YO DIGO SÍ A LA PAZ

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lunes, 21 de abril de 2008

De Yidis y lupaneras

Por
GERMÁN AYALA OSORIO
La tardía aparición de Yidis Medina confirma el perfil del político colombiano, con muy contadas, y casi escasas excepciones. El carácter ladino y oscuro de congresistas como Medina y su incidencia en los destinos del país, han convertido el Congreso de la República en una verdadera lupanera, en la que mandan proxenetas profesionales, gamonales sin escrúpulos y uno que otro finquero.

El de Yidis es un episodio más del talante del político colombiano, auspiciado por una clase dirigente taimada y mezquina, que no entiende qué es lo público; y claro, por una clase política ancila de la primera, como quiera que se ha legislado y se legisla aún, para facilitar la concentración de la riqueza en pocas manos. Cacaos, industriales, comerciantes y empresarios de todo talante se han servido y se sirven de los partidos políticos tradicionales para co-gobernar y por esa vía, manejar los asuntos públicos y el Estado mismo, desde sus particulares intereses.

Claro que hay que sumar también la participación de periodistas y empresas mediáticas en ese círculo oscuro desde el que se agencian los asuntos públicos en Colombia. Con la censura y la autocensura, unos y otros, han construido unos estados de opinión a la medida de los intereses de cacaos y de los sempiternos partidos políticos (Liberal y Conservador).

Partícipes -y culpables también- las organizaciones de la llamada sociedad civil, especialmente las instituciones educativas, incapaces de manifestarse ante la corrupción, el clientelismo y la cooptación del Estado por parte de organizaciones al margen de la ley, léase Carteles de Cali y Medellín, Guerrillas y Paramilitares.

Se buscan remedios como la reforma política, el cierre del Congreso y la convocatoria a una asamblea constituyente; otros, por el contrario, creen que en un tercer mandato de Uribe Vélez está la solución a nuestros problemas. Todos serán paliativos, pero el problema de fondo seguirá manifestándose.

Arrastramos años de mentiras y de oscuras representaciones. El Estado colombiano se pensó mal desde el principio. La párvula sociedad colombiana aún no sabe qué camino seguir. Los liderazgos se asumen desde la decisión de no revisar la historia, de no cambiar el estado de cosas que nos afectan, de no tocar viejos privilegios.

No hay solución fácil para superar estas aciagas noches en las que sobrevive Colombia. Ojalá no sea esta la hecatombe que andan buscando furibistas y el propio Presidente, porque el camino se hará más tortuoso y quizás no haya forma de reversar lo que se decida de aquí en adelante.

Que se necesita otro sentido de lo público, es cierto; que es urgente pensar en un nuevo ciudadano, es cierto; que es preciso modificar imaginarios y representaciones alrededor de lo público, no hay duda; pero nada es viable sin que unos y otros, sociedad civil, partidos políticos, dirigentes, empresarios, sindicatos (lo que queda de éstos), estudiantes y profesionales, entre otros, hagamos un alto para reflexionar el tipo de Estado y de nación que hemos construido.

Tan culpable Yidis, como quien escribe esta nota. Cada uno de nosotros tiene un grado de responsabilidad en las eternas crisis de Colombia. Ser capaces de reconocerlo es un buen síntoma, pero no es suficiente.

Por ahora, miremos el triste espectáculo que nos brinda la honorable lupanera que todos elegimos y ayudamos a constituir, bien por acción u omisión.
Nota: para quienes no conocen el episodio de Yidis Medina. El noticiero de televisión Noticias Uno, emitió el 20 de abril de 2008, un video en el que la congresista cuenta que votó a favor de la reelección a cambio de dádivas ofrecidas por el entonces Presidente Uribe y varios de sus ministros. Sin duda, se tipifica el delito de cohecho.

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