YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 30 de julio de 2014

CRISIS DE MANDO

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo


Con las últimas acciones[1] de guerra de las Farc bien vale preguntarse si obedecen a un inocultable resquebrajamiento de la unidad de mando o a una política guerrerista emanada desde La Habana. Las Farc pueden estar sufriendo luchas intestinas, producidas por molestias en las unidades que están en territorio colombiano, frente a una cúpula que descansa en La Habana y que no está expuesta a la persecución de las fuerzas estatales.

Es probable que las columnas y/o frentes que recientemente derramaron petróleo crudo en ríos  y quebradas y los que derribaron torres de energía en Buenaventura y en el sur del país estén mandando mensajes claros a los miembros del Secretariado que hoy están en Cuba. Y los temas de ese posible reclamo pueden ir desde problemas crisis de liderazgo (sensación de abandono), logísticos, por el manejo de las finanzas, en especial de aquellos frentes responsables del negocio del narcotráfico, hasta los normales celos que se generan en aquellos comandantes de frente que reclaman un lugar en la mesa de diálogo de La Habana.

No es fácil mantener, a la distancia, la unidad de mando y eso lo saben ‘Iván Márquez’ y hasta el propio ‘Timochenko’. Puede haber frentes que deambulen confundidos y difusos en sus objetivos militares y políticos. Lo mejor que pueden hacer estos líderes es decir la verdad al país, antes de que el proceso de paz se rompa por físico cansancio del Gobierno frente a acciones demenciales que poco sentido político tienen, pero que repercuten negativamente en la confianza de una volátil opinión pública fácilmente manipulable y manipulada por la gran prensa. No se descarta que sectores económicos e incluso, militares estén ejerciendo presión para que el proceso de paz se rompa, al reconocer que los costos para mantener y consolidar la paz serían superiores a los que demanda hoy mantener la guerra.

Pero así como las Farc pueden estar sufriendo problemas con el mantenimiento de la unidad de mando y en la estructura monolítica que se supone representan como organización armada, lo mismo puede estar pasando dentro de las Fuerzas Militares. Baste sólo con recordar las recientes declaraciones del ex general Rey en el programa de televisión Los Informantes sobre el malestar que dentro de las filas hay contra el Presidente Santos y el proceso de paz y los hechos políticos en donde claramente se evidenció que dentro de las filas se estaba deliberando y tomando posiciones frente a las negociaciones de La Habana.

Si es así, estamos ante un escenario complejo y difícil en tanto que el proceso de paz sería no solo inviable, sino que perdería sentido político y estratégico de cara a pensar escenarios de posconflicto una vez la posguerra sea un hecho. Una cosa es que posterior a la firma de un eventual fin del conflicto armado un grupo de guerrilleros decida no acogerse y mantenerse en armas y otra muy distinta es que antes de un acuerdo definitivo, las Farc evidencien divisiones que puedan dar al traste con la unidad de mando que se reclama y se espera como garantía de que el Gobierno de Santos está negociando, efectivamente, con el pleno de la organización.

Similar situación puede suceder con la unidad de mando dentro de las fuerzas militares. La diferencia es que el Presidente, como comandante supremo, tiene el poder discrecional para llamar a calificar servicio a quienes se opongan a su política de paz  y al proceso de transformación de las fuerzas oficiales. Y aunque aquellas unidades operativas oficiales pueden hacer mucho daño a las negociaciones en La Habana, al asumir posturas de total inacción frente a los desafíos bélicos de las Farc, es poco probable que se organicen para dar un golpe de Estado, pero si terminen apoyando la conformación de ejércitos que se opongan a las acciones jurídicas encaminadas a devolver tierras o al funcionamiento de las llamadas Zonas de Reserva Campesina (ZRC).

Es urgente que las partes que dialogan en La Habana expongan con claridad lo que pueda estar sucediendo al interior de las estructuras armadas que unos dirigen y que otros representan como miembros del equipo negociador del Gobierno de Santos. Una prolongación sin sentido del proceso, hará más visibles esas divisiones y disidencias.

No es saludable mantener unas negociaciones cuando las fuerzas que combaten devienen en  procesos anárquicos y de discrecionalidad en tomas de decisiones que deben estar centralizadas. Y en este caso es preciso que actores de la sociedad civil, interesados en la paz y en el posconflicto, exijan claridad al Gobierno y a la dirigencia de las Farc en torno a si realmente existe unidad de mando en los ejércitos que cada uno mantiene en pie de lucha. De lo contrario, estaríamos ante un esfuerzo inane por mantener un proceso de de paz que al final ellos saben que  resultará en un fiasco, en un nuevo fracaso.



[1] Se consideran como hechos de guerra las últimas arremetidas de las Farc, aunque se trata de acciones ecocidas (derrame de crudo en ríos y quebradas)  y de ataques contra la infraestructura energética (como el caso de Buenaventura). 

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