YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 23 de septiembre de 2013

FIRMAR LA PAZ NO SIGNIFICARÁ SUPERAR EL CONFLICTO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Las negociaciones de paz entre la cúpula de las Farc y el Gobierno de Santos pueden terminar en un cese definitivo del fuego, en un armisticio, pero ello no necesariamente significará la superación de las razones y las circunstancias que justificaron el levantamiento armado en los años 60. Es decir, es posible que se firme la paz con las Farc, pero el conflicto social, cultural, político, agrario y económico, continuará.

Frente al problema agrario, el más reciente ajuste ministerial de Santos apunta a la profundización de los  modelos extractivo (mega minería y explotación maderera) y agroindustrial (intensificación de cultivos de palma africana y caucho). Es decir, toda una estrategia productiva que en el fondo busca acabar con los campesinos pobres, a través de su cooptación y conversión en jornaleros. Igual suerte correrán indígenas y afrodescendientes que hoy ocupan territorios en donde hay reservas de biodiversidad, que resultan atractivas para empresas nacionales y extranjeras.

Santos le apunta a extender y profundizar el modelo agroproductivo, con la implementación de las Zonas de Desarrollo Empresarial, en departamentos como el Vichada, Guainía y la Orinoquia, lugares en donde la guerrilla de las Farc hace presencia de tiempo atrás. Sitios de donde deberá salir una vez se firme la paz.

De allí que el proceso de paz de La Habana termine reducido a una mera transacción económica entre un gobierno neoliberal que a toda costa insiste en insertar al país a la economía global y una cúpula fariana que buscará beneficios jurídicos, económicos y políticos, para insertarse en el Establecimiento, vivir de él, ante la evidente incapacidad de derrotarlo por la vía de las armas.

No estamos, entonces, ante un proceso de paz propiamente dicho, es decir, una negociación política para transformar el país y modificar las circunstancias que legitimaron el alzamiento armado en los años 60, esto es, enfrentar la pobreza, discutir la concentración de la tierra en pocas manos y repensar el modelo de desarrollo agrario, entre otros asuntos. No. Estamos ante una negociación cerrada y hermética entre dos bandos en cuyas ideologías y propuestas de desarrollo y visiones de país no caben los problemas, las angustias y las incertidumbres de millones de colombianos. Por ello, esa paz que salga de esa negociación no servirá para superar el conflicto social, económico, cultural (identitario) y político, que subyace al enfrentamiento armado que ya cumple 50 años.

Los líderes de las Farc que hoy están en La Habana saben reconocer que este cuarto de hora de la paz no es para Colombia y para superar las otras variables del conflicto, sino para ellos. Iván Márquez y Rodrigo Granda, entre otros, buscarán beneficios y garantías para sus vidas y la supervivencia[1] política y económica de sus familias. Para ello, se discute la declaración de amplias Zonas de Reserva Campesina, con las que los líderes de las Farc  no sólo desarrollarán sus proyectos productivos, sino en donde podrán fundar la base social y política del partido político que recoja parte de su ideología.


¿Quién discute la superación de las variables del conflicto?

Con la firma de la paz, en esas circunstancias, la responsabilidad de superar las otras variables del conflicto recae en la Iglesia Católica, en las Fuerzas Armadas, los Partidos Políticos, la Academia y los gremios económicos.

Con la desmovilización de las guerrillas y su inserción en la vida política del país, la superación del conflicto en sus manifestaciones sociales (exclusión), políticas (concentración del poder), económica (extrema pobreza) e identitarias (cultura blanca excluyente), será la gran prioridad de la sociedad colombiana y de sus fuerzas vivas. ¿Quién liderará el proceso de superación de dichas variables? ¿Las élites de poder son conscientes de que el conflicto en Colombia no es sólo armado? ¿Acaso las fuerzas armadas están preparadas e interesadas en asumir semejante reto social y político?

Creo que le corresponde a la Academia liderar la discusión alrededor de cómo y cuándo modificar esas circunstancias históricas que han hecho complejo el conflicto armado. Deberá contar, eso sí, con el concurso de unos debilitados partidos políticos y sindicatos, de unos gremios económicos que cada vez concentran más poder y por supuesto, con las fuerzas armadas, en especial, de las fuerzas militares. Quizás juntos, puedan superar un multifactorial conflicto armado, cuyos orígenes y las circunstancias que lo han reproducido, no están en discusión en La Habana, si miramos el silencio y la pasividad asumidas por los líderes de las Farc ante los últimos ajustes ministeriales de Santos.

El verdadero talante de paz de la sociedad colombiana se pondrá en cuestión cuando millones de colombianos descubran que si bien se firmó la paz, el conflicto social, económico, cultural (identitario) y político continúa profundizándose por cuenta de gobiernos neoliberales, como el de Santos, que vienen reduciendo, de tiempo atrás, el tamaño del Estado y sometiendo su soberanía a los intereses del gran capital nacional y extranjero.



[1] Frente a la suerte de cientos de guerrilleros, es posible pensar que la misma cúpula fariana entregue a las autoridades la identidad de aquellos combatientes que no se acojan al programa de apoyo a los reinsertados que ofrece el Estado. Es posible que haya desbandada de guerrilleros, que buscarán montar sus propias estructuras delincuenciales, eso sí, con un empobrecido y casi inexistente liderazgo político e ideológico.

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