Por Germán Ayala Osorio, comunicador
social y politólogo
El
miedo a la paz está íntimamente relacionado con una ciega confianza en el poder
de las armas[1].
El
domingo 15 de junio los colombianos deberán decidir entre dos caminos: la
pacificación del país por la vía de la negociación política o la extensión de
la guerra interna, con el sueño histórico de la pacificación a las malas,
aplicando la eterna política de tierra arrasada.
Estamos
pues ante una coyuntura compleja y difícil por las circunstancias en las que
llegan los dos candidatos presidenciales. La fuerte polarización ideológica y
la división del país entre guerreristas y pacifistas permiten pensar que los
escenarios políticos venideros serán aún más complejos independientemente de
quién logre alcanzar la victoria electoral.
El
1 de junio será el primer plebiscito para la paz, pero también uno más para la
guerra. En referencia a la paz, esta primera consulta al pueblo colombiano (el
que vota) se hace en medio de un avance importante y significativo del proceso
de negociación de La Habana, en el que no sólo ya exhibe acuerdos preliminares
en tres puntos de una Agenda pactada a seis, sino que para avanzar en el pacto
sobre el cuarto punto ya los negociadores de las Farc y del Gobierno dieron un
paso enorme: se reconocieron como victimarios[2]
y en consecuencia, asumieron el reconocimiento de las víctimas y en adelante,
deberán repararlas y pedirles perdón.
Otra
circunstancia que se suma a ese positivo ambiente que se respira en torno a la
paz (entendida popularmente como ponerle fin al conflicto) es el anuncio de los
acercamientos del Gobierno de Santos con el Ejército de Liberación Nacional,
ELN, la segunda agrupación armada que desconoce y enfrenta militarmente el
orden establecido.
Si
el domingo 15 de junio resulta reelecto Juan Manuel Santos Calderón, dicho
resultado electoral tendrá dos aspectos sobre los cuales muy seguramente girarán
los análisis políticos posteriores a los comicios. El primero tiene que ver con
la diferencia o el margen con el cual venza al candidato de la ultraderecha,
Óscar Iván Zuluaga, del Centro Democrático, la segunda empresa electoral de
Uribe Vélez. Y el segundo aspecto tiene que ver con el número total de votos
que alcance el hoy Presidente-candidato. Esos votos serán los de la paz. Sobre
esa cantidad de votos alcanzados el plebiscito tendrá el suficiente sentido y
valor político con el que Santos podrá, con toda legitimidad, presionar a sus
negociadores y a los de las Farc para que se firme el fin del conflicto antes
de finalizar el 2014 o a más tardar, antes del primer semestre de 2015.
Será
entonces el primer plebiscito que la paz enfrente en un país en el que aún hay
sectores de poder económico, político y social que insisten en mantener la
confrontación armada. Por ejemplo, es claro que dentro de las Fuerzas Armadas
hay divisiones claras en torno a la paz y a la guerra. Hoy no se puede hablar
de unas fuerzas armadas monolíticas[3],
por el contrario, hay luchas intestinas que muestran simpatías de oficiales,
suboficiales y soldados profesionales por el candidato que le apuesta a la
continuidad de la guerra, a pesar de que en las últimas semanas dijo que sí
apoya la paz, pero con cambios sustanciales a las condiciones ya pactadas en La
Habana. Paz sí, pero no así, reza su
eslogan de campaña.
El
segundo plebiscito se dará cuando llegue el momento de refrendar los acuerdos
firmados en Cuba, bien a través de un referendo y/o a través de una Asamblea
Nacional Constituyente[4].
Pero para llegar a ese momento histórico y definitivo, habrá que sortear muchos
obstáculos y circunstancias adversas que muy seguramente llegarán una vez se
confirme la continuidad de Santos en el poder.
Si Santos gana
Si
el actual Presidente resulta reelegido, de
inmediato asume la responsabilidad de ponerle fin al conflicto armado con las
Farc y con ELN, y por ese camino, liderar los cambios sustanciales sobre los
cuales el posconflicto y la paz se sostendrán en el tiempo. Sin cambiar el
modelo económico neoliberal, deberá fortalecer el Estado y hacer que llegue a
los territorios en los que por largo tiempo las guerrillas se han beneficiado
de la pobreza de cientos de miles de colombianos, para reclutar, por ejemplo,
menores de edad y para establecerse allí como la autoridad política y
económica.
De
igual manera, Santos deberá liderar, con la ayuda de los sectores de izquierda
que adhirieron a su campaña reeleccionista, la creación de espacios políticos
en los que sea posible el diseño de escenarios rurales[5]
de posconflicto, en aras de garantizar que no habrá más levantamientos armados,
pero fundamentalmente para asegurar una vida digna para campesinos, indígenas y
afrocolombianos; igualmente, se deberá brindar condiciones de seguridad y
bienestar para los desmovilizados de las guerrillas que deseen rehacer sus
vidas en zonas de vocación agrícola o en su defecto, en aquellas zonas
biodiversas que hoy demandan cuidado tanto del Estado, como de actores de la
sociedad civil que sí valoran las amplias zonas biodiversas que aún tiene el
país.
El
7 de agosto Santos deberá plantear el proyecto de cambio misional para las
fuerzas militares y de policía. Primero deberá sacar del servicio a todos
aquellos oficiales, suboficiales y soldados profesionales que en esta campaña
hayan deliberado y que en adelante se opongan a la reorientación de la misión
de las instituciones castrenses. Eso sí, son muchas otras las tareas en las que
deberá ocupar su segundo periodo presidencial.
Si gana Zuluaga
Ahora
bien, si por el contrario triunfa el candidato de Uribe Vélez, entonces no sólo
el proceso de paz de La Habana corre riesgo, sino los mismos acercamientos con
el ELN. Lo más probable es que Zuluaga, siguiendo órdenes de su mentor y
acatando las presiones que ya le llegan de las huestes castrenses que le apoyan
políticamente, dé un reversazo al proceso de paz al exigir y tratar de imponer
cambios en la agenda que hoy se negocia, o simplemente provocando el
rompimiento definitivo ante la insistencia de las Farc de no mantener en el
tiempo el cese unilateral del fuego.
Si
la opción de la guerra triunfa este 15 de junio, el país regresará a los
tiempos en los que Uribe debilitó la institucionalidad estatal, en especial a
las fuerzas armadas[6]. Volverá el miedo, la intimidación y
nuevamente el proyecto neoconservador, premoderno y violento que encarnó Uribe
entre 2002 y 2010 guiará las relaciones entre el Estado y la sociedad.
Así
las cosas, resta esperar a que los colombianos decidan si le apuestan a la paz
(léase, ponerle fin a la guerra) o si por el contrario deciden volver atrás,
esto es, a insistir en la eliminación física del enemigo interno y por esa vía,
disciplinar con rejo a una sociedad que afronta problemas graves en sus
procesos civilizatorios.
Escolio 1. Votar por Santos no significa que se apoye su
errada política ambiental.
Escolio 2. Hay que reconocerle a Santos que le devolvió en
algo la decencia a la política y que ha buscado fortalecer las instituciones
que Uribe debilitó.
Imagen tomada de eltiempo.com
[1] Germán Ayala Osorio. http://www.laotratribuna1.blogspot.com/
[5] Igualmente, deberá enfrentar las
múltiples expresiones de violencia en las urbes. Los problemas de convivencia
deben volverse un asunto político y dejar de ser enfrentados desde la lógica
policiva.
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