YO DIGO SÍ A LA PAZ

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jueves, 4 de febrero de 2016

Plan Colombia y medios de comunicación: muy poco para celebrar

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y periodismo

Por estos días, con gran alboroto y regocijo, la gran prensa colombiana registra, sin mayor análisis de antecedentes y del contexto de la época, la conmemoración de los 15 años del Plan Colombia.

Si el Gobierno de Santos y las empresas mediáticas hicieran un balance crítico de dicha política pública de origen extraterritorial[1], muy seguramente poco habría para celebrar. Quisiera entender que la conmemoración tiene como objetivo ambientar lo que sería un Plan Colombia para la Paz y el posconflicto. Aún así, tanta algarabía resulta exagerada si miramos y examinamos los tratamientos periodístico- noticiosos que los medios le dieron al Plan Colombia, especialmente entre los años 1999, 2000 y 2001 y por supuesto, si hacemos un balance político, militar y socio ambiental de las acciones realizadas durante la aplicación de dicho plan.

Empiezo por el trabajo realizado por el periodismo nacional. En sendos estudios y análisis (2000 y 2001), se concluyó que la gran prensa nacional “no advirtió sobre los efectos económicos que a largo plazo dejaría la injerencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la economía del país. Se eludió la propuesta de legalización de la droga como única salida para desestimular y acabar con el negocio de los narcóticos. El aumento en la concentración de la tierra impulsada por el modelo de producción a gran escala consignado en el Plan Colombia. No se advirtió sobre los efectos socio ambientales que traería el cultivo de la Palma Africana. No informaron y mucho menos explicaron que existieron cuatro (4) versiones del Plan Colombia y los intereses que mostraron farmacéuticas y multinacionales mineras interesadas en la exploración y explotación de oro, niquel, plutonio y petróleo, entre otros)[2]”.

Ahora recordemos hechos y circunstancias que claramente exponen el talante exclusivamente militar de un proyecto de intervención directa de los Estados Unidos en el devenir del conflicto armado interno.

En primer lugar, el Plan Colombia[3] hay que mirarlo en el contexto de la Doctrina de Seguridad de los Estados Unidos. Al Gobierno de Clinton no le preocupaba la consecución de la paz en Colombia, sino la situación política de una sociedad civil y de un Estado penetrados por los carteles de la droga y guiados por un ethos mafioso que se entronizó colectivamente. Sobre los problemas de viabilidad política e institucional del país, los Estados Unidos respondieron al llamado de ayuda de Pastrana Arango.

Literalmente Pastrana sacó de su Plan de Desarrollo un acápite llamado Plan Colombia y lo presentó al gobierno de Clinton. Vista en porcentajes, Pastrana planteó una  relación Paz-Guerra, en donde un 20 % de los dineros recaudados irían para la guerra y un 80% para la inversión social y el fortalecimiento institucional. Clinton invirtió esa relación, lo que significó el escalamiento del conflicto, especialmente durante las dos administraciones de Uribe Vélez, gobernante que supo sacar provecho del mejoramiento técnico-militar que las Fuerzas Armadas alcanzaron gracias a los recursos del Plan Colombia.

En lo que corresponde a los efectos socio ambientales del Plan Colombia, la fumigación indiscriminada con glifosato afectó la salud, el medio ambiente y la vida económica de campesinos que vieron como el famoso defoliante acababa con sus cultivos de pan coger. En esa misma línea, el monocultivo de la palma africana, apoyado  por el Plan Colombia, resultó determinante para el desplazamiento de comunidades que vieron llegar de la mano de algunas empresas palmicultoras, a los paramilitares que impusieron su propio proyecto de vida social, económica y política.

En cuanto a “efectos conexos” del Plan Colombia, no podemos olvidar los hechos en los que militares norteamericanos violaron niñas[4] y sostuvieron relaciones con mujeres adultas, que dejaron nacimientos de colombianos, en su momento llamados como los hijos[5] del Plan Colombia.

Con todo lo anterior, la celebración de los 15 años del Plan Colombia debe hacerse a partir del reconocimiento de los efectos negativos que dejó su aplicación en el territorio colombiano. Entre los efectos “positivos”, muchos señalan que las Farc están hoy sentadas en una mesa de negociación gracias al Plan Colombia. Es posible. Pero se sumaron otras circunstancias que hay que tener en cuenta, como el cansancio y el envejecimiento de la cúpula de las Farc, las condiciones de la pre y la negociación planteadas por el Gobierno de Santos y la muerte de Alfonso Cano, entre otras.


Adenda 1: el Plan Colombia debió “naturalizarse” por recomendación de los Estados Unidos, que disminuyó el aporte económico a Colombia para librar su guerra contra las Farc, el narcotráfico y el terrorismo. De allí que Uribe planteara el Plan Patriota  y posteriormente propusiera la Política Pública de Defensa y Seguridad Democrática. A partir de allí, la guerra interna sería financiada por los grandes ricos[6] de Colombia.  

Adenda 2: El Plan Colombia, entonces, es un enorme féretro en el que reposan la soberanía del Estado por la aprobación de este en territorio gringo, los combatientes de los bandos enfrentados, especies vegetales y animales, y valiosos ecosistemas naturales.

Adenda 3: Familias en Acción fue un programa del Plan Colombia con el que se naturalizó el clientelismo. Pastrana, Uribe y Santos se eligieron y se reeligieron gracias al uso populista de esos recursos. Ese programa, además, promovió los embarazos en adolescentes, aupadas por sus padres para tener hijos y así recibir los dineros de Familias en Acción.



Carátula del estudio publicado en el 2000.


[1] Fue aprobada en el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica y aplicada en Colombia. El Congreso colombiano poco control político ejerció sobre los alcances y efectos de dicha política pública.
[2] Véase: Un año de autocensura, medios de comunicación y Plan Colombia. CUAO, 2000. p. 702.

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