YO DIGO SÍ A LA PAZ

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martes, 19 de agosto de 2014

LAS VÍCTIMAS EN LA HABANA

Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo

Gracias a que recientemente el Estado colombiano y las Farc se reconocieron como victimarios, en el contexto del conflicto armado interno, el país registró la llegada a Cuba de una delegación de víctimas de esa guerrilla, de los paramilitares y por supuesto, de la Fuerza Pública.

Con la llegada a La Habana de un grupo no representativo del total de las víctimas de las Farc y de los otros actores armados,  la credibilidad en el proceso de paz se fortalece.Con la presencia de las víctimas, los diálogos de paz toman un carácter distinto, más sensible y desprovisto del cálculo político con el que se negocia en este tipo de procesos; y por momentos,  logra dejar de lado la arrogancia de los combatientes que aún se asesinan en las zonas rurales y la de los propios negociadores que siguen orientaciones e intereses particulares. Tanto los representantes de las Farc como los del Gobierno siguen un libreto que no necesariamente está en total correspondencia con los temas de la Agenda pactada.

La llegada de las víctimas, los relatos y las expresiones de perdón de la cúpula de las Farc blindan, momentáneamente, el proceso de paz contra las embestidas político-mediáticas de sectores de derecha y ultraderecha, interesados en el colapso de las negociaciones.

Al parecer, y hasta el momento, el manejo del encuentro entre víctimas y victimarios fue respetuoso, solemne y alejado del discurso morboso de un periodismo que muy seguramente esperaba registrar los gestos de los dirigentes de las Farc, en el encuentro con sus víctimas, para buscar fuentes ‘autorizadas’ para (des)calificarlos y descifrar si eran sinceros o no.  Por fortuna, ello no ocurrió.

Justamente por ese discurso periodístico moralizante, que todo lo reduce a lo curioso, a lo espectacular y a la dicotomía bueno-malo, este y otros encuentros entre víctimas y victimarios deben seguirse dando en privado. A partir de este primer encuentro se puede afinar un protocolo que asegure que los encuentros entre víctimas y victimarios se dé en inmejorables condiciones de dignidad y respeto. En este aspecto el periodismo colombiano aún no está preparado para registrar, informar y explicar el significado ético, moral y político de un encuentro histórico que el grueso de la sociedad debería de reconocer y valorar.

Finalmente, el dolor, la rabia y la impotencia de los familiares que perdieron a sus seres queridos a manos de los actores armados (Estado, Paramilitares y Guerrillas), hacen parte de la intimidad de aquellos a los que la guerra los tocó y los marcó para siempre.

Luego de estos encuentros, deberán abordarse otros asuntos, ya más propios de la ‘técnica‘ de la negociación, como la verdad de lo sucedido con las muertes de los civiles y combatientes asesinados, las coordenadas de las fosas en donde fueron sepultados,  las cuantías de las reparaciones económicas, el origen de los dineros y las públicas disculpas, entre otros elementos que deberán tenerse en cuenta.

La llegada de las víctimas a Cuba pone un punto alto y diferenciador con respecto a otros procesos de paz. Si las negociaciones llegaran a romperse y de mantenerse las guerrillas en pie de lucha, un próximo proceso de paz deberá no sólo fincarse en una Agenda alcanzable y razonable como la planteada para el actual proceso en La Habana, sino sostenerse en la apertura de espacios para escuchar a las víctimas y de esta forma dignificar la vida de quienes murieron por la acción directa o indirecta de unos actores armados que poco o nada han respetado las normas de la guerra.

Ojalá que los diálogos privados entre victimarios y víctimas sirvan para relativizar el sentido de aquel principio de la guerra justa, que los combatientes invocan para justificar su accionar político-militar.

Es tiempo de la reconciliación, del perdón y de la reconstrucción del país. Otro país es posible, pero ello no depende exclusivamente de quienes dialogan en la Mesa instalada en la Isla de los Castro. Depende de las élites de poder económico y político y del resto de colombianos, en especial de aquellos cientos de miles que siguen convencidos de que lo que ha enfrentado el Estado ha sido una amenaza terrorista. Ese principio y valor ideológico que Uribe logró entronizar en muchos colombianos, con la anuencia de los medios masivos, es el principal escollo que enfrentará el proceso de paz una vez lo acordado sea refrendado a través de un Referendo.

Hay que valorar la llegada de las víctimas y hacer de este momento histórico un punto de partida que nos acerque  a la reconciliación y abra caminos de reconstrucción de la sociedad.


Adenda: la anunciada llegada de miembros de las Fuerzas Militares a la mesa de negociaciones también debe de servir para oxigenar un proceso de paz golpeado por hechos de guerra, muy bien aprovechados por la gran prensa para restarle credibilidad y seriedad ante una frágil y maleable opinión pública. Los combatientes también merecen un espacio de diálogo, en especial si este ha de servir para poner en común esas cuestionables ideas de Patria y soberanía que tanto guerrillas como militares enarbolan para justificar su presencia en el campo de batallla. Y deben servir también esos encuentros para que unos y otros, se avergüencen de lo ocurrido, en especial por su capacidad de producir dolor y masivas incertidumbres. 



Imagen tomada de canalcapital.gov.co

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