YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 9 de mayo de 2007

¿Uribe III?: legitimar el Estado es la prioridad, por Germán Ayala Osorio

La propuesta de Julio Mario Santodomingo de permitir una segunda reelección de Uribe Vélez le suena no sólo a un sector del uribismo, del liberalismo, del conservatismo y de la llamada opinión pública, sino a los propios medios de comunicación que han hecho eco de la recomendación del reconocido industrial, sin mayor análisis crítico de sus alcances.
La insinuación no sólo resulta apresurada e inconveniente, sino irrespetuosa por cuanto desconoce la posibilidad que tienen los colombianos de discutir, privada y públicamente, las realizaciones y los yerros de las dos administraciones de Uribe.
Más allá de si el Presidente acepta o no asumir un tercer período, lo que sin duda está recomendando – y mañana, exigiendo- el señor Santodomingo es que se profundicen un tipo de Estado –mínimo, a satisfacción de él mismo- y un modelo económico que asegure, a través del ejercicio del poder político, la infelicidad a grandes mayorías de la población colombiana. Esto es, la concentración aún mayor de la riqueza y la continuidad de la guerra contra las Farc y la amenaza terrorista, extendiéndola y asegurando su existencia. Es decir, una guerra perpetua asegurará el proyecto político de la derecha colombiana.
Eso en el plano interno. En el plano de las relaciones internacionales, la propuesta de Santodomingo es el resultado del miedo que generan los giros políticos y económicos que se vienen dando con Chávez y que continuarán en Ecuador con la llegada de Correa. Socialismo profundo o socialismo de mercado le aterra a la clase dirigente colombiana, así como la lucha que el líder bolivariano -y la que empezará su novel émulo-, se libra, justamente, contra los sectores más privilegiados en Venezuela y Ecuador.
Incapaces de revisar las nefastas consecuencias sociales y políticas de un neoliberalismo exacerbado, industriales, la clase política y dirigente buscarán que la poco inocente propuesta de Santodomingo sea una realidad, con Uribe o sin él. Ello significará que desde ya a los presidenciables de la izquierda colombiana les resultará aún más difícil alcanzar las simpatías de una opinión pública atemorizada de tiempo atrás por lo que está sucediendo y sucederá con los vecinos y países hermanos que dieron el giro ideológico que tanto atemoriza a quienes aseguraron el triunfo de Uribe y su reelección inmediata. Para ello, los industriales cuentan con los medios masivos de información, convertidos en componentes vitales de sus emporios económicos.
Responder de esa manera a los retos que imponen los más cercanos gobiernos socialistas de Venezuela y Ecuador, y en general a los de Brasil, Bolivia, Argentina, Chile y Uruguay, es apresurado, pero perfectamente apegado a las características de una clase empresarial y dirigente incapaz de reconocer lo inviable que resulta un modelo económico que concentra la riqueza en pocas manos y que persigue a la clase media a través de medidas económicas.
Si para Hobbes el hombre era naturalmente intratable e insociable, para los neoliberales la solidaridad y la responsabilidad social del Estado resultan ser principios impropios para el crecimiento económico y el progreso.
Reafirmar, consolidar y perpetuar un proyecto de derecha en Colombia garantizará su aislamiento latinoamericano. Hoy, cuando nos hemos convertido en el alfil de los Estados Unidos, los vecinos ya nos ven con sospecha y como un incómodo y poco confiable vecino.
Más inteligente sería revisar con cuidado lo que sucede internamente en el país para generar gobernabilidad, resultante del beneplácito de las grandes mayorías de colombianos y no una virtual sostenida en la efectiva y efectista propaganda mediática; buscar legitimar la acción estatal debe ser la prioridad, pero para ello se requiere un giro en la idea que se tiene hoy de cuál es – y debe ser- el papel del Estado. Sin socialismos exacerbados y sin polarizaciones es posible recomponer el camino. La búsqueda de la felicidad de las grandes mayorías debe ser la prioridad del Estado por encima de proyectos hegemónicos, autoritarios y mesiánicos, basados y sostenidos en odios, desavenencias y conflictos de clase.
El anuncio del industrial debe llamar la atención de la izquierda democrática colombiana, especialmente en los dirigentes y militantes del PDA(Polo Democrático Alternativo), para diseñar un plan de acción política que les asegure la fuerza necesaria para enfrentar el escenario electoral en el 2010. El reto es grande, empezando por la necesidad de distanciarse efectiva y públicamente de la acción armada de las guerrillas.

Cali, jueves 18 de enero de 2007. Publicada en el Boletín 444, enero 22 a febrero 5 de 2007, de Actualidad Colombiana.

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