Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
La alocución presidencial de la noche del 10 de marzo de 2015 es, desde
ya, un hito político en la historia de los procesos de paz adelantados en
Colombia entre varios gobiernos y las dirigencias de las Farc. Y lo que
convierte la intervención del Presidente en un hito histórico es la orden
perentoria que le dio al ministro de la Defensa y a los Comandantes de las
Fuerzas Armadas de suspender, por un mes, los bombardeos contra campamentos de las
Farc.
La orden de Santos, en su calidad
de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, constituye un paso gigante en el
desescalamiento del conflicto interno y en la consolidación del proceso de paz
que se adelanta en La Habana. Pero lo sustantivo y polémico de la medida está
en la acción de no bombardear. Y es así, porque los guerrilleros le
temen al uso de bombas “inteligentes” arrojadas desde aviones. Fue a través de
estos ataques aéreos, que las Fuerzas Militares lograron dar los más duros
golpes a las Farc. Recordemos las muertes de Raúl Reyes y el Mono Jojoy. Desde
esa perspectiva, es claro que la medida beneficia de forma directa a las Farc,
en tanto que mantiene la cohesión en sus filas, ante los reclamos de los
guerrilleros que están en Colombia resistiendo las operaciones de las Fuerzas
Militares.
Así entonces, la orden de Santos
de suspender los bombardeos a los campamentos de las Farc, constituye una
medida que nos debe llevar a la firma de un cese bilateral al fuego. Durante un
mes, Santos y el ministro de la Defensa pondrán a prueba la cohesión al
interior de las Fuerzas Armadas. Aunque es poco tiempo, Santos está probando
con quién puede o no contar dentro del cuerpo castrense. Claro está, que el
corto tiempo puede también indicar que Santos, por su talante, mantiene un
excesivo respeto por los uniformados que están bajo su mando.
Llegó la hora de develar qué
sectores dentro de las Fuerzas Armadas están o no con el Presidente y quienes
continúan extrañando al Presidente-soldado que durante ocho años (2002-2010),
debilitó la institucionalidad militar, hasta el punto de manejar a militares y
policías como parte de un ejército
privado, preparado, exclusivamente, para la consecución de un objetivo
personal de quien los mandaba. Quienes extrañan aún al Mesías y añoren las
acciones bélicas y el olor a muerte, deberán, por un mes, cumplir al pie de la
letra la orden presidencial. Es posible que se presenten retiros de oficiales,
suboficiales y soldados profesionales ante la medida presidencial y quizás, por
su extensión en el tiempo. Si esa situación se presenta, Santos sentirá un
alivio pues le ahorrarán la incómoda situación de tener que llamarlos a
“calificar servicios” ante una eventual y explícita molestia o ante la decisión
de no acatar la orden del Ejecutivo.
Con la decisión, Santos y el
ministro de la Defensa saben que lo que está en juego no es de poca monta:
están probando si realmente las Fuerzas Armadas son una organización monolítica
y absolutamente obediente al poder civil. De no ser así, el país deberá
prepararse para posible “ruidos de sables” y rabiosas reacciones, en especial
de altos oficiales en uso de buen retiro, que azuzados por Uribe, continuarán
señalando a Santos como responsable de la moral baja de quienes por años han
operado bajo los principios de la doctrina de seguridad nacional.
Para que la orden se cumpla, el
ministro de la Defensa deberá disponer de la contra inteligencia, para impedir
que internamente se produzcan sabotajes a la medida adoptada por el Presidente.
Es posible que durante el mes que
durará la medida se produzcan enfrentamientos (no bombardeos a campamentos)
entre fuerzas guerrilleras (de Farc, ELN y/o grupos que actúen en nombre de
estas organizaciones) y miembros de la Fuerza Pública. Esos hechos no pueden
terminar presionando las conversaciones de paz, pero si deben tenerse en cuenta
para pactar, de una vez por todas y sin dilaciones, un cese bilateral del
fuego, ojalá con verificación nacional e internacional.
Podemos decir, con la decisión
tomada por Santos, que el proceso de paz de La Habana no tiene reversa. Por el
contrario, se consolida con los compromisos de desminado que se están
discutiendo entre oficiales activos y guerrilleros de las Farc. Insisto en que
la firma del fin del conflicto está cerca, pero la paz, aún sigue estando
lejos.
Adenda: es una lástima que el Gobierno y el ELN no concreten aún el
inicio de un proceso de paz. Las actividades bélicas de ese grupo y las que
emprendan en su contra las fuerzas militares, empañan el ambiente de
pacificación política que respira el país. Además que se convierten en el mejor
incentivo para aquellos miembros de las fuerzas institucionales que le apuestan
a que el conflicto armado interno se perpetúe en el tiempo.
Adenda 2: El Presidente, por segunda vez, ordena suspender los bombardeos contra campamentos de las Farc. Lo hizo el 25 de julio de 2015.
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