viernes, 4 de julio de 2014

REFLEXIONES HORAS ANTES DEL PARTIDO COLOMBIA-BRASIL



Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Horas antes del crucial partido de fútbol entre los seleccionados de Brasil y Colombia, bien la pena tratar de asentar en la historia hechos y circunstancias que han rodeado la positiva actuación del equipo colombiano en el Mundial de Brasil 2014.

Desde una perspectiva deportiva, estamos ante una selección de fútbol distinta. Y no sólo por la forma de jugar (el toque toque insustancial es cosa del pasado), sino por las maneras de actuar, de pensar y hasta de hablar de sus jugadores y del cuerpo técnico, en cabeza de Néstor José Pékerman. Los muchachos de la selección (incluye a los más veteranos) exhiben una mentalidad distinta. Ya no es tanto el interés por llenarse los bolsillos de plata, sino que buscan reconocimiento, ese que sólo se ganan aquellos que hacen historia en un certamen tan importante como un Mundial de Fútbol. Ellos mismos lo han dicho: quieren hacer historia.

Es posible que esa ‘nueva’ mentalidad sea fruto de la experiencia acumulada por los jugadores que juegan en ligas del exterior. Es posible. Pero me late que mucho tiene que ver en ese cambio el señor Pékerman. Su decencia, aplomo y seguridad le han permitido erigirse como un líder y un referente de vida y de éxito para los muchachos. Eso es positivo.

Ahora bien, desde una perspectiva si se quiere sociológica, los incidentes graves y menores que dejan las celebraciones de la gente en Colombia y de algunos hinchas que están en Brasil, son lunares que en algo ensucian el buen ambiente social que viene generando en el país los cuatro triunfos del seleccionado colombiano en el Mundial Brasil 2014.

Nos hemos volcado al fútbol, guiados no sólo por el fervor que despierta ese deporte espectáculo y el cariño por el seleccionado nacional, sino por la necesidad de desahogo de una sociedad que arrastra históricas incertidumbres, miedos, problemas como la guerra, la pobreza y la falta de oportunidades. Por eso quizás algunos, con negativos, truncos, fallidos o semi fallidos procesos civilizatorios, muchos terminan celebrando de manera violenta.

Sociedades complejas como la nuestra necesita de estas válvulas de escape. Es positivo ver en las calles a los colombianos uniformados con las camisetas de la selección de fútbol. Se alcanza a respirar otro espíritu. Otra forma de mirar la vida, de sentirla. Ojalá que esas circunstancias puedan ser capitalizadas y/o conducidas por un discurso de reconciliación que convoque a todas las fuerzas y a todos los colombianos. Para que ello resulte, se requiere de un liderazgo político que por ahora no encarna el presidente Santos. Es urgente, por ello, un cambio cultural. Debemos transformarnos y el fútbol puede ayudar a hilar y a construir un país distinto, siempre y cuando entendamos que se trata de un deporte espectáculo y de que el Estado colombiano debe consolidarse como un orden viable, justo y perenne.

Bienvenidas estos días de euforia y de fervor nacional. Por fuera del patrioterismo y el nacionalismo generados, estamos ante unas circunstancias y unos hechos, sociales y deportivos, que podemos aprovechar en disímiles espacios de acción, para cambiar y transformar el país. O por lo menos, para dar puntadas hacia ese Norte.


Ojalá gane la Selección. Es mi deseo. Si no se logra la victoria, hay arropar a los muchachos y al cuerpo técnico y decirles GRACIAS por estos días distintos, por esas alegrías que, aunque efímeras, han de servir para cambiar nuestros espíritus.  

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