sobresaltos, sin que ello implique excesivos peligros o la generación de miedo o terror en amplios sectores poblacionales. Es decir, la paz se construye poco a poco, implica un proceso; no se decreta, ni se firma. Si se quiere, la paz será posible cuando se proscriba la guerra, aprendamos a resolver los conflictos y las diferencias de manera pacífica o por lo menos, sin la intención de matar o eliminar a aquellos con los que tenemos diferencias. Se trata de minimizar las incertidumbres sociales fruto de escenarios de fuerte crispación y violencia, que a todas luces impiden y evitan la convivencia en medio de las diferencias. 

Posconflicto es el otro concepto  que usan  a diario periodistas, políticos y el Presidente Santos[2]. Al hablar de posconflicto estos agentes socializadores y políticos hacen referencia a una etapa que aparece una vez la guerra termina. Es decir, que el posconflicto, para medios y el Presidente, es un escenario natural que se da como consecuencia de la firma del fin del conflicto a través de un armisticio. Esto es, la paz y el posconflicto, desde las lógicas e intereses del Presidente y de los medios masivos, son dos vocablos que caminan juntos y el segundo es consecuencia de la superación del conflicto armado.

Pero más allá del uso interesado y cotidiano de estos dos conceptos por parte de los medios, periodistas y el Presidente, lo cierto es que el posconflicto es un escenario en donde la paz y la convivencia se consolidarán como circunstancias contextuales que facilitarán, para el caso de Colombia, la reparación, la no repetición, la reconciliación y en adelante, la interiorización de las normas, el respeto y el reconocimiento del Otro, así como la aceptación y puesta en marcha de mecanismos y dispositivos que permitan la convivencia pacífica y sobre todo, la resolución no armada de los conflictos. Por supuesto que ello pasa por aceptar lo acordado en La Habana, en especial aquellos asuntos polémicos que devienen con la justicia transicional y la participación política de los reinsertados de las Farc.

Además, el Posconflicto[3] exigirá profundas transformaciones institucionales y culturales que harán posible que aprendamos a resolver nuestros conflictos de manera civilizada y se establezcan las garantías jurídico-políticas para el efectivo ejercicio de los derechos en el contexto de una democracia que aún deviene con un carácter formal y procedimental.  Por lo tanto, el Posconflicto obedece a un proceso que demandará disímiles esfuerzos sociales, económicos y políticos, en el contexto de una enorme transformación  cultural.

Podemos esperar que en escenarios de Posconflicto[4] la paz sea posible en el entendido en que las logradas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales  sirvan para asegurar condiciones óptimas de convivencia y minimización de incertidumbres que permitan que la vida humana transcurra en condiciones de tranquilidad, sosiego, paz y no de guerra.

Debemos aprender los colombianos que el uso cotidiano e interesado de las nomenclaturas Paz y Posconflicto por parte del periodismo y el Presidente, termina ocultando la complejidad que encierran conceptualmente estos dos vocablos. Quizás desde allí deban partir los ejercicios pedagógicos que se requerirán de cara al llamado que recibiremos para votar el plebiscito y más adelante, para aceptar las condiciones generales y particulares de lo que se acuerde finalmente en La Habana.




Imagen tomada de: meta.gov.co; https://www.google.com.co/search?q=paz+y+posconflicto&espv=2&biw=1024&bih=636&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjmhL-YhbnKAhWEdh4KHc4LD-AQ_AUIBigB#imgrc=N7XimVbczApO-M%3A


[4] Alejo Vargas habla de “posconflicto armado”, en estos términos: “…lo entendemos como el periodo que va desde el momento en que los procesos  de concertación  y negociación del conflicto armado interno  se tornan en irreversibles, hasta cuando se desarrollan certámenes electorales bajo las nuevas condiciones en la negociación,  se da el reacomodo dentro de la institucionalidad  de los actores armados irregulares y el Gobienro inicia el desarrollo de las políticas públicas que apuntan a la reconciliación de la sociedad”. Tomado de El posconflicto armado en Colombia: la posibilidad de consolidar la democracia, EN: La Construcción del posconflicto en Colombia. Cerec- Fescol. 2003. p. 119-120.

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