Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Buenas tardes para todas y todos.
Agradezco la invitación de la “muchachada” de Semilla Política, de la
Universidad Autónoma de Occidente.
Insistir en que actuemos como
ciudadanos dejó de ser, hace mucho rato, una contradicción. Hoy, es un
imperativo, en especial para la juventud colombiana. De eso vengo a hablarles a
Ustedes.
Mantenerse al margen de los
asuntos públicos es posible, gracias a que la política se ha descentrado,
porque ya no hace parte de la vida íntima de los colombianos. Habría que buscar
explicaciones de la ocurrencia de ese fenómeno, en el Frente Nacional, en la
crisis de la educación, los cambios en las familias y en la consolidación del
mercado y el consumo en la vida de los colombianos, entre otras circunstancias.
Seguir negándonos a participar de
eventos electorales, pero sobre todo, evitar la discusión de hechos políticos y
noticiosos, nos llevará, inexorablemente, a la apatía y al sin sentido a
nuestra condición de ciudadanos. Poco a poco nos convertimos en
ciudadanos-clientes, o lo que es peor, en anodinos consumidores de información
y de bienes y servicios. La inercia de los acontecimientos y nuestros sueños
individuales nos arrastrarán hacia la incomprensión de lo que sucede en el país
y en el mundo, en especial, en esta etapa de la globalización corporativa.
Este es un llamado para que
tomemos conciencia de lo que viene sucediendo en Colombia y en el mundo. La
captura del Estado por parte de redes mafiosas y clientelares debería de ser
suficiente para que adoptemos una actitud distinta frente a los asuntos
públicos. Dejar que otros se preocupen e intenten comprender el trasfondo que
subsiste a la crisis de credibilidad y confianza pública que hoy vive la Corte
Constitucional, es hacerle el juego a fuerzas, actores y grupos de interés, que
claramente se benefician de nuestra ignorancia, apatía e incapacidad para
descifrar un complejo contexto social, político, económico y cultural en el que
hay que ubicar lo que sucede en aquella Corporación, hasta hace unos años, un
faro ético para el país.
Este 2015 es un año electoral. Y
ese escenario que viviremos en el mes de octubre, necesita de ciudadanos bien
informados, pero sobre todo, conscientes de que lo que estará en juego no son
unos cargos públicos de elección democrática, sino la disputa entre quienes aún
le apuestan a la continuidad del conflicto armado interno y aquellos que a
pesar de múltiples reparos, le apuestan a la firma del fin del conflicto armado
con las Farc y ojalá con el ELN. Y de cara a las elecciones de 2018, las
decisiones que tomemos en octubre del año en curso, serán definitivas para la
refrendación de lo que se acuerde en La Habana.
Quienes nacimos con los gritos
libertarios de las guerrillas colombianas, tenemos una inmensa deuda con los
jóvenes de hoy. En aquellas épocas, las utopías guiaron la vida no solo de los
alzados en armas, sino la vida social de millones de colombianos.
Sin las viejas utopías, el mundo
de hoy transita bajo una adormecedora inercia que nos atornilla a nuestras
aspiraciones y sueños individuales. No hay lugar, hoy, para proyectos
colectivos. Esa es la magia del neoliberalismo. Contra esas circunstancias
contextuales, deben Ustedes luchar, en aras de encontrar un lugar en este
proyecto humano hegemonizante y hegemónico en el que hoy sobrevivimos.
Sin duda, se puede vivir por
fuera de la política, sin discutir asuntos públicos. Quienes así ven, sienten y
proyectan sus vidas, se ahorran horas de incertidumbre, angustias,
preocupaciones y de “rollos”. Es más, pueden llegar a sentir que son más
felices que aquellos que viven intensamente la discusión de asuntos públicos.
Pero con el paso de los años y cuando ya veamos alejar la juventud y avistemos
la presencia de las canas y las arrugas, muy seguramente sentiremos un gran
vacío en nuestras vidas. Ese vacío que solo es posible que nos dejen la
ignorancia y la incapacidad para comprender, por lo menos, lo que sucede en
nuestro inmediato contexto.
Ustedes, muchachas y muchachos,
tienen la obligación y la oportunidad de repensar las utopías que en los años
60 y 70 nos hicieron vibrar. Y noten, que de primero, nombré a las muchachas.
Son Ustedes, mujeres, las que deben ayudar a cambiar este mundo. Su
inteligencia, creatividad y su inmensa capacidad para amar, deben llevarlas a
copar espacios tradicionalmente ocupados por machos.
La política y en general la vida
societal, necesitan con urgencia de las mujeres, de los jóvenes en general. Por
ejemplo, los problemas socio ambientales que hoy enfrenta Colombia, requieren
de la mirada femenina. Hay suficientes evidencias del daño que este mundo
masculino le ha hecho al planeta y al proyecto humano. Quizás esa sea la utopía
que guíe sus vidas en adelante.
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