Por
Germán Ayala Osorio, comunicador social
y politólogo
Si
aceptamos que la radio y la televisión son mediadores importantes en estos
modernos procesos de socialización, debemos saber que, como parte de las
audiencias, estamos expuestos a múltiples ejercicios representacionales que,
además de subjetivos, devienen profundamente contaminados por las ideas que cada programa o medio promueve, o
por los particulares usos del lenguaje, especialmente de locutores a los que la
misma sociedad parece darles “licencia” para referirse a hechos, situaciones y
a personas.
La
mediación que ejercen locutores, conductores de programas y comentaristas de
radio y televisión puede, en particulares condiciones y circunstancias,
resultar definitiva para la formación en criterio -en buen criterio- de unos
ciudadanos cada vez más mediatizados y expuestos a los ejercicios de
construcción y de-construcción de hechos y realidades que pueden resultar
magnificadas, distorsionadas o sobrevaloradas por esos mediadores que, al usar el lenguaje de una forma particular,
definen el tipo de audiencias que los escuchan.
Recientemente
el director de La Mega de Medellín protagonizó un incidente en el que se burló
de una mujer que tiene problemas de movilidad. Más allá de la condenable acción
de burla de Carlos Mira hacia Ana María Zapata, lo que llama la atención del
caso son los argumentos a los que recurre el señalado locutor y ahora ex
director de La Mega.
En
entrevista concedida a la revista Semana, Mira dice lo siguiente: “Obviamente, con esta oportunidad mucha
gente generaliza. Han dicho que “en La Mega Medellín tratan mal a las oyentes”
o que promovemos las burlas. Yo los invito a que oigan la emisora para que se
den cuenta de que las cosas no son así. No se trata de la radio juvenil
únicamente. Escuche otras emisoras: La W, Blu Radio, La FM ahí también hacen
chistes sobre ‘boquinetos’ o sobre James Rodríguez por ser gago, pero todos se
quedan con lo que hizo Carlos Mira. Pero el tema de fondo es otro. Los
colombianos somos así. Nos gusta burlarnos de todo y de todos. Está en nuestra
idiosincrasia. No es una cuestión únicamente de La Mega Medellín, ni siquiera
de la radio juvenil, es un tema cultural”[1].
Una
lectura ligera y desprevenida de las ideas subrayadas podría darle la razón al
locutor, que busca a toda costa escudarse en que hay una cultura que valida
todo tipo de acciones, en particular la de burlarse de una persona con
problemas de movilidad.
A
lo mejor el joven Mira no sabe que él, al estar en un medio de comunicación
masivo, establece una relación de mediación con los oyentes que a diario le
escuchan. Y que al fungir como mediador, sus
opiniones corren el riesgo de convertirse en referentes a seguir por aquellos
que le escuchan cotidianamente.
Es
posible que Carlos Mira desconozca la responsabilidad que como locutor-mediador
tiene en una sociedad mal educada como la colombiana. Y quizás más grave aún,
que este locutor no sea capaz de separar dos ámbitos: lo público y lo privado.
En espacios privados puede validarse y aceptarse la burla hacia quienes padecen
algún problema físico o estén viviendo una situación en particular que motive
chanzas, burlas o chirigotas, pero ello no significa que en un espacio público
esas mismas situaciones se tengan que aceptar, esgrimiendo el peregrino
argumento de que somos así en Colombia.
Y
menos aún se puede aceptar, como lo sugirió Mira, que al hacerlo otras emisoras
y programas, es decir, burlarse de la gente e irrespetar a los oyentes,
entonces ello constituye una patente de corso para que otros lo puedan hacer.
Mientras
dura fuera de los micrófonos y se mantiene alejado de ese privilegiado, pero
delicado ámbito de lo público, conviene que el joven Carlos Mira revise lo
actuado y lo dicho, para que cuando regrese a las cabinas de radio lo haga con
un aprendizaje que lo lleve a convertirse en un mediador responsable y
respetuoso que le aporte a las audiencias.
Imagen tomada de noticiascaracol.com
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