YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 18 de junio de 2010

LOS MEDIOS MASIVOS EN LA ERA URIBE: HORA DE HACER BALANCES

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Ahora que se acerca el final de la era Uribe, bien valdría la pena hacer un balance del papel que jugaron los medios masivos colombianos, esto es, la gran prensa, en estos ocho años de gobierno.

Pero más allá de insistir en que efectivamente la gran prensa cumplió el rol de estafeta y que fue amanuense de los intereses de Uribe Vélez, lo que hay que empezar a exigir y luego a concebir en Colombia, son efectivos seguimientos a los tratamientos periodísticos de parte de las Facultades de Comunicación Social y de asociaciones de la sociedad civil, como por ejemplo, asociaciones de audiencias y consumidores no sólo de la industria informativa, sino en general de las propuestas discursivas de la industria cultural.

Se aporta al fortalecimiento de la democracia y a la propia generación de opinión pública divergente, si existieran organizaciones sociales capaces de analizar los discursos mediáticos, con miras no sólo a develar errores y tratamientos amañados y tendenciosos, sino a procurar que la opinión pública, las audiencias, conozcan otros puntos de vista alrededor de los hechos noticiables elevados por los periodistas al estatus de noticia. No es sano el unanimismo que de tiempo atrás se construyó en Colombia, en el que los medios aportaron su granito de arena al cerrar filas a favor de Uribe.

El poder de penetración de los medios masivos en Colombia y el daño que ciertos mensajes publicitarios hacen en la conciencia colectiva, ameritan el contrapeso de estudios y de investigaciones académicas que permitan de alguna manera calificar, con criterio, el rol que juegan los medios de comunicación, pero especialmente, el que jugaron durante el gobierno de Uribe Vélez.

Ya va siendo hora de que organizaciones sociales de la sociedad civil, junto con Facultades de Comunicación social- periodismo, realicen seguimientos y análisis permanentes a los discursos de la gran prensa, con el claro propósito de que las audiencias, las mismas que reciben la influencia mediática, conozcan lo que realmente se mueve detrás de un titular, de un editorial, de una fotografía, e incluso, qué dice o deja de decir un comercial para exigir que no se emita más.

Es más, la cuestionada Comisión Nacional de Televisión debería de costear parte de los proyectos de investigaciones que propongan grupos de investigación, las Facultades de Periodismo y organizaciones de la sociedad civil interesadas y preocupadas por la forma de actuar de la prensa en Colombia. Sé que es mucho pedir a un órgano comprometido, negativamente, en el proceso licitatorio del tercer canal de televisión. De continuar la licitación con la ausencia de dos de los tres oferentes, confirmaría el rumor: el gobierno de Uribe premiará a Planeta, por el apoyo que le brindó durante ochos años su Casa Editorial El Tiempo.

Así como hay controles efectivos entre los poderes públicos, a pesar de la intención de Uribe de acabar con los pesos y contrapesos de la democracia, debería de haber actores sociales que hagan contrapeso discursivo a los medios masivos. Se necesitan espacios públicos y privados que construyan contra discursos, para intentar de esta forma generar una opinión pública menos inocente y manipulable como la que hoy subsiste en Colombia. Dejar a las empresas mediáticas la tarea de orientar, ellas solas, a la llamada opinión pública, es asegurar unas audiencias polarizadas e incapaces de discernir sobre asuntos públicos complejos, propios de nuestro contexto.

Hay que trabajar en el diseño de programas de televisión, en horario prime time, que ayuden a entender los hechos noticiosos que los noticieros, radiales y televisivos, y la prensa escrita, presentan de manera equívoca, amañada o tendenciosa.

Con seguimientos efectivos a los medios masivos, ejercidos por parte de la Academia y de otros actores de la sociedad civil, Uribe no hubiera logrado polarizar al país de la forma como lo hizo durante ocho años. Al trabajo de seguimiento y análisis del discurso mediático, hay que sumarle el mejoramiento de la educación básica y la discusión privada de hechos públicos, para que los estudiantes no sean presa fácil de los discursos amañados de unos medios cooptados por el Gobierno, tal y como sucedió desde 2002 en Colombia.

La tarea no es fácil, pero como están las cosas en Colombia, es urgente que, sin proponer controles estatales y policivos a las empresas periodísticas, se den ejercicios analíticos que permitan a amplios sectores poblacionales entender que los medios masivos actúan bajo intereses económicos y políticos y que dichos intereses se reflejan en las noticias y en los mensajes publicitarios que a diario consumimos। Que los consumidores aprendan a distinguir entre ficción y no ficción, y que también comprendan que lo que se dice en los textos noticiosos son interpretaciones subjetivas de fuentes y periodistas que no pueden aceptarse como una única verdad, pues los hechos elevados al estatus de noticia son una construcción amañada que medios y periodistas hacen de la ‘realidad’.

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