YO DIGO SÍ A LA PAZ

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miércoles, 8 de octubre de 2008

Banqueros y empresarios, ¿responsables de algo?

Por
Germán Ayala Osorio, profesor Asociado y politólogo de la Universidad Autónoma de Occidente



En estos días de caídas estrepitosas de varias bolsas de valores del mundo como consecuencia de la crisis económica (recesión) de los Estados Unidos, salen a relucir asuntos como la ética con la que actúan empresarios, comisionistas de bolsa, gobernantes y en general, todos los actores de un mercado global que parece entrar en una profunda crisis; igualmente, saltan a la vista la (des)confianza de- y en- los banqueros y las responsabilidades sociales de quienes especulan en los mercados bursátiles, frente a las grandes mayorías que viven en la pobreza o frente a quienes sufrirán las consecuencias de la debacle financiera.

El asunto no es menor. Por el contrario, con él aflora lo más perverso de la conciencia humana: la insolidaridad, connatural al sistema financiero, con banqueros y empresarios a la cabeza. Y la siempre discutida decisión de los gobiernos de inyectar recursos para salvar a quienes de una u otra forma son responsables de la debacle financiera por creer a pie juntillas en un modelo económico que hace felices a unos pocos e infelices a amplios grupos humanos.

El columnista Andrés Hoyos, en la edición de EL ESPECTADOR.com del 8 de octubre de 2008, expone el asunto de esta forma: “en el corazón de los cataclismos bursátiles y bancarios de las últimas semanas se halla un viejo descubrimiento financiero que dice que la forma más rentable de hacer negocios es utilizando la plata del otro. El pegante que lo suelda todo en estas materias tiene un nombre antiguo: confianza. “Confianza” viene de “fe”, y la fe es irracional. Con todo, la irracional confianza es un bien imprescindible que permite la civilización. Por eso me parece tan grave que tras los avatares recientes vaya quedando moribunda la confianza. ¿De quién es la culpa? Aquí viene un primer lío: la culpa es del mercado desbocado que colapsa y, por lo tanto, no es de nadie, a despecho de que en los meses que siguen terminen en la cárcel varios especuladores abusivos que fueron agarrados con las manos en la masa. Pero lo esencial es que la confianza ambiente se ha reducido en forma dramática, de suerte que veremos movimientos caóticos durante un buen tiempo, los cuales tan sólo serán trancados por el duro piso, o sea por la noción una vez más irracional que al final decanten los verdaderos dueños del capital sobre quién merece confianza y quién no.”

El problema no está solo en la hoy esquiva confianza, está en el modelo capitalista y neoliberal que en estas crisis financieras manda un mensaje claro a banqueros y empresarios: hay que bajar salarios y restringir el crédito; y las consecuencias en estos días de ‘vacas flacas’ son apenas evidentes: más desempleo, más pobreza y por lo tanto, menos calidad de vida para los que nos juegan con el dinero ajeno, el dinero de los otros.

Mientras se calman las aguas del agitado sistema financiero mundial, lo que sí debe hacerse de manera urgente es garantizar que las pérdidas económicas se socialicen (por ejemplo, los fondos de pensiones socializarán sus pérdidas bajando los rendimientos de sus afiliados) y se concentren las ganancias en los agentes privados de siempre.

Y mientras eso sucede poco a poco, empresarios y banqueros guardan silencio ante los enormes problemas de la sociedad, del Estado y de la nación colombianas; empresarios y banqueros callan, irresponsablemente, ante la evidente crisis institucional del país, el vaciamiento de la política por la acción del poder económico, el empobrecimiento de las grandes mayorías y en general, ante la notable inviabilidad del orden social establecido en Colombia.

Con paciencia morbosa ven cómo se derrumban las endebles bases de un Estado social de derecho que sucumbe ante sus propias maniobras especulativas en lo económico y en lo político. Ellos, que tienen la seguridad que ante cualquier eventualidad el gobierno de turno los salvará con la inyección de recursos ‘frescos’, parecen reír a carcajadas ante los asuntos pendientes de un congreso a todas luces ilegítimo y cooptado por el paramilitarismo.

Ellos, empresarios y banqueros, que han convalidado la guerra sucia, que le hacen el juego al conflicto armado y que por omisión o por acción apoyaron el proyecto paramilitar aupado de tiempo atrás por otros actores de la sociedad civil colombiana, se sienten a salvo porque saben que el escándalo de la parapolítica jamás los tocará, así los peones de la guerra (los paras) decidan mañana, de forma accidental, volver a señalar que ellos contaron con el apoyo financiero, social, político y económico de los hombres que hoy miran con algún desconcierto lo que sucede en Wall Street.

Ellos saben, empresarios y banqueros, que la sociedad capitalista los necesita. Que no habrá gobierno de derecha que los juzgue por su pasado y menos aún que los persiga por su efectivo y silencioso apoyo a los paramilitares colombianos que hoy sobreviven, a pesar de condenas, muertes y extradiciones, en los valores de unos ciudadanos cada vez más intolerantes y capaces de abandonar su condición de civiles para empuñar las armas para defender el ejemplo de democracia que paras, empresarios, banqueros, medios y el gobierno de Uribe han ayudado a construir.

Qué nos espera en Colombia cuando el sistema financiero y las voluntades capitalistas de nuestros honorables empresarios y banqueros no han sido permeadas por el dolor de las víctimas de paras, guerrilleros y narcos y menos, tocados por la tristeza de una inmensa mayoría que intenta dormir con el hambre a cuestas. Jamás habrá paz en Colombia mientras que las lógicas económicas estén por encima de la condición humana.

Menos mal que para los banqueros y empresarios que han convalidado la muerte habrá también una fría mortaja que guardará, por breve tiempo, su profunda insolidaridad y frialdad frente al sufrimiento de sus semejantes. Claro que sus reemplazos hace rato juegan en las bolsas y están listos para que el modelo económico continúe.


Adenda: muy pocos son los empresarios y los banqueros que alzan su voz para llamar la atención sobre las sempiternas crisis que soporta Colombia. De tiempo atrás, José Fernando Isaza se presenta como un empresario responsable y por lo menos preocupado por lo que sucede en materia de seguridad democrática y por supuesto, en materia económica. Por lo menos ha guardado una prudente distancia de quienes adoran al Mesías de Guacharacas. Fiel a su pensamiento, el hoy Rector de la Universidad Jorge Tadeo Lozano escribió en EL ESPECTADOR.COM del 08 de octubre de 2008, lo siguiente: “La política de incentivar nuevas áreas de palma africana para producción de biodiésel ha estado acompañada, según denuncias públicas, de despojo de tierras y de desplazamientos. Altos funcionarios oficiales para ocultar la gravedad del desplazamiento forzado lo llaman migraciones internas. Este modelo es otro factor que atenta contra los derechos humanos y contribuye al crecimiento sin empleo. Es bueno mencionar que muchos productores tradicionales de palma han realizado su actividad en áreas que no conllevaron a la expulsión y despojo del campesino y de las minorías étnicas, y en muchos casos mantiene relaciones laborales y de cooperación adecuadas. El conflicto de los cortadores de caña, acusados de aliados de la subversión, recuerda el discurso contra los obreros de las bananeras en 1928, y la amenaza de reemplazarlos por máquinas deja cierto sabor del más inhumano capitalismo. No se compadece esta política en empresas que reciben altos subsidios por efecto de la exención de impuestos a la producción de etanol.”

1 comentario:

Daniel dijo...

muy buena opinión, el mundo se desmorona y no sabes realmente el porque y en Colombia se habla de todo menos de la crisis económica - social que afecta a todo el mundo........ y plata es la que hemos perdido con esta crisis y ni pensar en el futuro de las acciones de ecopetrol en la bolsa de nueva york.
saludos, excelente blog.