Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Las
negociaciones de paz entre la cúpula de las Farc y el Gobierno de Santos pueden
terminar en un cese definitivo del fuego, en un armisticio, pero ello no
necesariamente significará la superación de las razones y las circunstancias
que justificaron el levantamiento armado en los años 60. Es decir, es posible
que se firme la paz con las Farc, pero el conflicto social, cultural, político,
agrario y económico, continuará.
Frente
al problema agrario, el más reciente ajuste ministerial de Santos apunta a la
profundización de los modelos extractivo
(mega minería y explotación maderera) y agroindustrial (intensificación de
cultivos de palma africana y caucho). Es decir, toda una estrategia productiva que
en el fondo busca acabar con los campesinos pobres, a través de su cooptación y
conversión en jornaleros. Igual suerte correrán indígenas y afrodescendientes
que hoy ocupan territorios en donde hay reservas de biodiversidad, que resultan
atractivas para empresas nacionales y extranjeras.
Santos
le apunta a extender y profundizar el modelo agroproductivo, con la
implementación de las Zonas de Desarrollo Empresarial, en departamentos como el
Vichada, Guainía y la Orinoquia, lugares en donde la guerrilla de las Farc hace
presencia de tiempo atrás. Sitios de donde deberá salir una vez se firme la
paz.
De
allí que el proceso de paz de La Habana termine reducido a una mera transacción
económica entre un gobierno neoliberal que a toda costa insiste en insertar al
país a la economía global y una cúpula fariana que buscará beneficios
jurídicos, económicos y políticos, para insertarse en el Establecimiento, vivir
de él, ante la evidente incapacidad de derrotarlo por la vía de las armas.
No
estamos, entonces, ante un proceso de paz propiamente dicho, es decir, una
negociación política para transformar el país y modificar las circunstancias
que legitimaron el alzamiento armado en los años 60, esto es, enfrentar la
pobreza, discutir la concentración de la tierra en pocas manos y repensar el
modelo de desarrollo agrario, entre otros asuntos. No. Estamos ante una
negociación cerrada y hermética entre dos bandos en cuyas ideologías y
propuestas de desarrollo y visiones de país no caben los problemas, las
angustias y las incertidumbres de millones de colombianos. Por ello, esa paz
que salga de esa negociación no servirá para superar el conflicto social,
económico, cultural (identitario) y político, que subyace al enfrentamiento
armado que ya cumple 50 años.
Los
líderes de las Farc que hoy están en La Habana saben reconocer que este cuarto
de hora de la paz no es para Colombia y para superar las otras variables del
conflicto, sino para ellos. Iván Márquez y Rodrigo Granda, entre otros,
buscarán beneficios y garantías para sus vidas y la supervivencia[1]
política y económica de sus familias. Para ello, se discute la declaración de
amplias Zonas de Reserva Campesina, con las que los líderes de las Farc no sólo desarrollarán sus proyectos
productivos, sino en donde podrán fundar la base social y política del partido
político que recoja parte de su ideología.
¿Quién discute la superación de las
variables del conflicto?
Con
la firma de la paz, en esas circunstancias, la responsabilidad de superar las
otras variables del conflicto recae en la Iglesia Católica, en las Fuerzas
Armadas, los Partidos Políticos, la Academia y los gremios económicos.
Con
la desmovilización de las guerrillas y su inserción en la vida política del
país, la superación del conflicto en sus manifestaciones sociales (exclusión),
políticas (concentración del poder), económica (extrema pobreza) e identitarias
(cultura blanca excluyente), será la gran prioridad de la sociedad colombiana y
de sus fuerzas vivas. ¿Quién liderará el proceso de superación de dichas
variables? ¿Las élites de poder son conscientes de que el conflicto en Colombia
no es sólo armado? ¿Acaso las fuerzas armadas están preparadas e interesadas en
asumir semejante reto social y político?
Creo
que le corresponde a la Academia liderar la discusión alrededor de cómo y
cuándo modificar esas circunstancias históricas que han hecho complejo el
conflicto armado. Deberá contar, eso sí, con el concurso de unos debilitados
partidos políticos y sindicatos, de unos gremios económicos que cada vez
concentran más poder y por supuesto, con las fuerzas armadas, en especial, de
las fuerzas militares. Quizás juntos, puedan superar un multifactorial
conflicto armado, cuyos orígenes y las circunstancias que lo han reproducido,
no están en discusión en La Habana, si miramos el silencio y la pasividad
asumidas por los líderes de las Farc ante los últimos ajustes ministeriales de
Santos.
El
verdadero talante de paz de la sociedad colombiana se pondrá en cuestión cuando
millones de colombianos descubran que si bien se firmó la paz, el conflicto
social, económico, cultural (identitario) y político continúa profundizándose
por cuenta de gobiernos neoliberales, como el de Santos, que vienen reduciendo,
de tiempo atrás, el tamaño del Estado y sometiendo su soberanía a los intereses
del gran capital nacional y extranjero.
[1] Frente a la suerte de cientos de
guerrilleros, es posible pensar que la misma cúpula fariana entregue a las
autoridades la identidad de aquellos combatientes que no se acojan al programa
de apoyo a los reinsertados que ofrece el Estado. Es posible que haya desbandada de guerrilleros, que buscarán montar sus propias estructuras delincuenciales,
eso sí, con un empobrecido y casi inexistente liderazgo político e ideológico.
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