YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 27 de septiembre de 2013

A PROPÓSITO DEL DISCURSO DE PEPE MUJICA ANTE LA ONU

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y político

Cómo me gustaría que en Colombia, algún día, llegara a la Presidencia un hombre o una mujer, con el talante humanista del hoy Presidente del Uruguay, Pepe Mujica. Creo que estamos muy lejos de ese día, tanto, que ese anhelo ya constituye una inmensa utopía.

Miro el presente de Colombia, y sólo veo a un gobernante que da bandazos, a un irresponsable que subió la biodiversidad cultural y ambiental y con ella, a millones de colombianos, en una pesada y temible locomotora que muy seguramente nos llevará a vivir infiernos de un inolvidable avatar.

Mujica es un viejo hermoso, un intelectual, de esos que no hay en Colombia. O por lo menos en la política. Qué rico sería envejecer con esa coherencia, con esa sapiencia, con esa capacidad para mirar el pasado, pero no quedarse en él, abrazado a la nostalgia. Mujica mira el futuro, esculcando los horrores del pasado y confrontando las mentiras del presente.

El presidente del Uruguay mira con preocupación el futuro, porque quizás en el fondo él se considere un pesimista batallador, tal y como se autoproclamó el científico y poeta vallecaucano, Víctor Manuel Patiño Rodríguez.

Dice Pepe Mujica, que la “… la política, la eterna madre del acontecer humano, quedó engrillada a la economía y al mercado…”[1]. Una sentencia que debería de hacernos reflexionar alrededor de lo público, e incluso, de la forma como orientamos nuestros cursos de democracia.

Los grilletes los hacen y los ponen -y se los pusieron a Colombia-  neoliberales como Gaviria, Pastrana, Uribe y Santos. Hijos, todos, de esa perversa ideología que le pone precio a la vida, a las relaciones humanas, a las especies, a todo. Una ideología que deshumaniza y oscurece la experiencia de vivir.

Al escuchar a Pepe Mujica, siento vergüenza del país que he ayudado a construir con mi ignorancia, con mi incoherencia; pero mayor vergüenza siento, cuando al observar el panorama preelectoral, noto la presencia y la vigencia política de un dañino líder, de un ex Mesías, de un ‘rufián de barrio’, de un montaraz político que llevó a Colombia por las aciagas noches de un viejo autoritarismo con el que el Estado persiguió a intelectuales, a críticos, a periodistas y a jueces comprometidos con el develamiento de las redes mafiosas, convertidas de tiempo atrás en los grilletes con los cuales la política, y los políticos en Colombia, intentan caminar hacia un mejor norte, a un puerto seguro, en donde sea posible vivir con dignidad.

Estoy convencido de que el discurso de Pepe Mujica quedará en eso, por lo menos en quienes hoy lideran organismos como el FMI  y el propio sistema financiero, guiado por anodinos economistas y banqueros, encargados de apretarnos todos los días los grilletes con los que el discurso económico y el mercado no sólo sometieron a la política, sino con los que nos han sometido a esa cruel dictadura de vivir para consumir.

Al escuchar a Mujica, confirmo lo lejos que estamos de tener a un Presidente con ese talante y sapiencia. Pero igual, al escuchar una y otra vez la apuesta discursiva y de acción política de Mujica, reconozco el inmenso compromiso que tengo como profesor, a pesar de que el mercado, con sus grilletes, día a día nos impide movernos en libertad.

Termino con una dolorosa categoría con la que otro intelectual uruguayo explica el mundo en el que hoy vivimos. Categoría que varios gobernantes colombianos, como el actual presidente Santos, han sabido dar vida en Colombia. Por ello, hoy este país es un buen ejemplo del orden criminal del mundo[2].



[1] Presidente Pepe Mujica, discurso ante Asamblea General de la ONU, septiembre de 2013. http://www.youtube.com/watch?v=CxR9Ea9i_TM#t=852

[2]  Jean Ziegler y Eduardo Galeano.

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