miércoles, 14 de mayo de 2014

TODOS CONTRA URIBE, EL GRAN ELECTOR

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


De cara a la jornada electoral del 25 de mayo de 2014 resulta pertinente insistir en lo trascendental que resulta la participación masiva de votantes, porque están en juego en el país asuntos claves que resultarán determinantes para el inmediato futuro del país.

El asunto de la reelección de Juan Manuel Santos Calderón ya no gravita como un hecho determinante en la actual coyuntura político- electoral. Hasta hace unos días la aspiración del Presidente-candidato fue el evento político, negativo o positivo, sobre el cual gravitaban los análisis y la información mediática.  

Por el contrario, ante la presencia y el súbito repunte en las encuestas de opinión del candidato a la presidencia del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, la reelección de Santos dejó de estar en el centro de las preocupaciones de los colombianos. Ahora la preocupación mayor gravita en torno a la posibilidad de que Uribe regrese al poder presidencial, en el cuerpo de su candidato y ex ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga.

La posible victoria de Zuluaga  le quita en algo el negativo peso político-electoral a la reelección de Santos en tanto que la figura de la reelección deviene en una suerte de maldición por lo sucedido con Uribe cuando resultó reelecto para el periodo 2006-2010, debido justamente a los actos de corrupción  y a las prácticas clientelistas con las que Uribe pudo extender su periodo de gobierno, pactado inicialmente para 2002-2006.

Si bien Santos apela hoy a las mismas estratagemas políticas y clientelistas de su mentor, validadas política y culturalmente, su reelección no tiene el valor y el sentido de darle continuidad a unas políticas buenas que necesitan de otro periodo presidencial para que lleguen a ser exitosas. No. Por el contrario, el gran valor y sentido que tiene hoy en Colombia la reelección de Santos está en evitar el regreso de Uribe Vélez, quien claramente gobierna sobre las ideas del candidato Zuluaga, quien funge como una figura gris, dócil y realmente fiel a las ideas y al proyecto de país que encarna Uribe y que es seguido por sectores premodernos y ultra conservadores de la sociedad colombiana.

Ni siquiera el proceso de paz tiene la fuerza social como para que audiencias y votantes asistan a las urnas para darle continuidad a una política de paz y en particular al proceso de paz de La Habana. Es claro que Santos y su gobierno no han logrado internamente convencer y sintonizar al país con la posibilidad y necesidad de ponerle fin al conflicto armado con las Farc. Contrario sucede en el ámbito internacional, en donde cada vez se suman más apoyos de gobiernos y congresistas de diversos países, que piden a gritos a las partes para que no se paren de la mesa.

Si bien Santos tiene la bandera del proceso de paz de La Habana en sus manos, el banderín de la paz lo agitan con fuerza Clara López, candidata de la izquierda, Enrique Peñalosa, del Partido Verde (centro derecha) y hasta la candidata de derecha, , Marta Lucía Ramírez[1], eso sí, con algunas reservas. Quien no daría continuidad al proceso es el candidato de la derecha y la ultraderecha, Óscar Iván Zuluaga, quien sigue al pie de la letra el discurso de Uribe y del llamado ‘uribismo’, que se sostiene en la idea de que las Farc al ser un grupo terrorista, no hay posibilidad alguna de negociar con sus miembros dirigentes.  

Así entonces, y después de los aciagos ocho años de Uribe y de los cuatro de Santos, la sociedad colombiana sigue polarizada en torno a dos ideas: continuar con la guerra o firmar el fin del conflicto armado con las Farc. Y sigue polarizada por cuenta del ex presidente Uribe y los sectores económicos, políticos y militares que apoyan su política de tierra arrasada, en especial en familias poderosas en regiones como el Valle del Cauca[2] y algunas de la Costa Atlántica, especialmente en donde Uribe tiene influencia como hacendado y benefactor (Sucre y Córdoba).

Nuevamente en el país cobra vida el no reconocido movimiento social y político Todos Contra Uribe (TCU). Con esta circunstancia contextual, la reelección de Santos deja de ser un asunto de conveniencia política por la necesidad de dar continuidad a unas políticas públicas, y para el caso de la política de paz, mantener las negociaciones en La Habana,  para convertirse en un asunto de conveniencia nacional y hemisférica, en tanto que el regreso de Uribe Vélez, como en el pasado, puede resultar determinante para la desestabilización de una región en la que muchos países giraron a la izquierda y que con relativos éxitos sociales y económicos se acercan a la disminución de las desigualdades, así ello signifique y haya significado en muchos casos la disminución de las garantías democráticas para la oposición.

En cualquier sentido, poco o nada ha avanzado la democracia en Colombia en la medida en que la derecha y la ultraderecha tienen hoy en contienda electoral a los candidatos Peñalosa, Santos, en su calidad de Presidente-candidato y Óscar Iván Zuluaga (Uribe Vélez a la sombra). Es decir, tres de cuatro. Mientras que la izquierda está representada en la  figura de Clara López Obregón, hija de la rancia élite bogotana que se dice liberal.

Y peor es el panorama para la democracia colombiana, cuando se reconoce en Uribe Vélez como el gran elector, pues llevó a la Presidencia a Santos, quien a decir del ex presidente antioqueño traicionó su ideario político y programático y quiere ahora poner en la Casa de Nari a su candidato Zuluaga. Uribe como el gran elector representa al país premoderno, violento y godo que en las ciudades segrega a los pobres, al tiempo que hace esfuerzos para sacar a campesinos, indígenas y afros de sus territorios. 

Por eso, este 25 mayo los colombianos votarán no por opciones de cambio, sino por opciones de poder para mantener las históricas condiciones en las que opera el Establecimiento. Este 25 de mayo Todos Contra Uribe terminará por confirmar que la democracia colombiana es restringida, hasta el punto que un ex presidente, señalado jurídica y políticamente de haberse aliado con paramilitares, sigue siendo hoy el Gran Elector. Pobre país.



Imagen tomada de semana.com


[1] Les facilitaría que lleguen al Congreso, que lleguen como un partido político durante un período de transición, alrededor de 2 o 3 curules máximo en el Senado y otro tanto en la Cámara pero por un solo período en el siguiente que vayan y se presenten a la elección a ver cuántos votos consiguen. Leer más en: http://elpueblo.com.co/no-soy-mandona-soy-exigente-martha-lucia-ramirez/#ixzz31ibYpRk5

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