YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 16 de mayo de 2012

UN ACTO PREPOLÍTICO, CON CONSECUENCIAS POLÍTICAS Y ELECTORALES

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

El atentado criminal perpetrado contra el ex ministro del Interior y de Justicia[1], Fernando Londoño Hoyos, sin duda, es un acto prepolítico, que deja efectos políticos inmediatos y, en el mediano plazo, veremos derivaciones electorales en los comicios de 2014. Es decir, de manera temprana, el tema de la reelección de Juan Manuel Santos empieza a jugarse política e ideológicamente alrededor de dos dicotomías: paz-guerra y seguridad democrática-prosperidad democrática.

La acción criminal tiene un contexto político, ideológico y legislativo que facilita la construcción de hipótesis que ya se expresan públicamente, con el fin de explicar y hallar los responsables materiales e intelectuales de semejante ataque contra un ex ministro.

Primero expondré las circunstancias contextuales y luego, dos hipótesis alrededor del hecho violento.

La llegada de Santos al poder presidencial significó una ruptura ideológica con la administración de Uribe Vélez, situación que no sólo ha generado resquemores y dudas en las bancadas de la llamada Unidad Nacional, sino en sectores económicos y políticos (élites) que se acostumbraron al régimen proto dictatorial y clientelista que logró montar Uribe durante sus largos ocho años de gobierno.

Santos no sólo reconoció que existe un conflicto armado interno, sino que ha mostrado interés en abrir caminos de paz con las guerrillas, en contravía de Uribe que desechó ese camino en sus ocho años de gobierno.

En editorial del 12 de mayo de 2012, el diario bogotano señaló, en torno al proyecto de acto legislativo conocido como marco para la paz, que “por cuenta de esa situación, son cada vez más los observadores que dicen que el éxito o fracaso del acto legislativo en el Capitolio va mucho más allá de un encomiable esfuerzo para que sea posible llegar a una paz negociada en Colombia. El motivo es que es evidente la demarcación de una frontera ideológica, que a su manera definiría a los integrantes de la coalición cercana a la administración Santos.

Como es bien sabido, bajo el paraguas de la Unidad Nacional, impulsada por el actual mandatario, se han resguardado buen número de vertientes, que comprenden -quién lo creyera- incluso a rivales históricos, como los partidos Liberal y Conservador. La cohesión de un grupo tan variopinto ha sido puesta a prueba en otras ocasiones, como ocurrió en los debates en torno a la ley de víctimas y tierras. No obstante, tales discrepancias fueron solamente escaramuzas si se comparan con lo que pasa en esta oportunidad, en la que más de un congresista del oficialismo parece estar en franca rebeldía. Tales actos tienen un inspirador claro, como es el expresidente Álvaro Uribe. A pesar de pertenecer al partido de 'la U', la misma colectividad que le dio su aval a Juan Manuel Santos, es indiscutible que el exmandatario funge hoy en día como jefe de la oposición. Aunque hay quienes desean ver en los trinos de uno y las respuestas de otro una disputa de índole personal, no hay duda de que se trata de una confrontación política, cuya definición será clave con miras a las elecciones del 2014[2].

El propio Uribe recientemente señaló que “no sé qué orientación ideológica tiene este gobierno. Lo que sí sé es que en muchos aspectos le propusieron al país algo y están haciendo todo lo contrario”[3]. Sin duda, esta reacción de Uribe Vélez, que se da dos días después de dicho editorial, se puede entender como una respuesta a la postura de EL TIEMPO, medio que parece haber tomado distancia del líder político antioqueño.  

A lo anterior se suma el trabajo informativo de unas empresas mediáticas que insisten en mantener la vigencia de la figura política de Uribe Vélez, a pesar de los serios cuestionamientos sociales, económicos y políticos de su gestión, pero especialmente en lo relacionado con la violación de los derechos humanos (‘falsos positivos’) y las recientes declaraciones de Salvatore Mancuso, en las que el ex líder político de las AUC reconoce haber aportado dinero a la campaña de reelección de Uribe en 2006.

Las diferencias ideológicas  y políticas entre Santos y Uribe se evidencian en hechos legislativos como la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que implicó reconocer la existencia del conflicto armado interno, a lo que se opuso y se opone aún el ex presidente antioqueño y ahora, con el proyecto de acto legislativo marco para la paz. 

Esas circunstancias contextuales bien pueden servir para develar las intenciones políticas e ideológicas del atentado perpetrado contra Londoño Hoyos, representante de la derecha ilustrada de Colombia.

Por ello, en una primera hipótesis se puede señalar que detrás del acto criminal y pre político está la extrema derecha, interesada en generar zozobra y miedo en una opinión pública cada vez más presa de los tratamientos periodísticos amañados y espectaculares, así como estados de ánimo adversos en sectores societales claves, alrededor de abrir caminos para lograr dialogar con las guerrillas.

A esa misma extrema derecha (Santos habló de una mano negra) le interesaría exhibir a Londoño Hoyos como una víctima de un aparente retroceso en materia de la seguridad democrática, correlato de una política de ablandamiento del Gobierno de Santos frente a las Farc.

Lo anterior, para decirle al país que ante un giro ideológico  y político inconveniente para dar continuidad a la política de seguridad democrática, lo mejor para la Nación es recordar a quien, sin dudas, atacó a las Farc durante ocho años. Es decir, que ante la evidencia de un aparente retroceso en materia de seguridad, el regreso de Uribe al poder debe ser bien recibido por una opinión pública temerosa por la recuperación de las Farc y de su poder desolador para perpetrar actos terroristas.

No es gratuito que Uribe Vélez aparezca en la escena del ataque y los medios abran sus micrófonos para que el ex presidente se despache, cual candidato presidencial, en contra del gobierno de Santos, señalando que hay derroche de recursos públicos y que hay presiones burocráticas del Ejecutivo, hacia los congresistas, para que apruebe el marco para la paz, que haría elegibles, en el mediano plazo, a los terroristas de las Farc que decidan dialogar con el gobierno de Santos.  

De la acción criminal hay que señalar que no se trata de una acción terrorista indiscriminada, sino dirigida, y eso es un elemento clave en la medida en que señala que el objetivo no era generar terror, sino atacar al ex ministro Londoño.

Las autoridades, como es normal, ya señalaron a las Farc como responsables de la acción terrorista dirigida. Y esa segunda hipótesis tiene sentido porque dicha agrupación armada ilegal ya había señalado al ex ministro como objetivo militar, si revisamos que el ataque contra el Club El Nogal, se justificó por parte de las Farc, porque en ese lugar Londoño se reunía, al parecer, con paramilitares.

La hipótesis que señala a las Farc como responsables del acto demencial tiene problemas porque, aunque Londoño figura como un fuerte contradictor y enemigo tanto de las Farc, como de los procesos de paz, de las ONG ambientalistas, de derechos humanos, y en general, de la profundización de la democracia, las Farc han expresado públicamente intenciones de hablar de paz con el gobierno de Santos y un ataque de esa naturaleza se entendería como una oposición fuerte contra la iniciativa gubernamental de paz y podría desencadenar expresiones de apoyo popular, económico y político, para el regreso de Uribe a la Casa de Nariño, justamente quien más los golpeó y deslegitimó su lucha armada.

En cualquier sentido y cualquiera que sea la hipótesis que termine por imponerse, lo cierto es que en Colombia este tipo de atentados bien pueden venir de la extrema izquierda o de la extrema derecha, en un contexto en el que es evidente la debilidad del Estado para garantizar la vida de sus asociados.

Lo cierto es que la campaña electoral de 2014  ya arrancó y nuevamente en la agenda pública, mediática y en la de los candidatos a la presidencia, incluyendo a Santos, estará, nuevamente, la guerra y la paz, una dicotomía que funge como una suerte de sino trágico que persigue el devenir de la Nación.

Interesante destacar el editorial de EL TIEMPO, hoy 16 de mayo de 2012, en el que de manera implícita manda un mensaje a Uribe. He aquí apartes de dicha postura política y editorial: “Por tal motivo, no es el presente, momento de mezquindades. Más allá de las críticas legítimas que se le puedan hacer al Gobierno o de la válida petición para que las investigaciones que realizan las autoridades rindan frutos con prontitud, tratar de obtener réditos políticos de lo sucedido o tramitar intereses personales sería totalmente reprochable. En consecuencia, hay que tener mesura con las palabras. La misma de la que disfrutaron otras administraciones cuando también tuvieron que enfrentar episodios similares y recibieron el voto de confianza, tanto de dirigentes como del público en general[4].


[1] Ministro del gobierno de Uribe Vélez. Representante de la derecha ilustrada de Colombia. Amigo personal del ex presidente Uribe Vélez. Involucrado en un caso de corrupción por la compra irregular de unas acciones (caso Invercolsa). Dirigía un programa radial y junto a la tribuna de opinión de EL TIEMPO, daba línea ideológica y criticaba las actuaciones de las Farc, los llamados a la paz y las iniciativas gubernamentales de paz.

[2] Tomado de Editorial: Un alinderamiento necesario. EN: Editorial EL TIEMPO, 12 de mayo de 2012. http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/un-alinderamiento-necesario-editorial-el-tiempo_11782702-4


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro falso positivo de la era Uribe.Ponerle palos en la rueda al propuesta de Paz que adelanta Santos.Un atentado con paralelos con el de Vargas lleras.Muy buen análisis Chamo.


Rodrigo

Anónimo dijo...

Hola Uribito:



Me parece que en el fondo, lo político, el artículo está bien. Lo que no comparto es que la campaña de 2014 sea la dicotomía guerra-paz, pues así lo que se hace es seguirle los pasos a Uribe y sus acólitos.



Sí creo que existe algo muy raro en el ambiente y todavía no entiendo qué es y quién está detrás. Hablando hoy con un colega, me aclara que la muerte de Londoño es más desestabilizadora que la muerte de un ministro, por ejemplo. Algo muy significativo que todavía ronda en mi cabeza.



Luis F.