YO DIGO SÍ A LA PAZ

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viernes, 13 de junio de 2014

15 DE JUNIO: EL PRIMER PLEBISCITO PARA LA PAZ

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


El miedo a la paz está íntimamente relacionado con una ciega confianza en el poder de las armas[1].

El domingo 15 de junio los colombianos deberán decidir entre dos caminos: la pacificación del país por la vía de la negociación política o la extensión de la guerra interna, con el sueño histórico de la pacificación a las malas, aplicando la eterna política de tierra arrasada.

Estamos pues ante una coyuntura compleja y difícil por las circunstancias en las que llegan los dos candidatos presidenciales. La fuerte polarización ideológica y la división del país entre guerreristas y pacifistas permiten pensar que los escenarios políticos venideros serán aún más complejos independientemente de quién logre alcanzar la victoria electoral.

El 1 de junio será el primer plebiscito para la paz, pero también uno más para la guerra. En referencia a la paz, esta primera consulta al pueblo colombiano (el que vota) se hace en medio de un avance importante y significativo del proceso de negociación de La Habana, en el que no sólo ya exhibe acuerdos preliminares en tres puntos de una Agenda pactada a seis, sino que para avanzar en el pacto sobre el cuarto punto ya los negociadores de las Farc y del Gobierno dieron un paso enorme: se reconocieron como victimarios[2] y en consecuencia, asumieron el reconocimiento de las víctimas y en adelante, deberán repararlas y pedirles perdón.

Otra circunstancia que se suma a ese positivo ambiente que se respira en torno a la paz (entendida popularmente como ponerle fin al conflicto) es el anuncio de los acercamientos del Gobierno de Santos con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, la segunda agrupación armada que desconoce y enfrenta militarmente el orden establecido.

Si el domingo 15 de junio resulta reelecto Juan Manuel Santos Calderón, dicho resultado electoral tendrá dos aspectos sobre los cuales muy seguramente girarán los análisis políticos posteriores a los comicios. El primero tiene que ver con la diferencia o el margen con el cual venza al candidato de la ultraderecha, Óscar Iván Zuluaga, del Centro Democrático, la segunda empresa electoral de Uribe Vélez. Y el segundo aspecto tiene que ver con el número total de votos que alcance el hoy Presidente-candidato. Esos votos serán los de la paz. Sobre esa cantidad de votos alcanzados el plebiscito tendrá el suficiente sentido y valor político con el que Santos podrá, con toda legitimidad, presionar a sus negociadores y a los de las Farc para que se firme el fin del conflicto antes de finalizar el 2014 o a más tardar, antes del primer semestre de 2015.

Será entonces el primer plebiscito que la paz enfrente en un país en el que aún hay sectores de poder económico, político y social que insisten en mantener la confrontación armada. Por ejemplo, es claro que dentro de las Fuerzas Armadas hay divisiones claras en torno a la paz y a la guerra. Hoy no se puede hablar de unas fuerzas armadas monolíticas[3], por el contrario, hay luchas intestinas que muestran simpatías de oficiales, suboficiales y soldados profesionales por el candidato que le apuesta a la continuidad de la guerra, a pesar de que en las últimas semanas dijo que sí apoya la paz, pero con cambios sustanciales a las condiciones ya pactadas en La Habana. Paz sí, pero no así, reza su eslogan de campaña.

El segundo plebiscito se dará cuando llegue el momento de refrendar los acuerdos firmados en Cuba, bien a través de un referendo y/o a través de una Asamblea Nacional Constituyente[4]. Pero para llegar a ese momento histórico y definitivo, habrá que sortear muchos obstáculos y circunstancias adversas que muy seguramente llegarán una vez se confirme la continuidad de Santos en el poder.

Si Santos gana

Si el actual Presidente resulta reelegido, de inmediato asume la responsabilidad de ponerle fin al conflicto armado con las Farc y con ELN, y por ese camino, liderar los cambios sustanciales sobre los cuales el posconflicto y la paz se sostendrán en el tiempo. Sin cambiar el modelo económico neoliberal, deberá fortalecer el Estado y hacer que llegue a los territorios en los que por largo tiempo las guerrillas se han beneficiado de la pobreza de cientos de miles de colombianos, para reclutar, por ejemplo, menores de edad y para establecerse allí como la autoridad política y económica.

De igual manera, Santos deberá liderar, con la ayuda de los sectores de izquierda que adhirieron a su campaña reeleccionista, la creación de espacios políticos en los que sea posible el diseño de escenarios rurales[5] de posconflicto, en aras de garantizar que no habrá más levantamientos armados, pero fundamentalmente para asegurar una vida digna para campesinos, indígenas y afrocolombianos; igualmente, se deberá brindar condiciones de seguridad y bienestar para los desmovilizados de las guerrillas que deseen rehacer sus vidas en zonas de vocación agrícola o en su defecto, en aquellas zonas biodiversas que hoy demandan cuidado tanto del Estado, como de actores de la sociedad civil que sí valoran las amplias zonas biodiversas que aún tiene el país.  

El 7 de agosto Santos deberá plantear el proyecto de cambio misional para las fuerzas militares y de policía. Primero deberá sacar del servicio a todos aquellos oficiales, suboficiales y soldados profesionales que en esta campaña hayan deliberado y que en adelante se opongan a la reorientación de la misión de las instituciones castrenses. Eso sí, son muchas otras las tareas en las que deberá ocupar su segundo periodo presidencial.

Si gana Zuluaga

Ahora bien, si por el contrario triunfa el candidato de Uribe Vélez, entonces no sólo el proceso de paz de La Habana corre riesgo, sino los mismos acercamientos con el ELN. Lo más probable es que Zuluaga, siguiendo órdenes de su mentor y acatando las presiones que ya le llegan de las huestes castrenses que le apoyan políticamente, dé un reversazo al proceso de paz al exigir y tratar de imponer cambios en la agenda que hoy se negocia, o simplemente provocando el rompimiento definitivo ante la insistencia de las Farc de no mantener en el tiempo el cese unilateral del fuego.

Si la opción de la guerra triunfa este 15 de junio, el país regresará a los tiempos en los que Uribe debilitó la institucionalidad estatal, en especial a las fuerzas armadas[6].  Volverá el miedo, la intimidación y nuevamente el proyecto neoconservador, premoderno y violento que encarnó Uribe entre 2002 y 2010 guiará las relaciones entre el Estado y la sociedad.

Así las cosas, resta esperar a que los colombianos decidan si le apuestan a la paz (léase, ponerle fin a la guerra) o si por el contrario deciden volver atrás, esto es, a insistir en la eliminación física del enemigo interno y por esa vía, disciplinar con rejo a una sociedad que afronta problemas graves en sus procesos civilizatorios.

Escolio 1. Votar por Santos no significa que se apoye su errada política ambiental.

Escolio 2. Hay que reconocerle a Santos que le devolvió en algo la decencia a la política y que ha buscado fortalecer las instituciones que Uribe debilitó.




Imagen tomada de eltiempo.com


[5] Igualmente, deberá enfrentar las múltiples expresiones de violencia en las urbes. Los problemas de convivencia deben volverse un asunto político y dejar de ser enfrentados desde la lógica policiva.

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