Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
De cara a la jornada electoral
del 25 de mayo de 2014 resulta pertinente insistir en lo trascendental que
resulta la participación masiva de votantes, porque están en juego en el país
asuntos claves que resultarán determinantes para el inmediato futuro del país.
El asunto de la reelección de
Juan Manuel Santos Calderón ya no gravita como un hecho determinante en la
actual coyuntura político- electoral. Hasta hace unos días la aspiración del
Presidente-candidato fue el evento político, negativo o positivo, sobre el cual
gravitaban los análisis y la información mediática.
Por el contrario, ante la
presencia y el súbito repunte en las encuestas de opinión del candidato a la presidencia
del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, la reelección de Santos dejó de
estar en el centro de las preocupaciones de los colombianos. Ahora la
preocupación mayor gravita en torno a la posibilidad de que Uribe regrese al
poder presidencial, en el cuerpo de su candidato y ex ministro de Hacienda,
Óscar Iván Zuluaga.
La posible victoria de
Zuluaga le quita en algo el negativo peso
político-electoral a la reelección de Santos en tanto que la figura de la
reelección deviene en una suerte de maldición por lo sucedido con Uribe cuando
resultó reelecto para el periodo 2006-2010, debido justamente a los actos de
corrupción y a las prácticas
clientelistas con las que Uribe pudo extender su periodo de gobierno, pactado
inicialmente para 2002-2006.
Si bien Santos apela hoy a las
mismas estratagemas políticas y clientelistas de su mentor, validadas política
y culturalmente, su reelección no tiene el valor y el sentido de darle
continuidad a unas políticas buenas que necesitan de otro periodo presidencial
para que lleguen a ser exitosas. No. Por el contrario, el gran valor y sentido
que tiene hoy en Colombia la reelección de Santos está en evitar el regreso de
Uribe Vélez, quien claramente gobierna sobre las ideas del candidato Zuluaga, quien
funge como una figura gris, dócil y realmente fiel a las ideas y al proyecto de
país que encarna Uribe y que es seguido por sectores premodernos y ultra
conservadores de la sociedad colombiana.
Ni siquiera el proceso de paz
tiene la fuerza social como para que audiencias y votantes asistan a las urnas
para darle continuidad a una política de paz y en particular al proceso de paz
de La Habana. Es claro que Santos y su gobierno no han logrado internamente
convencer y sintonizar al país con la posibilidad y necesidad de ponerle fin al
conflicto armado con las Farc. Contrario sucede en el ámbito internacional, en
donde cada vez se suman más apoyos de gobiernos y congresistas de diversos
países, que piden a gritos a las partes para que no se paren de la mesa.
Si bien Santos tiene la bandera
del proceso de paz de La Habana en sus manos, el banderín de la paz lo agitan
con fuerza Clara López, candidata de la izquierda, Enrique Peñalosa, del
Partido Verde (centro derecha) y hasta la candidata de derecha, , Marta Lucía
Ramírez[1], eso
sí, con algunas reservas. Quien no daría continuidad al proceso es el candidato
de la derecha y la ultraderecha, Óscar Iván Zuluaga, quien sigue al pie de la
letra el discurso de Uribe y del llamado ‘uribismo’, que se sostiene en la idea
de que las Farc al ser un grupo terrorista, no hay posibilidad alguna de
negociar con sus miembros dirigentes.
Así entonces, y después de los
aciagos ocho años de Uribe y de los cuatro de Santos, la sociedad colombiana
sigue polarizada en torno a dos ideas: continuar con la guerra o firmar el fin
del conflicto armado con las Farc. Y sigue polarizada por cuenta del ex
presidente Uribe y los sectores económicos, políticos y militares que apoyan su
política de tierra arrasada, en especial en familias poderosas en regiones como
el Valle del Cauca[2] y algunas de la Costa
Atlántica, especialmente en donde Uribe tiene influencia como hacendado y
benefactor (Sucre y Córdoba).
Nuevamente en el país cobra vida
el no reconocido movimiento social y político Todos Contra Uribe (TCU). Con
esta circunstancia contextual, la reelección de Santos deja de ser un asunto de
conveniencia política por la necesidad de dar continuidad a unas políticas
públicas, y para el caso de la política de paz, mantener las negociaciones en
La Habana, para convertirse en un asunto
de conveniencia nacional y hemisférica, en tanto que el regreso de Uribe Vélez,
como en el pasado, puede resultar determinante para la desestabilización de una
región en la que muchos países giraron a la izquierda y que con relativos
éxitos sociales y económicos se acercan a la disminución de las desigualdades,
así ello signifique y haya significado en muchos casos la disminución de las
garantías democráticas para la oposición.
En cualquier sentido, poco o nada
ha avanzado la democracia en Colombia en la medida en que la derecha y la
ultraderecha tienen hoy en contienda electoral a los candidatos Peñalosa,
Santos, en su calidad de Presidente-candidato y Óscar Iván Zuluaga (Uribe Vélez
a la sombra). Es decir, tres de cuatro. Mientras que la izquierda está
representada en la figura de Clara López
Obregón, hija de la rancia élite bogotana que se dice liberal.
Y peor es el panorama para la
democracia colombiana, cuando se reconoce en Uribe Vélez como el gran elector,
pues llevó a la Presidencia a Santos, quien a decir del ex presidente
antioqueño traicionó su ideario político y programático y quiere ahora poner en
la Casa de Nari a su candidato Zuluaga. Uribe como el gran elector representa
al país premoderno, violento y godo que en las ciudades segrega a los pobres,
al tiempo que hace esfuerzos para sacar a campesinos, indígenas y afros de sus
territorios.
Por eso, este 25 mayo los
colombianos votarán no por opciones de cambio, sino por opciones de poder para
mantener las históricas condiciones en las que opera el Establecimiento. Este
25 de mayo Todos Contra Uribe terminará por confirmar que la democracia
colombiana es restringida, hasta el punto que un ex presidente, señalado
jurídica y políticamente de haberse aliado con paramilitares, sigue siendo hoy
el Gran Elector. Pobre país.
Imagen tomada de semana.com
[1] Les facilitaría que lleguen al Congreso,
que lleguen como un partido político durante un período de transición,
alrededor de 2 o 3 curules máximo en el Senado y otro tanto en la Cámara pero
por un solo período en el siguiente que vayan y se presenten a la elección a
ver cuántos votos consiguen. Leer más en: http://elpueblo.com.co/no-soy-mandona-soy-exigente-martha-lucia-ramirez/#ixzz31ibYpRk5
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