Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Malcolm
Deas, recientemente, dijo “… que Uribe era un presidente que necesitaba
Colombia. Después de él hay un antes y un después…sí, yo creo que hay momentos para la guerra y para la paz. En 2002 el
momento era para una política como la seguridad democrática, ahora el país vive
otro momento”[1].
No sé hasta dónde un país puede necesitar de
periodos largos de violencia, militar y política, para esperar y sentir que se
ha avanzado. ¿Hacía dónde avanzó Colombia después de Uribe?
Muchos responden la pregunta, señalando que
gracias a Uribe y a los resultados operacionales de su Política Pública de
Defensa y Seguridad Democrática (PPDSD), las Farc están hoy sentadas en La
Habana conversando con el Gobierno de Santos, para ponerle fin al conflicto. Es
posible que los duros golpes propinados a las Farc, hayan incidido en la
decisión de la cúpula fariana de dialogar con el Gobierno. Pero también
pudieron tomar la decisión por cuestiones humanas, especialmente por el
inexorable envejecimiento de sus principales cuadros. Y ese natural
envejecimiento y cansancio no se debió,
exclusivamente, al liderazgo político-militar que Uribe ejerció sobre los
militares.
De igual manera, pueden estar las Farc hoy
sentada en La Habana, por la confianza que genera en sus comandantes tanto el
propio Presidente, como su equipo negociador, en particular Humberto de la
Calle Lombana, especialmente si tenemos en cuenta -y recordamos- que la
extradición de los jefes paramilitares hacia los Estados Unidos, por parte de
Uribe, puede entenderse en las filas de las Farc como una traición, entendido
así en el marco del proceso de negociación que el Gobierno de Uribe estableció
con los líderes de los paramilitares.
De cualquier modo, señalar que Uribe fue
necesario, es aceptar que su paso por la Presidencia era un mal necesario, una
especie de pesadilla, de malos sueños repetidos, para luego gozar, no de un
plácido sueño, pero sí de una relativa tranquilidad para conciliarlo.
La opinión del reconocido académico pareciera que
justifica y legitima la violación de los derechos humanos, fruto de las
ejecuciones conocidas como falsos positivos. Además, se aplaudirían los
evidentes procesos de desinstitucionalización que puso en marcha el líder
populista, tanto en materia ambiental, castrense y política.
Resulta inaceptable escuchar que fue necesario
que el Estado violara los derechos humanos, o que una persona, desde la
Presidencia, manejara los asuntos público-estatales, desde sus intereses
privados y desde su pernicioso carácter mesiánico y autárquico.
No es esta la manera para enfrentar la debilidad
del Estado y la precariedad de sus instituciones. Después de los dos periodos
de Uribe Vélez, el país podrá aplaudir que las Farc estén a punto de firmar la
paz con el actual Gobierno, pero no podrá hacer lo mismo por el ethos mafioso que se instauró durante
ocho años, en donde los procedimientos reglados fueron subsumidos por un
espíritu voluntarioso, que claramente se legitimó y se institucionalizó, al
tiempo que rompía y obviaba la importancia de tener instituciones fuertes y
transparentes, en aras de proyectar la idea de que sólo existe un único Estado,
y no la imagen de que ese Estado tiene un doble funcionamiento o una cara
oculta, a la que los ciudadanos deberían de temer.
Parece olvidar el profesor Deas que Uribe buscó,
por todos los medios, instaurar lo que él mismo llamó un Estado de Opinión, que
no es más que un régimen político que funcionaría exclusivamente alrededor del
poder de encantamiento de su menuda figura mesiánica, con el claro concurso de
una prensa que fue cooptada y sometida, por el miedo y por la entrega de pauta,
hasta el punto en el que se consolidó un fuerte unanimismo ideológico y
político.
¿Qué hizo, entonces, Uribe para que académicos de
la talla de Deas, vean en él y en sus acciones de Estado, como ejemplo de un
quiebre histórico en el devenir del país? Liderar la lucha contra las
guerrillas, usando a las fuerzas militares como un ‘ejército privado’ al
servicio de unas élites que creyeron ciegamente en que se podía aniquilar a las
Farc, no puede considerarse como una virtud, y mucho menos, como un factor de
fortalecimiento del Estado. Por el contrario, el respeto por la
institucionalidad se perdió, en medio de la creencia colectiva de que por fin
el Estado colombiano se acercaba a la condición moderna por hacerse al
monopolio legítimo de la violencia.
Creo que Uribe Vélez no fue más que un terrible
experimento de una derecha que asumió la tarea de patrocinar de manera directa
a las fuerzas militares, al tiempo que buscaba cerrarle espacios democráticos a
sectores de izquierda, liberales y progresistas. Unas poderosas élites
regionales, guiadas por la élite bogotana, auparon a Uribe y le dieron todo el
juego institucional posible, hasta cuando sintieron su profundo desprecio, dado
por su origen emergente, al que finalmente no pudo renunciar o transformar, a
pesar de alcanzar la investidura presidencial.
Imagen tomada de elespectador.com
[1] Tomado de http://www.semana.com/nacion/articulo/en-plata-blanca-con-malcolm-deas/375818-3
Consulta: 11 de febrero de 2013.
2 comentarios:
Profesor German, gracias por su pluma con sabor a patria querida. Observe la universidad donde estudia el señor historiador, Oxford, al igual que todas esas “famosas” universidades como Harvard, MIT, etc , que nosotros con nuestro atraso veneramos, les rendimos pleitesía y les comemos cuento y sacan pecho los egresados y los empleadores. Que se puede esperar de todas esas instituciones donde forman los ideólogos y ejecutores del capitalismo salvaje, del imperialismo. Por eso no es de extrañar esas posiciones siempre con el tinte del colonialismo. Que más esperamos de estos personajes.
Que hay que hacer, dejar de seguir mirando y arrodillándonos a todas esas escuelas foráneas europeas y norteamericanas. Es hora de crear la universidad indoamericana, la autóctona de nosotros para américa india, La de nosotros para el mundo.
Un cordial saludo
Luis
Profesor German, gracias por su pluma con sabor a patria querida. Observe la universidad donde estudia el señor historiador, Oxford, al igual que todas esas “famosas” universidades como Harvard, MIT, etc , que nosotros con nuestro atraso veneramos, les rendimos pleitesía y les comemos cuento y sacan pecho los egresados y los empleadores. Que se puede esperar de todas esas instituciones donde forman los ideólogos y ejecutores del capitalismo salvaje, del imperialismo. Por eso no es de extrañar esas posiciones siempre con el tinte del colonialismo. Que más esperamos de estos personajes.
Que hay que hacer, dejar de seguir mirando y arrodillándonos a todas esas escuelas foráneas europeas y norteamericanas. Es hora de crear la universidad indoamericana, la autóctona de nosotros para américa india, La de nosotros para el mundo.
Un cordial saludo
Luis
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