Por Germán Ayala Osorio, comunicador
social y politólogo
El
escenario electoral en Colombia de 2014 se desarrollará en medio de una fuerte
polarización política, por cuenta de la aparición del Puro Centro Democrático[1]
(PCD), luego Centro Democrático y ahora, Uribe Centro Democrático[2].
Con este movimiento político de derecha[3]
y de ultraderecha, liderado por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, el
uribismo pura sangre busca recuperar
el poder presidencial en 2018 y consolidar la oposición, visceral y personal de
Uribe, en un bloque dentro del Congreso de la República, que pueda torpedear,
inicialmente, los acuerdos a los que se llegue en los diálogos en La Habana,
que necesitarán ser refrendados en dicha Corporación.
Así
las cosas, la lucha política que se avecina va más allá de frenar la reelección
del actual presidente, Juan Manuel Santos Calderón. Contempla, por supuesto,
encaminar el país hacia los aciagos días vividos entre 2002 y 2010, es decir,
lograr el desmonte del Estado Social de Derecho, para dar vida libre al Estado
de Opinión[4].
Pero
más allá de cábalas alrededor de lo que pueda suceder en el cercano escenario
electoral, lo que realmente interesa en este texto es entregar elementos de juicio
que permitan responder la pregunta del porqué de la vigencia política del ex
presidente Uribe Vélez y de sus ideas en torno a cómo se debe hacer política y
a cómo se deben manejar los asuntos del Estado.
El contexto ayuda
Hay
circunstancias contextuales que aportan en buena medida a la vigencia política
del ex presidente Uribe Vélez. Pero digamos que subsiste un contexto macro y
complejo que facilita y explicaría el vigor de una opción política de derecha y
ultraderecha, en una nación que le tiene miedo a la democracia.
Y
en la caracterización de ese contexto, hay que señalar que Colombia exhibe, de
tiempo atrás, una acomodaticia ética pública y una cuestionable moral, de la
que son responsables y co responsables sectores empresariales y sociales, la
Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas y por supuesto, una controvertida
dirigencia política que históricamente ha usado el Estado para beneficio de
ciertos sectores de poder. Lo anterior se evidencia con altos índices de
corrupción estatal y privada, que vienen aportando a la creación de un ethos mafioso con el que los ciudadanos
suelen participar de la vida pública del país, hacer sus transacciones y con el
que cada día se golpea con fuerza la legitimidad del Estado. El todo vale es un
principio con el que Uribe Vélez mandó durante unos largos ochos años.
Con
todo y los problemas de corrupción, cooptación del Estado por parte de mafias
legales e ilegales, y la incuestionable ineficiencia del aparato estatal para
garantizar bienestar a sus asociados, Colombia logra hasta el momento
posicionar una imagen de país democrático y defensor de los derechos humanos.
Por supuesto, se trata de una imagen creada en laboratorios de marketing mediático y en ejercicios bien
logrados de diplomacia internacional, que no soportan una mirada escrutadora de
la realidad colombiana.
A
lo anterior hay que sumar la arraigada cultura machista en la que sobresale la
admiración por quien funge y actúa como un macho, peleador, berraco[5],
montaraz y grosero. Perfil psicosocial que gusta en varios estratos socioeconómicos
y que encaja perfectamente en el origen de este líder populista y mesiánico. La
sociedad colombiana se caracteriza por ser premoderna, patriarcal, sumisa y
conservadora, de allí que Uribe y el CD o UCD[6]
encarnen un proyecto regenerador con
el se buscará sepultar el espíritu liberal de la Carta Política de 1991, en
especial en lo que tiene que ver con libertades y derechos ciudadanos,
específicamente en temas que tienen que ver con permitir la eutanasia, el
aborto, el consumo de la dosis mínima, el matrimonio homosexual y la
posibilidad de adoptar, entre otros.
Es
en ese contexto en el que se consolida y mantiene el liderazgo de Álvaro Uribe
Vélez, un político de provincia, que si bien es mirado con recelo por la cerrada
élite bogotana por su origen emergente, funciona muy bien para ricos sectores
empresariales.
Un
político perspicaz y ladino que enarbola un criticable patriotismo y un
carácter mesiánico muy propicio para una Nación conservadora y profundamente creyente.
Una Nación que deambula sin un proyecto que recoja el carácter multiétnico,
pluricultural, y además biodiverso, resulta fácil de seducir por quien desde el
amor de un padre castigador y controlador y desde el amor a Dios, y desde
profundos sentimientos de venganza, manejó el Estado y construyó relaciones de
cercanía con sectores sociales pobres a través de ejercicios de una discutida democracia directa[7].
Álvaro Uribe es un líder negativo que fue capaz de desmontar la
institucionalidad estatal, en especial la ambiental y la militar, y por ese
camino, hizo que los asuntos del Estado se manejaran de la misma manera como
suele manejar las cuestiones de una finca como Guacharacas.
De
igual manera, hay que considerar que todo el país conoce o por lo menos ha oído
de las investigaciones, acusaciones y señalamientos que en torno a la figura de
Uribe Vélez existen en la ineficaz Comisión de Acusaciones de la Cámara de
Representantes, alrededor de sus cercanías, apoyos económicos recibidos de
manos de paramilitares que aportaron a su campaña a la presidencia en 2002 y
para la reelección.
De
igual manera, se cuestiona a su gobierno por haber desmontado la
institucionalidad ambiental y por buscar políticamente llevar el país por el
camino de un sinuoso Estado de Opinión. También, porque durante sus dos
administraciones persiguió al poder judicial, en especial a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a los que
probablemente dio la orden de seguir de manera ilegal, a través del DAS,
convertido en su periodo en una especie de policía
política con la que, además, intelectuales, periodistas y detractores sufrieron
los seguimientos ilegales y la persecución de investigadores y agentes de dicho
Departamento Administrativo de Seguridad[8].
A
lo anterior se suma, los oscuros procedimientos dentro del Congreso con los
cuales se logró aprobar la reelección presidencial inmediata (Yidispolítica). No menos grave es el
episodio de la Casa de Nari, que involucra de manera directa a altos
funcionarios de su gobierno.
Todos
estos señalamientos y cuestionamientos y otros aún más graves, reposan en páginas,
blogs, ensayos, panfletos y libros de circulación restringida como los
publicados por Josep Contreras y Sergio Camargo, intitulados El señor de las
sombras, la biografía no autorizada de Álvaro Uribe y El narcotraficante 82,
Álvaro Uribe Vélez, Presidente de Colombia.
Bastaría
con algunos de estos hechos para que una sociedad juzgara con fuerza a quien
hoy aparece para muchos como una opción presidencial viable, a pesar de los
impedimentos jurídicos y constitucionales que impiden hoy su regreso a la
Presidencia. Pero Uribe Vélez sigue aún
vigente políticamente, lo que sin duda da pistas claras del tipo de Nación y
del tipo de sociedad que se vienen consolidando históricamente.
Al
final, a la derecha colombiana poco le interesa cuánto de lo que se diga en contra de Uribe sea cierto y cuánto de los
delitos imputados pueda o no prosperar en los escenarios judiciales, puesto que
la derecha probó su compromiso para mantener condiciones de privilegio de
sectores tradicionales y profundamente conservadores del Establecimiento. Y
ello es suficiente para mantener su irrestricto apoyo.
Muy
seguramente logrará poner un número importante de senadores y representantes a
la Cámara. En ese momento, nos daremos cuenta cuánto retrocedió el país entre
el 2002 y el 2010 en materia de respeto a los derechos humanos y de
profundización de la democracia. Uribe siempre representará el pasado oscuro de
una sociedad enferma, ignorante, pasiva, conservadora y machista. Pobre país
este. 2014 será el año que confirmará que Colombia, poco a poco, regresará a la
Nación de la Carta de 1886. Allí se sienten cómodos Uribe, el Procurador
Ordóñez y todos los que muy seguramente votarán por ese proyecto de
ultraderecha.
El contexto internacional
En
esta etapa del actual proceso de globalización corporativa, funcionarios y
mandatarios como Uribe Vélez resultan deseables, especialmente para
inversionistas extranjeros y para quienes ostentan el poder en organismos
multilaterales de crédito. Y es así porque aquel defiende a dentelladas la idea
de un Estado mínimo que facilite la presencia incontrolada de la inversión
extranjera, que huelga decir, sirve para enriquecer a sectores tradicionales de
poder y por ese camino, para mantener condiciones de pobreza para extensos
grupos humanos, fácilmente manipulables a las políticas asistencialistas, en
especial, las agenciadas desde la Presidencia de la República.
Un
mandatario que cree a pie juntillas en un desarrollo extractivo, se convierte
en una pieza clave para aquellas multinacionales y sectores locales que
necesitan de un Presidente que asegure el agenciamiento de una economía de
enclave y por esa vía, tome distancia de inconvenientes discursos como el del desarrollo
sostenible.
La
doble moral del sistema financiero internacional y de las fuerzas globalizantes
y globalizadoras, así como las lógicas como opera lo que Galeano y Ziegler
llaman el orden criminal del mundo,
tienen en Uribe al más competente líder político, de allí su vigencia y el
interés que aún genera en sectores poderosos de la llamada comunidad
internacional.
[1] Subsiste acaso una estrategia
semiótica, ideológica y política para confundir a la opinión pública en el
sentido en que lo democrático ahora está en nuevo centro, en uno que es puro, y
no el que por ejemplo agencia la izquierda a través del Polo Democrático
Alternativo (PDA). Esa pureza también puede indicar un asunto étnico, propio de
una raza aria predestinada y única capaz de recoger banderas democráticas. En
Colombia hay sectores ‘blancos’ que desdicen del proceso de mestizaje. Es
probable que Uribe Vélez y las ideas del PCD
recojan esos sentimientos de vergüenza, para reorientar políticas de
inclusión que, a pesar de actitudes discriminatorias y racismo, se agencian por
mandato constitucional desde 1991.
[2] Así se lee en esta nota: http://www.rcnradio.com/noticias/centro-democratico-cambia-de-nombre-y-su-logo-sera-la-foto-de-uribe-92339#ixzz2gOuL8uFn.
[3] Con la categoría democrático, se pretende
ocultar el origen y el talante ultraconservador de una derecha que cada vez se
fortalece más, mientras que las opciones de centro y de izquierda se debilitan
con el paso de los días.
[4] Idea
que eleva al pueblo como el gran orientador de lo que debe hacer el Estado y el
Presidente. La dificultad de gobernar de acuerdo con lo que el pueblo señale,
apruebe o considere, radica en los altos niveles de ignorancia de millones de
colombianos, a las políticas asistenciales con las que se compran conciencias y
a la manipulación mediática a la que se expone ese mismo e indescifrable
pueblo.
[5] El episodio que trascendió a los
medios masivos en el que se escucha la voz del Presidente Uribe insultando a
una persona, identificada con el alias de La Mechuda, sirve para perfilar muy
bien del talante de Álvaro Uribe Vélez. En la grabación se escucha diciendo, es que estoy muy berraco y le voy a dar
en la cara marica.
[6] Uribe
Centro Democrático.
[7] Ejercicios sostenidos en la entrega
de ayudas y de soluciones a los más necesitados, en los llamados consejos
comunales de gobierno, en los que no sólo se irrespetaba y se comprometía la
autoridad de mandatarios locales y regionales, sino que se dejaba sin valor
político la discusión técnica del presupuesto y de las políticas públicas,
encaminadas, justamente a responder a las demandas sentidas de los sectores más
vulnerables de manera coherente, organizada y no sujeta a decisiones
emocionales y claro sentido electoral.
[8] Departamento Administrativo de
Seguridad, DAS, cooptado por el paramilitarismo. Institución que depende
directamente del Ejecutivo. En el Gobierno de Santos fue sustituida por la
Agencia Nacional de Inteligencia.
1 comentario:
En Un País tan: Machista,Ignorante,Resentido,Conservador y Contradictorio, para ellos la Paz,Democracia y Tolerancia son Palabras sin Sentido.
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