Para los colombianos y colombianas el panorama para el 2009 se torna complejo no sólo por la recesión económica declarada por varios países ricos y por la consecuente desaceleración de la economía nacional, sino por lo que se avecina en términos políticos, electorales y democráticos.
Más allá de los efectos de la variable económica, los colombianos recibiremos un 2009 con una expectativa negativa en torno a la institucionalidad y al mantenimiento del estado social de derecho. Es así porque la aprobación[1] en la Cámara de Representantes del proyecto de referendo reeleccionista para el 2014 (con la esperanza uribista de ser modificado), significa que estamos ad portas de que Uribe[2] se perpetúe en el poder, con el evidente daño a la democracia, a la institucionalidad y a las libertades ciudadanas.
Sistemáticamente el proyecto de derechización se va consolidando. Podemos señalar varias etapas y hechos que así lo confirman. Por un lado, la penetración paramilitar en los más profundo de las instituciones del Estado y en los valores ciudadanos. Desde antes del Pacto de Ralito, el paramilitarismo se venían anidando en las prácticas económicas, sociales, políticas y culturales de un grupo importante de colombianos acostumbrado a resolver los conflictos y diferencias macartizando y matando a los ya declarados de antemano como oponentes o enemigos.
Con la cooptación del Congreso el proyecto paramilitar avanzó y avanza sin mayores obstáculos. La llegada en 2002 de Uribe consolidó y legitimó la connivencia entre política y crimen. Haber firmado pactos con criminales será, en poco tiempo, una triste anécdota, a juzgar por el silencio de la sociedad civil, medios masivos y por supuesto, por la evidente complacencia del Presidente con lo actuado por quienes le apoyaron en sus aventuras electorales de 2002 y 2006. Hay que señalar también el silencio irresponsable y sospechoso de industriales y de las mismas élites económicas ante la penetración paramilitar.
De igual manera, hay que advertir la pérdida de independencia de la Corte Constitucional, cuyos magistrados votaron a favor de la primera reelección de Uribe. Con el magistrado Cepeda a la cabeza -y con escasas excepciones- el proyecto de derecha logró modificar la constitución para favorecer los intereses de Uribe Vélez. Habrá que esperar si esa misma Corporación se atreve a declarar exequible el oscuro proceso de aprobación del proyecto de referendo. Se espera que actúe con sensatez y acepte que en la recolección de firmas y las donaciones recibidas y manejadas por Primero Colombia hay dudas serias que le quitan legitimidad a lo que pudo ser una verdadera consulta popular, pero que terminó siendo un ejercicio amañado de empresarios y contratistas con intereses económicos muy claros de asegurar la permanencia de Uribe en la Presidencia.
En el largo listado de hechos aparece la confrontación entre el Gobierno de Uribe y la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en el marco de la parapolítica y la yidispolítica.[3] Vimos a un Presidente defendiendo la relación mafiosa entre agentes de las AUC y miembros del Gobierno. Baste con recordar cómo defendió al señor Noguera, director del DAS. En dicha confrontación el Presidente mostró su animadversión hacia la división de poderes, en particular contra la actuación de los magistrados de la sala penal de la CSJ.
Los falsos positivos representan no sólo la criminalización de las fuerzas armadas comprometidas en ellos, especialmente el ejército, sino la equívoca política de incentivos -recompensas- a los militares que entregaran resultados positivos en el campo de batalla.
Habrá pues un quiebre institucional de incalculables dimensiones para la vida de los colombianos. Hemos venido asistiendo a la desaparición programada de un estado garantista que basado en una constitución generosa en derechos, pudo reversar en algo las circunstancias que históricamente han permitido la existencia de un Estado irresponsable, ‘privatizado’, premoderno e ilegítimo.
El estado social de derecho pensado y prescrito en la constitución de 1991 será en poco tiempo -gracias a Uribe y a los áulicos que le apoyan- un vago recuerdo para quienes, conscientes de las históricas y perversas inequidades, creyeron posible diseñar un camino divergente que permitiera avanzar en materia de respeto a la condición humana y consolidar por fin un estado moderno en Colombia. Hoy, vemos con asombro y algo de impotencia, cómo ese proyecto de país se diluye entre las manos de aquellos que se han beneficiado y asegurado esas inequidades históricas y la condición premoderna del Estado y de la sociedad colombianas.
Con el espejismo de la Seguridad Democrática, como necesidad colombiana y única política pública reelegible, debemos prepararnos para regresar al país de la constitución de 1886, es decir, un Estado conservador, premoderno, irresponsable e ilegítimo. Este es el país con el que siempre han soñado los violentos de izquierda y derecha. Feliz retroceso.
[1] Se trató, sin duda, de una verdadera encerrona politiquera la que ejerció el Gobierno con los Congresistas. Muy seguramente sabremos, años después, de irregularidades, presiones, ofrecimiento de recursos y puestos de parte de un Gobierno que por fin dijo que sí le interesa la reelección del Presidente, sin que el mismo Presidente lo haya anunciado públicamente.
[2] Por esta misma época de navidad, la Asamblea Nacional de Venezuela dio las primeras luces para asegurar un nuevo periodo de Hugo Rafael Chávez Frías y quizás, su perpetuidad en el poder. Esta circunstancia del entorno internacional seguirá jugando a favor de quienes creen que Uribe es irremplazable y el único que tiene el carácter para enfrentar lo que se considera la amenaza chavista.
Más allá de los efectos de la variable económica, los colombianos recibiremos un 2009 con una expectativa negativa en torno a la institucionalidad y al mantenimiento del estado social de derecho. Es así porque la aprobación[1] en la Cámara de Representantes del proyecto de referendo reeleccionista para el 2014 (con la esperanza uribista de ser modificado), significa que estamos ad portas de que Uribe[2] se perpetúe en el poder, con el evidente daño a la democracia, a la institucionalidad y a las libertades ciudadanas.
Sistemáticamente el proyecto de derechización se va consolidando. Podemos señalar varias etapas y hechos que así lo confirman. Por un lado, la penetración paramilitar en los más profundo de las instituciones del Estado y en los valores ciudadanos. Desde antes del Pacto de Ralito, el paramilitarismo se venían anidando en las prácticas económicas, sociales, políticas y culturales de un grupo importante de colombianos acostumbrado a resolver los conflictos y diferencias macartizando y matando a los ya declarados de antemano como oponentes o enemigos.
Con la cooptación del Congreso el proyecto paramilitar avanzó y avanza sin mayores obstáculos. La llegada en 2002 de Uribe consolidó y legitimó la connivencia entre política y crimen. Haber firmado pactos con criminales será, en poco tiempo, una triste anécdota, a juzgar por el silencio de la sociedad civil, medios masivos y por supuesto, por la evidente complacencia del Presidente con lo actuado por quienes le apoyaron en sus aventuras electorales de 2002 y 2006. Hay que señalar también el silencio irresponsable y sospechoso de industriales y de las mismas élites económicas ante la penetración paramilitar.
De igual manera, hay que advertir la pérdida de independencia de la Corte Constitucional, cuyos magistrados votaron a favor de la primera reelección de Uribe. Con el magistrado Cepeda a la cabeza -y con escasas excepciones- el proyecto de derecha logró modificar la constitución para favorecer los intereses de Uribe Vélez. Habrá que esperar si esa misma Corporación se atreve a declarar exequible el oscuro proceso de aprobación del proyecto de referendo. Se espera que actúe con sensatez y acepte que en la recolección de firmas y las donaciones recibidas y manejadas por Primero Colombia hay dudas serias que le quitan legitimidad a lo que pudo ser una verdadera consulta popular, pero que terminó siendo un ejercicio amañado de empresarios y contratistas con intereses económicos muy claros de asegurar la permanencia de Uribe en la Presidencia.
En el largo listado de hechos aparece la confrontación entre el Gobierno de Uribe y la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en el marco de la parapolítica y la yidispolítica.[3] Vimos a un Presidente defendiendo la relación mafiosa entre agentes de las AUC y miembros del Gobierno. Baste con recordar cómo defendió al señor Noguera, director del DAS. En dicha confrontación el Presidente mostró su animadversión hacia la división de poderes, en particular contra la actuación de los magistrados de la sala penal de la CSJ.
Los falsos positivos representan no sólo la criminalización de las fuerzas armadas comprometidas en ellos, especialmente el ejército, sino la equívoca política de incentivos -recompensas- a los militares que entregaran resultados positivos en el campo de batalla.
Habrá pues un quiebre institucional de incalculables dimensiones para la vida de los colombianos. Hemos venido asistiendo a la desaparición programada de un estado garantista que basado en una constitución generosa en derechos, pudo reversar en algo las circunstancias que históricamente han permitido la existencia de un Estado irresponsable, ‘privatizado’, premoderno e ilegítimo.
El estado social de derecho pensado y prescrito en la constitución de 1991 será en poco tiempo -gracias a Uribe y a los áulicos que le apoyan- un vago recuerdo para quienes, conscientes de las históricas y perversas inequidades, creyeron posible diseñar un camino divergente que permitiera avanzar en materia de respeto a la condición humana y consolidar por fin un estado moderno en Colombia. Hoy, vemos con asombro y algo de impotencia, cómo ese proyecto de país se diluye entre las manos de aquellos que se han beneficiado y asegurado esas inequidades históricas y la condición premoderna del Estado y de la sociedad colombianas.
Con el espejismo de la Seguridad Democrática, como necesidad colombiana y única política pública reelegible, debemos prepararnos para regresar al país de la constitución de 1886, es decir, un Estado conservador, premoderno, irresponsable e ilegítimo. Este es el país con el que siempre han soñado los violentos de izquierda y derecha. Feliz retroceso.
[1] Se trató, sin duda, de una verdadera encerrona politiquera la que ejerció el Gobierno con los Congresistas. Muy seguramente sabremos, años después, de irregularidades, presiones, ofrecimiento de recursos y puestos de parte de un Gobierno que por fin dijo que sí le interesa la reelección del Presidente, sin que el mismo Presidente lo haya anunciado públicamente.
[2] Por esta misma época de navidad, la Asamblea Nacional de Venezuela dio las primeras luces para asegurar un nuevo periodo de Hugo Rafael Chávez Frías y quizás, su perpetuidad en el poder. Esta circunstancia del entorno internacional seguirá jugando a favor de quienes creen que Uribe es irremplazable y el único que tiene el carácter para enfrentar lo que se considera la amenaza chavista.
[3] Quizás no sepamos el trasfondo de lo sucedido con la DMG-política, pues antes de finalizar el 2008, y en plenas fiestas navideñas, el Gobierno de Uribe aceptó hablar con David Murcia.
1 comentario:
German:
Importante el “rebobinado” del casette que envías, pero tengo un par de ideas que pueden sonarte a derecha, sin embargo he escuchado gente que las comparte:
1) La re-elección no es del todo mala siempre que haya una madurez de la clase política y del pueblo que elige “repetir” gobernante. Mi conclusión para nuestro contexto colombiano es que no estamos preparados aun y ya es notable el desgaste de Uribe.
2) La “Seguridad Democrática” no ha sido el tal éxito que pregona el gobierno, pero hay que reconocer que ya no estamos “encarcelados” en las ciudades. En cuanto al manejo de los “falsos positivos”, personalmente creo que falto auditoria de parte del estado y de los organismos encargados de hacer seguimiento a tan delicado tema como es el “inventario de las muertes del conflicto”, es decir en cualquier estado del mundo hay incentivos para los “guerreros”, pero también un compromiso fuerte para auditar los resultados y el gasto de la guerra.
Ahí le dejo este par de ideas y espero que no me incluya en el listado de los godos de esta “LOCOMBIA”.
Saludos,
Alexander
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