lunes, 6 de abril de 2015

SANTOS, PEDAGOGÍA DE LA PAZ Y FUERZAS ARMADAS

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Las jornadas pedagógicas adelantadas en algunos cuarteles, por los generales ( r ), Mora Rangel y Naranjo, son muestras claras de lo difícil y complejo que es, y será, convencer a militares y policías activos, de que el fin del conflicto armado con las Farc, es garantía de que sus vidas correrán menos peligro, si dicha agrupación depone las armas.

Es claro que dentro de las huestes castrenses hay dudas y resistencias políticas e ideológicas frente al Proceso de Paz y por supuesto, frente al actor armado que más duros golpes ha dado a unidades militares y de policía. Baste con recordar las sangrientas tomas a bases como Las Delicias, Miraflores y Patascoy,  la consecuente captura de uniformados y el largo confinamiento al que fueron sometidos, en verdaderos campos de concentración, construidos por las Farc en varias zonas del sur del país.

Dichos actos de guerra, en el contexto de un degradado conflicto armado, da para pensar que la unidad de mando al interior de las fuerzas armadas, deviene debilitada por sentimientos de odio y deseos de venganza, por los rumores que los opositores del Proceso de Paz de La Habana se han encargado de difundir por todas las unidades militares y cuarteles de policía y quizás, por el poder desestabilizador de una inadvertida burocracia armada.De esa burocracia armada, harían parte oficiales activos y retirados.

El propio Presidente, y en varias ocasiones, ha salido al paso de rumores que circulan sobre la reducción del número de efectivos, y la pérdida de beneficios prestacionales y salariales, entre otros temas. Todo lo anterior, en claro beneficio de las Farc.

Por ello, el presidente Santos, en su calidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, no tiene fácil la tarea de contrarrestar los infundios que los opositores y críticos de las negociaciones de La Habana vienen difundiendo en las guarniciones, sino la animadversión hacia las guerrillas que, por años, se ha acumulado en quienes han sido formados bajo elementos de la doctrina de seguridad nacional, que reconoce a un despreciable enemigo interno.

Lo que podría hacer Santos

Pero no solo se trata de enfrentar viejos dogmas y doctrinas al interior de las fuerzas estatales, sino a los intereses económicos de aquellos oficiales y suboficiales que de manera directa se benefician y se han beneficiado del cuantioso presupuesto que el Estado destina y ha destinado históricamente, para enfrentar los desafíos de la guerra interna.

Está  muy bien que el Presidente y los generales Mora y Naranjo visiten estratégicas unidades militares para hacer pedagogía del Proceso de Paz, pero resultaría más provechoso si el propio Gobierno asume el desmantelamiento de las redes clientelares que muy seguramente existen al interior de las fuerzas armadas, en especial, aquellas que de manera directa tengan que ver con el manejo presupuestal.

Es allí en donde Santos debe poner su atención y energías, en especial por el desmonte de la institucionalidad que se dio en el periodo  presidencial de 2002 y 2010. Y para ello, debe convocar a los organismos de control, Procuraduría y Contraloría, para que esculquen las cuentas de divisiones y batallones, en aras de que haya un mejor control y gerencia del presupuesto militar, en especial, para cuando el país transite hacia el posconflicto.

En cuanto a las resistencias de los militares y policías por cuestiones ideológicas y políticas, Santos debe hacer uso de su poder discrecional para llamar a calificar servicios a todos aquellos que se resistan a vivir en los nuevos tiempos que se vendrán si el fin del conflicto armado se logra.

Y ya va siendo hora de cambiar, académica y políticamente, los cursos de instrucción y entrenamiento en las escuelas de formación policial y militar. Si las Farc se desmovilizan y hacen dejación de armas, no tendría sentido continuar formando oficiales y suboficiales para enfrentar a un inexistente enemigo interno.

Es probable que Santos no se percate o no quiera reconocer de la presencia de una verdadera burocracia armada, conformada por altos oficiales, activos y en uso de buen retiro, de las fuerzas armadas, en especial del Ejército, que se oponen de manera a la firma del fin del conflicto. Si esa burocracia armada y esas redes clientelares existen y coexisten, Santos debe advertirle al país, a la sociedad civil que respalda el Proceso de Paz, a los medios de comunicación, a los partidos políticos, e incluso, a los países garantes  y a los comisionados que Estados Unidos y Alemania han dispuesto para que sigan de cerca las negociaciones en Cuba, para que su sucesor en la Casa de Nariño no solo estructure una política pública  de paz de largo plazo, cumpla con lo que se acuerde en la isla de los Castro y desmonte toda estructura militar y red interesada en sabotear los acuerdos de paz y por esa vía, dar continuidad al conflicto armado.

Finalmente, lo que está en juego en estos momentos y lo que se pondrá a prueba en escenarios de posacuerdos, es la sujeción y la obediencia debida de las fuerzas armadas al poder civil.



Adenda: con la muerte del profesor Carlos Gaviria Díaz, el país ve apagarse el faro ético que por varios años iluminó las actuaciones de la Corte Constitucional que él mismo presidió, y los de la izquierda, que siguió sus ideas. Gaviria Díaz encarnó la decencia en la política y el respeto al Estado Social de Derecho. Se marchó un incomprendido liberal, que resultó desafiante y generador de profundos temores en una sociedad conservadora, patriarcal, violenta  y goda.

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